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EL REY MIDAS
No solo las riquezas traen la felicidad
EL BIEN CONOCIDO RELATO GRIEGO DEL, REY MIDAS REPRESENTA LA DEFINITIVA
AFIRMACIÓN MÍTICA DE QUE LO BUENO EN DOSIS EXAGERADAS PUEDE SER TAN MALO
COMO LO POCO. LA CODICIA LEGENDARIA DEL PROTAGONISTA ES, NO OBSTANTE,
EXPIADA AL FINAL —A DIFERENCIA DE MUCHOS EJEMPLOS MODERNOS, YA QUE MIDAS,
CON UNA PEQUEÑA AYUDA POR PARTE DE LOS DIOSES, SE LAS ARREGLA PARA APRENDER
BIEN SU LECCIÓN.
MIDAS
fue un rey de Macedonia, amante de los placeres. En su infancia se observó
una fila de hormigas que subía por la pata de la cuna, llevando granos de
trigo, que los colocaban entre los labios del niño mientras este dormía. Un
prodigio que los adivinos interpretaron como presagio de que acumularía una
gran riqueza.
Y así sucedió. Midas fue más rico que la mayoría de la gente; no obstante,
como les sucede a todos los que poseen mucho, su corazón le pedía todavía
más. Sucedió cierto día que Midas tuvo la oportunidad de servir a un dios.
Encontró al viejo sátiro Sileno, tutor del dios Dioniso, borracho y tendido
en su jardín de rosas. En lugar de reprender al sátiro, Midas lo cuidó
durante cinco días con sus noches, muy entretenido por los cuentos que le
contaba el borracho Sileno. Después se lo devolvió sano y salvo a Dioniso.
El dios quedó encantado con Midas por haber sido un compañero muy
considerado y jovial con el viejo borracho, y al momento le ofreció la
recompensa que quisiera. Midas no lo dudó.
—¡Concédeme que todo lo que toque se convierta en oro!
—¡Que así sea! —replicó el dios, riéndose de un modo que a Midas no le gustó
mucho. El rey se marchó apresuradamente, impaciente por probar su don.
En el camino de regreso a su palacio, Midas rompió una pequeña rama de un
árbol, y de inmediato esta se convirtió en oro brillante. Sintiéndose
contento, cogió algunas piedras y también ellas se convirtieron en
resplandecientes pepitas. Bailando de alegría entró en palacio, tocando
pilares y columnas, los cuales de inmediato se convertían en oro. Tocó todo
el mobiliario y quedó satisfecho de los brillantes resultados.
Finalmente, la emoción y los esfuerzos del día le cobraron su precio, y se
sintió hambriento y cansado. Pidió alimento, y sus sirvientes le trajeron un
recipiente en donde lavarse las manos antes de comer; pero el agua se volvió
sólida, convirtiéndose en oro. Midas se sintió ligeramente incómodo. Se
acordó de la risa de Dioniso, y se encogió de hombros. Su felicidad se
convirtió pronto en desesperación cuando al ponerse a comer cada delicioso
bocado se convertía en insípido metal brillante.
Atormentado por el hambre y la sed, se levantó de aquel simulacro de
banquete y, por primera vez, envidió al pobre pinche de cocina, que estaba
ingiriendo una comida gratificante. El rey ya no estaba tan satisfecho con
la contemplación de su creciente tesoro; la mera visión del oro comenzó a
enfermarlo. Lloró amargamente cuando su hija menor corrió a tomarle de la
mano y de inmediato se convirtió en una estatua de oro. Al caer la noche,
Midas se desplomó en su blando sofá que, al momento, se volvió duro y frío.
Al llegar a ese punto se agitó intranquilo y tembloroso, porque cada manta
que tocaba se convertía en una fría lámina de oro. Se sentía, a la vez, el
ser vivo más rico y más desgraciado.
Al llegar el primer rayo de luz, Midas se apresuró a buscar a Dioniso y
rogarle sinceramente que le quitara el don de tan espléndida penuria.
Dioniso se mostró muy divertido.
—¡Cuántas veces los deseos más preciados de los hombres resultan ser poco
prudentes!
No obstante, Dioniso se acordó de la amabilidad que mostró Midas por Sileno
y le ordenó que se bañara en las aguas puras del río Pactolus. Movido por el
hambre y la sed, Midas corrió hacia el río, dejando a su paso un rastro de
oro. Se arrojó a las aguas curativas. Tan pronto como su cabeza se sumergió
bajo la superficie, el fatal don se disolvió y, para su alegría, Midas pudo
comer y beber nuevamente. Pero las arenas del Pactolus siguen brillando como
el oro hasta nuestros días.
