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EL SENDERO DE LA INICIACIÓN
Después de un período breve o largo, el discípulo se encuentra ante el Portal de
la Iniciación. Debe recordarse que, a medida que nos acercamos al Maestro y al
Portal, se llega como dice el libro Luz en el Sendero: "con los pies bañados en
la sangre del corazón". Cada paso trascendido se da mediante el sacrificio de
todo lo que es querido por el corazón en algún plano, y este sacrificio debe ser
siempre voluntario. Quien huella el sendero de probación y el de santidad, sabe
el precio que debe pagar, ha reajustado el sentido de los valores y, por lo
tanto, no juzga como lo hace el hombre mundano. Quien intenta "arrebatar el
reino por la violencia", lo hace porque está preparado para el consiguiente
sufrimiento. Quien considera que nada tiene valor excepto alcanzar la meta, está
dispuesto a sacrificar su propia vida en la lucha para que predomine el yo
superior sobre el yo inferior.
Las dos primeras Iniciaciones.
En la primera iniciación, el ego debe haber controlado en gran medida al cuerpo
físico y vencido "los pecados de la carne", según la fraseología cristiana. No
deben prevalecer la gula, el alcoholismo, ni el libertinaje, ni satisfacerse las
exigencias del elemental físico; por lo tanto el control debe ser total y la
tentación vencida. Debe mantenerse una actitud general y una fuerte disposición
de obediencia al ego. Entonces el canal entre lo superior y lo inferior se
expande, y la carne obedece prácticamente en forma automática.
El hecho de que no todos los iniciados estén sometidos a esta norma quizás se
deba a varias cosas, pero debe emitirse la nota de la rectitud; el
reconocimiento de sus debilidades deben hacerlo sincera y públicamente, y
conocerán la lucha entablada para adaptarse a las normas superiores, aunque no
logren la perfección. Los iniciados pueden caer, y caen, incurriendo por
consiguiente en el castigo de la ley, y también perjudicar, y perjudican, al
grupo con su caída; en consecuencia, deben someterse al karma del reajuste,
teniendo que expiar el daño mediante un servicio más prolongado, donde los
miembros del grupo, aunque inconscientemente, aplican la ley. Su progreso se
verá seriamente obstaculizado, y se perderá mucho tiempo en agotar el karma con
las unidades perjudicadas. Debido al hecho de que un hombre es un iniciado y,
por lo tanto, un medio para una fuerza muy acrecentada, sus desviaciones del
recto sendero tienen más poderosos efectos que los de un hombre menos avanzado.
Su premio y castigo serán igualmente mayores. Debe pagar inevitablemente el
precio antes de permitírsele proseguir en el camino. Respecto al grupo
perjudicado por él, ¿cuál debe ser su actitud? Reconocer la gravedad del error,
aceptar inteligentemente los hechos, abstenerse de críticas poco fraternas e
irradiar amor sobre el hermano pecador; todo esto, juntamente con cualquier
acción, aclarará al navegante que tales pecados e infracciones a la ley no son
perdonados. A esto se debe añadir la actitud mental del grupo implicado, que
conducirá (mientras actúa con firmeza) al hermano equivocado a ver su error,
cumplir su karma retribuidor y luego ser reincorporado a la consideración y
respeto, después de hacer las debidas enmiendas.
No todas las personas se desarrollan en las mismas o paralelas líneas, por lo
tanto, no es posible dictar reglas rígidas invariables, respecto al proceso
exacto de cada iniciación, determinar qué centros deben ser vivificados o qué
visión ser adjudicada. Mucho depende del rayo a que pertenece el discípulo, de
su desarrollo en cualquier dirección (pues no todos suelen desarrollarse
similarmente), de su karma individual y también de las exigencias de algún
período especial. Sin embargo pueden hacerse muchas sugerencias: En la primera
iniciación, o el nacimiento del Cristo, generalmente se vivifica el centro
cardíaco, a fin de obtener un control más eficaz del vehículo astral y prestar
un mayor servicio a la humanidad. Después de esta iniciación se enseña
principalmente al iniciado lo concerniente al plano astral; debe estabilizar su
vehículo emocional y aprender a actuar en el plano astral con la misma soltura y
facilidad con que lo hace en el plano físico; debe entrar en contacto con los
devas astrales; aprender a controlar a los elementales del astral; actuar con
facilidad en los subplanos inferiores, y acrecentar el valor y la calidad de su
trabajo en el plano físico. En esta iniciación pasa del Aula del Aprendizaje al
Aula de la Sabiduría. Entonces se le da especial importancia al desarrollo
astral, aunque su equipo mental se desarrolla constantemente. Muchas vidas
transcurren entre la primera y segunda iniciaciones. Puede pasar un largo
período de encarnaciones antes de perfeccionar el control del cuerpo astral y el
iniciado estar preparado para el próximo paso. En forma interesante aparece en
El Nuevo Testamento esta analogía en la vida del iniciado Jesús. Pasaron muchos
años entre el Nacimiento y el Bautismo, pero en tres años dio los tres pasos
restantes. Una vez pasada la segunda iniciación, el progreso es rápido; la
tercera y cuarta iniciaciones seguirán probablemente en la misma vida o en la
siguiente.
