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PSICOLOGÍA DE LA SALUD: MODIFICACIÓN DEL COMPORTAMIENTO HACIA UNA DIETA ALIMENTICIA MÁS SALUDABLE

PASOS PARA UNA PUESTA EN MARCHA DEL CAMBIO.

Indicación: Pérdida de peso, favorecimiento de una adecuada actividad metabólica, ayuda al control de la tensión arterial, estimulación del funcionamiento cardíaco, etcétera.

Sería de interés la combinación con el incremento de la actividad física y restricción o abandono de la conducta de fumar (entre otros), de modo simultáneo o sucesivo, conforme se instauran los cambios.

Esta propuesta tiene carácter orientativo para una ejecución autoaplicacla, nunca será sustitutiva de la intervención de un profesional, al que deberá acudir si considera que por sí mismo no es capaz de promover el cambio.

 

• Analizar y recoger por escrito la dieta diaria en un periodo semanal (anotar las cantidades y los tipos de alimentos que se ingieren a la semana).

• Valorar y tomar conciencia real de si la variedad y cantidades no se corresponden con un aporte saludable de alimentos (contrastar con tablas ideales de consumo alimenticio disponibles en centros farmacéuticos o mediante asesoramiento médico) y plantear alternativas en caso necesario.

• Recoger por escrito los beneficios del cambio hacia una dieta más saludable en cantidad y tipo de alimentos (por ejemplo: «Me permitirá reducir y controlar mi peso», «me sentiré personalmente mejor conmigo mismo», «mi organismo funcionará mejor», etcétera).

• Plantear por escrito los obstáculos (costos de tiempo, dedicación y esfuerzo, económico, etc.) de la puesta en marcha de tales cambios. Pensar que el problema principal es el cambio de hábito en lo que comemos y cómo lo comemos (una vez que nos habituamos a hacer otras cosas, las hacemos sin más).

• Comparar los costos y beneficios de ejecutar los cambios (intentando resaltar aquello que realmente podría hacer, tratando de favorecer, igualmente, la compensación por el cambio: «Voy a ser más...», «voy a estar más...», «voy a poder hacer...»).

• Diseñar un plan semanal de ingesta con los cambios propuestos, donde se recoja: tipos de alimentos, cantidades y horas. Deberá contemplar, con carácter general, el incremento en el consumo de frutas y verduras, la moderación en hidratos de carbono, proteína animal, grasa vegetal (insaturadas) y la disminución del consumo de grasa animal (saturada). En caso de duda, el asesorarniento profesional podrá ayudarle a la ejecución de este plan semanal de ingesta. Es importante que los alimentos sean seleccionados, después de valorar su idoneidad, en función del interés y gusto, para favorecer, en la mayor medida posible, la motivación para el cambio (por ejemplo: «Elegir, dentro de lo posible, lo que más me gusta», «motivarme por probar alimentos nuevos o cocinados de forma distinta (creativa)» «introducir cambios en los materiales (platos, vasos o cubiertos) que despierten la atención», etcétera).

• Recoger una memoria diaria, por escrito, de los aspectos positivos y negativos.

• Pasadas dos o tres semanas, valorar globalmente y proponer modificaciones para mejorar la planificación. Es muy importante prestar especial atención a los beneficios obtenidos, aunque no sean completos (por ejemplo: «Me quedo con un poco de hambre al principio, pero se me pasa pronto y me siento mejor», «no siento la necesidad de comer tanta cantidad», "he probado cosas que creía que no me gustarían», "ha crecido mi interés por la cocina», «siento que mi organismo funciona mejor», «creo que he perdido algo de peso, aunque no tanto como esperaba, pero la ropa me entra mejor», «las digestiones ya no son tan pesadas»). Igualmente, registrar los obstáculos surgidos para intervenir sobre ellos y facilitar el desempeño de la actividad.

• El objetivo final es que la introducción de las nuevas cantidades de alimentos y variedades en los mismos se mantenga de modo estable en el tiempo, es decir, que se genere un cambio en el modo y contenido de la comida de forma que nos habituemos a comer de otra manera (y que desaparezca, por tanto, la sensación de plan de comida transitorio, para luego seguir con la dieta tradicional).

 

Como recomendación general, es interesante sentirse identificado con los grupos de edad y sexo en los que determinadas patologías nos son proclives, aprovechar esa sensibilización para fomentar conductas de atención moderada a nuestro estado de salud en aras de una adecuada detección precoz de los inicios de las mismas, siguiendo las directrices de los profesionales de la salud competentes. En este sentido, muchos de los programas de prevención y promoción de la salud favorecen el despertar de la atención hacia determinados comportamientos claramente contrarios a nuestra salud. Prestar atención a ellos, con actitud abierta de cambio, puede ser una buena manera de promover hábitos más saludables. Asimismo, identificar y reconocer aquellos comportamientos que tienden a mostrar claras correlaciones negativas con la salud en general —por ejemplo, consumo abusivo de alcohol, fumar, dietas con consumo excesivo de grasas, abuso de exposiciones prolongadas al sol, etcétera— se constituye en un elemento complementario a lo anterior. La búsqueda razonable de información y el asesoramiento de profesionales en materia de salud —psicólogos, médicos, etcétera— suele ser un medio adecuado para ello.

Una atención excesiva a los estados de salud propios puede igualmente convertirse en algo perjudicial y patológico en sí mismo.

 

En el mundo en el que vivimos, el incremento de atención al propio cuerpo y la presión mediática y social por parecer más joven y estar más saludable pueden conducir a un estado inadecuado de excesiva preocupación por los síntomas y fomentar sentimientos de enferme­dad ante la mera presencia de señales poco o nada relevantes. Es en estos casos extremos cuando acudir al profesional de la psicología puede ayudar en mejor medida a manejar ese tipo de situaciones, requiriéndose, en casos más graves, intervenciones psicológicas específicas.

Igualmente, el fomento e implementación de comportamientos saludables, como algunos de los señalados con anterioridad, puede requerir de asistencia profesional cuando es necesario intervenir en la erradicación de un hábito inadecuado que el sujeto decida reducir o eliminar (por ejemplo, el cese del hábito de fumar, instauración de dietas alimenticias, abandono del sedentarismo, etc.), teniendo en cuenta que sólo la intención de cambio, así como la mera información sobre lo que se debe o no hacer, no son suficientes para promover un cambio estable en la conducta.

 

Siguiendo el comentario de Marian Pitts (1998), especialista británica en el ámbito de la Psicología de la Salud, habría que resaltar el valor de «la moderación en todas las cosas como base de la buena salud».

 

 

 

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