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EL RESENTIMIENTO Y LAS QUEJAS
Renegar es una de las estrategias predilectas del ego para fortalecerse.
Cada queja es una historia inventada por la mente y la creemos ciegamente.
No importa si manifestamos nuestras quejas o si las pensamos en silencio.
Algunos egos sobreviven fácilmente a base de lamentos únicamente, quizás
porque no tienen mucho más con lo que identificarse. Cuando somos presa de
esa clase de ego, nos lamentamos habitualmente, en particular de los
demás. Sin embargo, es algo que hacemos inconscientemente, lo cual
significa que no sabemos lo que hacemos. Aplicar rótulos mentales
negativos a los demás, ya sea en su cara o cuando se habla de ellos con
otros, o sencillamente cuando se piensa en ellos, suele ser uno de los
componentes de este patrón. Utilizar adjetivos ultrajantes es la forma más
cruda de esos rótulos y de la necesidad del ego de tener la razón y
triunfar sobre los demás: "idiota, zorra, cabrón", son pronunciamientos
definitivos contra los cuales no hay argumento posible. En el siguiente
nivel más bajo en la escala de la inconciencia están los gritos y las
injurias, y bastante cerca, está la violencia física.
El resentimiento es la emoción que acompaña a las lamentaciones y a los rótulos
mentales, y refuerza todavía más el ego. El resentimiento equivale a sentir
amargura, indignación, agravio u ofensa. Resentimos la codicia de la gente, su
deshonestidad, su falta de integridad, lo que hace, lo que hizo en el pasado, lo
que dijo, lo que no hizo, lo que debió o no hacer. Al ego le encanta. En lugar
de pasar por alto la inconciencia de los demás, la incorporamos en su identidad.
¿Quién lo hace? Nuestra inconciencia, nuestro ego. Algunas veces, la "falta" que
percibimos en otra persona ni siquiera existe. Es una interpretación equivocada,
una proyección de una mente condicionada para ver enemigos en los demás y
elevarse por encima de ellos. En otras ocasiones, la falta puede existir pero la
amplificamos al fijarnos en ella, a veces hasta el punto de excluir todo lo
demás. Y fortalecemos en nosotros aquello contra lo cual reaccionamos en otra
persona.
No reaccionar al ego de los demás es una de las formas más eficaces no solamente
de trascender el ego propio sino también de disolver el ego colectivo de los
seres humanos. Pero solamente podemos estar en un estado donde no hay reacción
si podemos reconocer que el comportamiento del otro viene del ego, que es una
expresión de la disfunción colectiva de la humanidad. Cuando reconocemos que no
es personal, se pierde la compulsión de reaccionar como si lo fuera. Al no
reaccionar frente al ego logramos hacer aflorar la cordura en los demás, es
decir, oponer la conciencia incondicionada a la condicionada. En ocasiones
quizás sea necesario tomar medidas prácticas para protegernos contra personas
profundamente inconscientes. Y podemos hacerlo sin crear enemistad. Sin embargo,
la mayor protección es permanecer en la conciencia. Una persona se convierte en
enemiga cuando personalizamos la inconciencia de su ego. No reaccionar no es
señal de debilidad sino de fuerza. Otra forma de expresar la ausencia de
reacción es el perdón. Perdonar es pasar por alto o no reparar. No reparamos en
el ego sino que miramos la cordura alojada en la esencia de todos los seres
humanos.
Al ego le encanta quejarse y resentirse no solamente con respecto a otras
personas, sino también a las situaciones. Lo mismo que se le hace a una persona
se le puede hacer a una situación: convertirla en enemiga. La implicación
siempre es: esto no debería estar sucediendo; no quiero estar aquí; no quiero
tener que hacer esto; es una injusticia conmigo. Por supuesto el peor enemigo
del ego es el momento presente, es decir, la vida misma.
No se deben confundir las quejas con el hecho de hacer ver a una persona una
deficiencia o un error a fin de que pueda corregirlo. Y abstenerse de quejarse
no significa necesariamente tolerar la mala calidad o la mala conducta. No es
cuestión de ego decirle a un mesero que la sopa está fría y que debe calentarse,
siempre y cuando nos atengamos a los hechos, los cuales siempre son neutros.
Renegar es decir "Cómo se atreve a traerme una sopa fría". Hay allí un "yo" al
cual le encanta sentirse personalmente ofendido por la sopa fría y que va a
sacar el mayor provecho de la situación, un "yo" que disfruta cuando encuentra
la falta en el otro. Las quejas a las cuales nos referimos están al servicio del
ego, no del cambio. Algunas veces es obvio que el ego realmente no desee cambiar
a fin de poder continuar quejándose.
Trata de atrapar a la voz de tu mente en el momento mismo en que te quejas de
algo, y reconócela por lo que es: la voz del ego, nada más que un patrón mental
condicionado, un pensamiento. Cada vez que tomes nota de esa voz, también te
darás cuenta de que tu no eres la voz sino el ser que toma conciencia de ella.
En efecto, tu eres la conciencia consciente de la voz. Allá en el fondo está la
conciencia, mientras que la voz, el pensador, está en primer plano. Es así como
te liberas del ego, de la mente no observada. Tan pronto como tomes conciencia
del ego que mora en ti, deja de ser ego para convertirse en un viejo patrón
mental condicionado. El ego implica inconciencia. La conciencia y el ego no
pueden coexistir. El viejo patrón o hábito mental puede sobrevivir y reaparecer
durante un tiempo porque trae el impulso de miles de años de inconciencia
colectiva, pero cada vez que se lo reconoces, se debilita.
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