La segunda iniciación constituye la crisis del control del cuerpo astral. Así
como en la primera iniciación se manifiesta el control del cuerpo físico denso,
en la segunda se manifiesta análogamente el control del astral. El sacrificio y
la muerte del deseo ha sido la finalidad del esfuerzo. El ego dominó al deseo, y
sólo queda el anhelo de lo que es para beneficio del todo, de acuerdo a la
voluntad del ego y del Maestro. El elemental astral es controlado, el cuerpo
emocional se torna puro y límpido y va desapareciendo rápidamente la naturaleza
inferior. Entonces el ego se aferra nuevamente a los dos vehículos inferiores y
los somete a su voluntad. La aspiración y anhelo de servir, amar y progresar,
llegan a ser tan intensos, que por lo general se observa un desarrollo muy
rápido. Esto explica por qué, esta iniciación y la tercera, se suceden con
frecuencia (aunque no invariablemente) en una misma vida. En este período de la
historia del mundo se ha dado tal estímulo a la evolución, que las almas
aspirantes al sentir la angustiosa y perentoria necesidad de la humanidad
sacrifican todo a fin de satisfacer esa necesidad.
Además, no debe incurrirse en el error de creer que todo esto sigue invariable y
consecutivamente los mismos pasos y etapas. Mucho se realiza al unísono y
simultáneamente, porque el esfuerzo en ejercer control es lento y penoso, pero
en el intervalo entre las tres primeras iniciaciones debe lograrse y mantenerse
una etapa definida en la evolución de cada uno de los tres vehículos inferiores,
antes de ser posible una mayor expansión, sin peligro, del canal. Muchos actúan
en los tres cuerpos, a medida que huellan el sendero de probación.
Si en esta iniciación se sigue el curso común (lo que no es del todo seguro) se
vivifica el centro laríngeo. Esto desarrolla la capacidad de aprovechar las
adquisiciones de la mente inferior en servicio del Maestro y ayuda al hombre;
otorga la habilidad de dar y expresar aquello que constituirá una ayuda,
posiblemente a través de la palabra hablada, pero indefectiblemente al prestar
algún tipo de servicio. Acuerda una visión de las necesidades del mundo, y
muestra otra parte del plan. Por lo tanto, el trabajo que se debe realizar antes
de recibir la tercera iniciación es sumergir totalmente el punto de vista
personal en las necesidades del todo, lo que implica el total dominio de la
mente concreta por el ego.
Las dos Iniciaciones siguientes.
La enseñanza asciende de nivel después de la segunda iniciación. El iniciado
aprende a controlar su vehículo mental, desarrolla la capacidad de manejar
materia mental y aprende las leyes para construir pensamientos creadores. Actúa
libremente en los cuatro subplanos inferiores del plano mental; antes de la
tercera iniciación debe, consciente o inconscientemente, dominar totalmente los
cuatro subplanos inferiores, en los tres planos de los tres mundos. Profundiza
el conocimiento del microcosmos y en gran medida domina teórica y prácticamente
las leyes de su propia naturaleza, de allí su habilidad experimental para ser el
amo de los cuatro subplanos inferiores de los planos físico, astral y mental.
Esto último es sumamente interesante. El control de los tres subplanos
superiores todavía no es completo, y constituye una de las razones de los
fracasos y errores de los iniciados. Aún no han perfeccionado el dominio de la
materia en los tres subplanos superiores, porque no han sido dominados.
