LAS CAUSAS DEL AUTISMO
El origen
del autismo es un fallo en la información contenida en los , que condiciona un
desarrollo anómalo del sistema nervioso a nivel de sus redes neuronales.
Durante
muchos años, se ha considerado que el autismo es un trastorno de origen
psicológico y relacionado con una interacción anómala de la madre con el hijo en
las etapas más tempranas del desarrollo. Hoy en día, no se acepta esta
explicación y se afirma que el autismo es un trastorno en el neurodesarrollo, es
decir, una alteración en los diferentes procesos que llevan a la configuración
del complejo entramado de conexiones neuronales del sistema nervioso. A su vez,
la causa de este trastorno en el neurodesarrollo es de tipo genético.
La
alteración genética no es aún bien conocida, pero es seguro que implica a varios
genes y que tiene un elevado índice de heredabilidad, si bien, con una rápida
disminución del riesgo con el distanciamiento genealógico.
En un
porcentaje reducido de casos (menos del 10 por ciento), el autismo es un síntoma
de otra enfermedad, por ejemplo, parálisis infantil, neurofibromatosis,
encefalitis, etcétera. Estos casos son denominados autismo secundario y los
síntomas añadidos dependen mucho de la enfermedad que los ha causado. También se
han descrito casos producidos por intoxicaciones del sistema nervioso (mercurio,
plomo, drogas de abuso, etc.) en etapas tempranas del desarrollo. Sin embargo,
para ser responsables del autismo se requieren niveles altos del tóxico por lo
que, en la práctica, son muy poco frecuentes.
Por otra
parte, a pesar de algunas especulaciones, no hay ningún dato, científicamente
sólido, que señale como causantes del autismo a determinados alimentos o a
algunos productos de su digestión.
Explicación de los síntomas
Partiendo
de que la causa del autismo es neurobiológica, se ha intentado dar una
explicación de los síntomas desde diferentes teorías psicológicas. Las que han
demostrado más solidez y respaldo científico son la teoría de la mente, la
teoría de la coherencia central y la teoría de la disfunción ejecutiva.
La teoría
de la mente señala una dificultad en estos niños para elaborar una idea sobre
los estados mentales de las personas con las que se relacionan. Por tanto, los
niños con autismo no serían capaces de «captar» lo que la otra persona puede
estar pensando o sintiendo, con lo que esto supone para la interacción con los
demás.
Según la
teoría de la coherencia central, el problema de los niños con autismo está en no
lograr integrar la información que llega por diferentes vías y darle una unidad.
En consecuencia, estos niños tendrían dificultades para «captar» el todo y se
quedarían sólo con las partes.
Por su
lado, la teoría de la disfunción ejecutiva señala que los síntomas del autismo
son consecuencia de un mal funcionamiento de los diferentes procesos implicados
en la ejecución (planificación, selección de estrategias, flexibilidad,
autorregulación, etc.) que condicionan un modo de interactuar con el entorno muy
distorsionado.
Las tres
teorías tienen puntos fuertes y débiles. Cada una consigue explicar
satisfactoriamente algunos síntomas pero no lo logra en otros.
Las tres
son útiles para entender algunas conductas del niño con autismo y para elaborar
estrategias de tratamiento. Sin embargo, sólo la teoría de la disfunción
ejecutiva establece un correlato neurobiológico, señalando a los lóbulos
frontales como posible sustrato anatómico del autismo.
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