COMENTARIO: Este delicioso relato nos presenta un mensaje suficientemente
duro: la riqueza es inútil si no pueden satisfacerse las necesidades más
básicas de la vida. Los placeres cotidianos corrientes terminan haciendo que
la vida sea dulce tanto para el rico como para el pobre. Si nos faltan esos
placeres —o si hemos perdido la capacidad de disfrutarlos— no habrá ninguna
riqueza que pueda reemplazarlos. A un nivel más profundo, el toque mortal de
Midas no tiene que ver solo con la codicia y el deseo de acumular más
riqueza. Es también un reflejo de algo que hay en el interior del ser humano
que congela todo lo viviente y cálido y hace imposible la relación más
simple. De este modo, muchas personas, llevadas por la necesidad de acumular
riqueza, terminan congelando su capacidad para el simple goce e intercambio
humanos. Y el alimento y la bebida que necesitan no son físicos, sino una
clase más sutil de nutrición sin la cual la vida se convierte en un peso muy
arduo de sostener.
Cuando Midas toca a su hija, también la convierte en oro. Las personas no
pueden ser compradas, sobre todo aquellas con las que nos unen lazos
especiales de afecto. Y esto representa la imagen del «asesinar» una
relación por efecto de una sobre-valoración del dinero. Podemos vislumbrar
los rastros brillantes del rey Midas en aquellas personas que están tan
preocupadas en hacer dinero que se alejan de familiares y amigos y luego se
preguntan por qué se han quedado tan solas. Este sencillo relato ilustra
gráficamente lo estúpidos que son los seres humanos al pensar que la riqueza
puede comprar la felicidad. Unos recursos suficientes pueden, por supuesto,
hacer que muchas vicisitudes de la vida se alejen de nosotros; y quienes han
sufrido la carencia de fondos saben demasiado bien cómo puede dominar la
vida la lucha por el dinero cuando se carece de él. Pero «suficiente» no es
una palabra que forme parte del vocabulario de Midas. No está satisfecho con
ser un rey acaudalado; quiere todavía más. De modo que su codicia envenena
todo lo que anteriormente le daba placer.
Dioniso es un dios ambiguo, feliz de conceder un favor a Midas, pero, al
mismo tiempo, divertido por las consecuencias trágicas de la codicia del
rey. Esta deidad es un señor del caos y del éxtasis, y patrón de todos los
que buscan superar sus límites terrestres por medio de la bebida, las
drogas, el baile o la visión artística. En resumen, Dioniso es una fuerza
vital primordial, carente de relación con la moralidad común, pero que
simboliza el fluyo de la propia naturaleza. No le aconseja a Midas;
simplemente deja que el rey caiga en el enredo y aprenda de sus propios
errores. Y, finalmente, es Dioniso quien lo libera a través de un
conveniente baño en las aguas puras del Pactolus. Cuando la cabeza de Midas
queda sumergida, la maldición disfrazada de bendición desaparece. En otras
palabras, Midas debe perderse a sí mismo en las aguas y desprenderse de
todos los pensamientos de control; solo así puede liberarse y regresar a su
vida ordinaria. El único antídoto para la clase de codicia corrosiva que
aflige a Midas es desprenderse del orgullo y del deseo de más en sus más
profundos niveles. Este mensaje, expresado aquí en forma mítica, subyace en
el centro de las más grandes enseñanzas espirituales.
¿Cuántas veces oímos a personas que hablan de lo felices que serán cuando
les toque la lotería? Quieren creer que la riqueza les va a resolver todos
sus problemas. No obstante, oímos con igual frecuencia que los ganadores se
sienten más desgraciados que nunca, quizá porque han perdido a todos sus
amigos y no pueden confiar en el amor y en la lealtad de los demás. Las
riquezas no traen automáticamente la desgracia. Pero tampoco traen
automáticamente la felicidad, a menos que la persona sea capaz de mantener
determinada compostura ante las riquezas y la vida y una cierta capacidad de
satisfacción en la vida diaria. Finalmente, la historia del rey Midas no
trata sobre los supuestos males de la riqueza, sino sobre el poder que tiene
la codicia para congelar y alterar todo lo que experimentamos como bello y
preciado.
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