En la tercera iniciación, denominada a veces la Trasfiguración, la entera
personalidad queda anegada por la luz descendente. Después de esta iniciación la
mónada guía definitivamente al ego, derramando acrecentadamente su divina vida
en el canal ya preparado y purificado. De la misma manera, en la tercera cadena
lunar, el ego individualizó a la personalidad por medio del contacto directo,
método diferente del de la individualización, tal como se demuestra en la cuarta
cadena actual. Si aplicamos aquí la Ley de Correspondencia podría demostrar ser
muy reveladora una interesante analogía entre los métodos de la
individualización en las diversas cadenas, y las expansiones de conciencia que
tienen lugar en las diferentes iniciaciones.
Nuevamente se le otorga al iniciado una visión del porvenir, y está siempre en
condición de reconocer a los otros miembros de la Gran Logia Blanca, siendo
estimuladas sus facultades síquicas mediante la vivificación de los centros de
la cabeza. Hasta no haber pasado esta iniciación no es necesario ni aconsejable
desarrollar las facultades sintéticas o la clariaudiencia y clarividencia. La
finalidad de todo el desarrollo consiste en el despertar de la intuición
espiritual; una vez lograda, cuando el cuerpo físico es puro, el cuerpo astral
estable y firme y el cuerpo mental controlado, entonces el iniciado podrá
manejar sin peligro y utilizar inteligentemente las facultades síquicas para
ayudar a la raza. No sólo podrá utilizar estas facultades, sino que será capaz
de crear y vivificar formas mentales claras y bien definidas, que vibren con
espíritu de servicio, sin estar controladas por la mente inferior o el deseo.
Estas formas mentales no serán (como las creadas por la mayoría de los hombres)
formas sin cohesión, relación ni unión, sino que alcanzarán un alto grado de
síntesis. Arduo e incesante será el trabajo, antes de poder realizarse esto,
pero una vez estabilizada y purificada la naturaleza de deseos, no resultará
difícil el control del cuerpo mental. De ahí que el sendero del devoto sea más
fácil en ciertos aspectos que el del intelectual, pues ha aprendido a medir el
deseo purificado y a progresar mediante las etapas requeridas.
La personalidad alcanza así una etapa donde sus vibraciones son de un orden muy
elevado y la materia de sus tres cuerpos relativamente pura; donde capta el
trabajo que debe realizar en el microcosmos y es muy avanzada la parte que debe
desempeñar en el macrocosmos. Por lo tanto se evidencia por qué el Sumo
Hierofante, el Señor del Mundo, es el oficiante sólo a partir de la tercera
iniciación. Entra por primera vez en contacto con el iniciado. No era posible
antes. En las dos primeras iniciaciones el Hierofante es el Cristo, el
Instructor del Mundo, el Primogénito entre muchos hermanos, el primero de
nuestra humanidad que recibió la iniciación. Browning expresa bellamente este
pensamiento en las palabras de su poema "Saúl”
... Será
Una faz como mi faz la que te reciba; un Hombre como yo.
Amarás y serás por siempre amado;
Una mano como ésta
Te abrirá las puertas de una nueva vida.
¡Contempla al Cristo!
Pero cuando el iniciado realiza un mayor progreso y ha pasado dos iniciaciones,
se efectúa un cambio. El Señor del Mundo, el Anciano de los Días, el inefable
Regente Mismo, confiere la tercera iniciación. ¿Por qué? Porque el cuerpo físico
plenamente consagrado, puede soportar sin peligro las vibraciones de los otros
dos cuerpos cuando vuelven a su refugio, al retornar de la Presencia del REY;
porque ahora el cuerpo astral purificado y el mental controlado, pueden
permanecer sin peligro ante ese REY. Logrados tal purificación y control,
permanecen allí, y por primera vez vibran conscientemente de acuerdo al rayo de
la mónada; entonces, con los cuerpos preparados, puede alcanzarse y conferirse
la capacidad de ver y oír en todos los planos, y emplearse sin riesgos la
facultad de leer y entender los archivos, pues a mayor conocimiento, mayor
poder. El corazón es suficientemente puro y amoroso y el intelecto bastante
estable para soportar la tensión de conocer.
