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LA
ENERGÍA DE LOS ALIMENTOS
Cada
alimento posee una energía que le caracteriza. Todos cumplen un perfecto
equilibrio, surgen en la estación adecuada y dejan paso a los siguientes. Así,
en verano encontramos alimentos acordes a la estación, por lo general alimentos
más expansivos, más ligeros, y en invierno alimentos más concentrados, más
densos.
Podemos
dividir estas energía en dos tipos: yin-yang.
Aunque no
hay nada que sea únicamente yin ni únicamente yang, puesto que yin y yang son
fuerzas antagónicas y a la vez complementarias, siempre hay una energía que
predomina sobre otra.
Cuando se
habla de que un alimento es yin o yang, quiere decir que tiene más de una
energía que de otra, pero está a la vez compuesto por las dos. Cuando decimos
que un alimento es demasiado yin o demasiado yang quiere decir que es demasiado
extremo, que tiene demasiados elementos de la energía que predomina y, en
principio, es desaconsejable. Por ejemplo, el azúcar es dulce, desmineraliza,
está refinado y proviene del mundo vegetal; son demasiados elementos yin,
difíciles de compensar. Por ello es mejor usar melazas que provengan de los
cereales o miel de buena calidad.
No somos
partidarios de prohibir ni descartar alimentos porque sean más yin o más yang, o
porque estén desaconsejados dietéticamente, pero sí creemos que es muy
importante saber cuándo no nos convienen ciertos sabores o cocciones y cómo
estamos energéticamente para saber qué necesitamos y de qué debemos prescindir.
Ésta es el recurso más importante en la cocina, la que nos permite producir un
cambio favorable en nuestro ánimo y en nuestra salud.
Teniendo
en cuenta estas características diremos que:
Yin es la
energía expansiva, los alimentos que contienen mayor cantidad de líquido, el
reino vegetal.
Yang es
la energía contractiva, los alimentos que contienen menos líquido, el reino
animal.
En verano
consumiremos alimentos que nos den ligereza, que nos refresquen, alimentos yin.
Por ejemplo, mayor cantidad de frutas, verduras, proteínas más ligeras, como el
tofu, y reduciremos la cantidad de cereal y de algas. De igual modo, las
cocciones deben ser ligeras, con poca sal, cremas de verduras, hervidos,
escaldados, vapores y alimentos crudos.
En
invierno consumiremos alimentos que nos den calor y preparen al cuerpo para el
frío, alimentos yang. Por ejemplo: más raíces, como zanahoria, nabo, chirivía;
verduras de la estación; aumentaremos el consumo de algas y cereales, así como
de pescado, tempeh y seitán. Las cocciones serán más prolongadas: sopas,
estofados, guisos, horneados y reduciremos los alimentos crudos.
Si comemos de acuerdo a las energías de las estaciones, nuestro cuerpo se
sentirá más preparado, tanto para resistir el calor como el frío.
Si
durante el invierno cocinamos de forma rápida, tomamos frutas, zumos, y líquidos
en exceso, nos constiparemos con mayor facilidad y tendremos más frío. A la
inversa ocurrirá si durante el verano consumimos productos con mucha sal, muy
cocinados, como por ejemplo los horneados, y ponemos poca atención en las
verduras frescas; esto nos ocasionará más sed y menor ligereza.
También
consideraremos la cantidad de cereales que ingerimos pues un exceso de cereal
tiende a secar el cuerpo y a algunas personas puede producirles exceso de calor
y mucosidades.

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