Antes de recibir la cuarta iniciación se intensifica el trabajo de
entrenamiento, y la aceleración y acumulación de conocimiento debe ser
increíblemente rápida. A menudo el iniciado tiene acceso a la biblioteca de
libros esotéricos, y después de esta iniciación no sólo puede entrar en contacto
con el Maestro, al que está vinculado y con el cual ha trabajado conscientemente
durante largo tiempo, sino también con los Chohanes, el Bodhisattva y el Manu,
ayudándolos en cierta medida.
Además, debe captar intelectualmente las leyes de los tres planos inferiores y
aplicarlas para ayudar al plan de la evolución; estudiar los planos cósmicos y
dominar sus gráficos; llegar a ser un conocedor de las técnicas esotéricas, y
desarrollar la visión cuatridimensional, si aún no lo ha hecho. Debe aprender a
dirigir las actividades de los devas constructores, y al mismo tiempo trabajar
continuamente en el desarrollo de su naturaleza espiritual; empezar a coordinar
rápidamente el vehículo búdico y, al coordinarlo, desarrollar el poder de
síntesis, al principio en pequeña medida y gradualmente en forma más detallada.
Al recibir la cuarta iniciación, el iniciado domina perfectamente el quinto
subplano, por lo tanto, es un adepto (usando el término técnico) en los cinco
subplanos inferiores de los planos físico, astral y mental, y está en camino de
dominar el sexto. Su vehículo búdico puede actuar en los dos subplanos
inferiores de tal plano.
El hombre que recibe la cuarta iniciación, la Crucifixión, suele tener una vida
de gran sacrificio y sufrimiento. Es la vida del hombre que hace la Gran
Renunciación, y que aún exotéricamente es considerada difícil, intensa y penosa.
Todo lo abandona, hasta su perfecta personalidad misma, sobre el altar del
sacrificio, y queda despojado de todo. Renuncia a amigos, dinero, reputación,
carácter, posición, familia y hasta a la vida misma.
Las Iniciaciones finales.
Después de la cuarta iniciación, no queda mucho por hacer. El dominio del sexto
subplano prosigue rápidamente, y se coordina la materia de los subplanos
superiores al búdico. Al iniciado se le permite tener una más íntima fraternidad
en la Logia, y su contacto con los devas es más completo. Va agotando
rápidamente los recursos del Aula de Sabiduría, y dominando los más intrincados
planes y gráficos. Se hace muy versado en la significación del color y del
sonido; puede manejar la ley en los tres mundos y hacer contacto con su mónada,
con más libertad que la mayoría de la raza humana con sus egos. Tiene también a
su cargo gran trabajo; enseña a muchos discípulos; ayuda en muchos planes, y
reúne bajo su dirección a quienes deben ayudarlo en el futuro. Esto se refiere
únicamente a los que se quedan para ayudar a la humanidad en este globo. Más
adelante nos ocuparemos de algunas líneas de trabajo que se extienden ante el
adepto, si trasciende el servicio en la tierra.
Después de la quinta iniciación, el hombre se ha perfeccionado en lo que se
refiere a este esquema, aunque si lo desea puede recibir otras dos iniciaciones.
Para recibir la sexta iniciación, el adepto debe hacer un curso muy intenso de
ocultismo planetario. Un Maestro aplica la ley en los tres mundos, mientras que
un Chohan de la sexta iniciación, lo hace en la cadena en todos los niveles. Un
Chohan de la séptima iniciación aplica la ley en el sistema solar.
Se evidencia que el estudiante que investiga estos asuntos, hallará muchas cosas
que le atañen personalmente, aunque la ceremonia en sí puede aún estar muy
lejos. Mediante el estudio del proceso y del propósito, puede darse cuenta del
gran hecho fundamental, de que el método de la iniciación es:
• Comprensión de la fuerza.
• Aplicación de la fuerza.
• Utilización de la fuerza.
Los iniciados, desde los de más humilde grado, que por primera vez hacen
contacto con determinado tipo de fuerza especializada, hasta el emancipado Buda
de séptimo grado, manejan energía de algún tipo. Las etapas de desarrollo por
las que debe pasar el aspirante podrían ser aquellas en que:
• Se da cuenta, a través del discernimiento, de la energía o fuerza de su propio
yo inferior.
• Impone a ese ritmo energético otro superior, hasta que ese ritmo inferior es
suplantado por el superior, y el antiguo método de expresión de la energía
desaparece totalmente.
• Se le permite, por la gradual expansión del conocimiento, hacer contacto y
guiado aplicar ciertas formas de energía grupal, hasta el momento en que se
capacita científicamente para manejar fuerza planetaria. El lapso que abarca
esta etapa final depende por completo del progreso realizado en servicio de su
raza y del desarrollo de los poderes del alma, secuencia natural del
desenvolvimiento espiritual.
La aplicación del Cetro de la Iniciación por el Bodhisattva, en las dos primeras
iniciaciones, capacita al iniciado para lograr el control y la utilización de la
fuerza del yo inferior, la verdadera energía santificada de la personalidad
dedicada al servicio; en la tercera iniciación, la aplicación del Cetro por el
único Iniciador, pone a disposición, más ampliamente, la fuerza del yo superior
o ego, y activa en el plano físico toda la energía acumulada en el vehículo
causal durante numerosas encarnaciones. En la cuarta iniciación puede utilizar
la energía de su grupo egoico en bien de la evolución planetaria, y en la quinta
dispone de la fuerza o energía del planeta (esotéricamente comprendida y no
simplemente como fuerza o energía del mundo material). Durante las cinco
iniciaciones, estos dos grandes Seres, el Bodhisattva primero y luego el
Iniciador Uno, el Señor del Mundo y Sanat Kumara, son sucesivamente los
administradores o hierofantes. Después de estas ceremonias, si el iniciado
decidiera recibir las dos iniciaciones finales que puede recibir en nuestro
sistema solar, entra en actividad un tipo superior de energía, expresión del Yo
Uno, que sólo podemos insinuar. En la séptima iniciación, ese Ser, de Quien
Sanat Kumara es la manifestación, el Logos de nuestro esquema en Su propio
plano, Se convierte en el Hierofante. En la sexta iniciación, la expresión de
esta Existencia en un plano intermedio, un Ser que debe permanecer innominado,
empuña el Cetro y administra el juramento y el secreto. En estas tres
manifestaciones de gobierno jerárquico Sanat Kurnara en la periferia de los tres
mundos, el Ser innominado en los confines de los altos planos de la evolución
humana, y el mismo Espíritu planetario en la etapa final tenemos las tres
grandes manifestaciones del Logos planetario. En la grande y final iniciación
afluye, a través del Logos planetario, el poder del Logos solar, el cual revela
al iniciado que lo Absoluto es la conciencia en su máxima expresión, aunque en
la etapa de la existencia humana debe considerarse al Absoluto como
inconsciencia.
Cada una de las iniciaciones mayores es sólo la síntesis de las menores, y
únicamente cuando el hombre trata de expandir su conciencia en los asuntos de la
vida diaria, puede esperar alcanzar esas etapas posteriores que sólo son la
culminación de muchas anteriores. Los estudiantes deben desechar la idea de que,
siendo "muy buenos y altruistas", algún día se hallarán repentinamente ante el
Gran Señor. Anteponen el efecto a la causa. La bondad y el altruismo brotan de
la comprensión y del servicio, y la santidad de carácter es la manifestación de
las expansiones de conciencia que el hombre logra en sí mismo, por medio de
intensos esfuerzos. Por lo tanto, aquí y ahora, el hombre puede prepararse para
la iniciación, pero no acentuando el aspecto ceremonial, como muchos hacen con
anticipada emoción, sino trabajando sistemática y perdurablemente en el
constante desarrollo del cuerpo mental, por un proceso arduo e intenso a fin de
controlar el cuerpo astral, de modo que responda a las tres vibraciones que
provienen, del Ego, del Maestro, de las vibraciones de los hermanos que lo
circundan. Llega a ser sensible a la voz de su yo superior, agotando así el
karma bajo la inteligente guía de su propio ego. Se hace consciente, por medio
de éste, de la vibración que emana de Su Maestro; aprende a sentirla cada vez
más, y a responder a ella más plenamente; finalmente se hace cada vez más
sensible a las alegrías, pesares y dolores de aquellos con quienes está
diariamente en contacto; siente que son sus alegrías, pesares y dolores, sin
embargo, no lo incapacitan.
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