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Esquema del Árbol de
la Vida
Esquema de los
círculos de la manifestación del alma
Esquema del Árbol
místico
SÉPTIMA SEFIRÁ: NÉTSAJ, VICTORIA
Nétsaj representa la
polaridad activa o "fuerza" frente a la polaridad pasiva o "forma" de la
matriz mental de Hod. Y si definíamos esta última sefirá como el dominio del
pensamiento, Nétsaj es, propiamente, la esfera del sentimiento.
El sentimiento es una
fuerza empática que hace entrar en resonancia -que une entre sí en una
vibración común- al sujeto con el objeto que suscita la emoción o, mejor
dicho, con el "alma" de dicho objeto. La naturaleza de la fuerza sólo se
capta poniéndose en sintonía con ella y, por eso, Nétsaj se percibe mejor
mediante el arte, la danza, el ritmo, el color, en fin, mediante todo
aquello que haga vibrar nuestros propios sentimientos. En Nétsaj la
percepción es directa, sin la mediación de la mente racional. Esta después
elabora sobre la emoción suscitada, dirigiéndola, amplificándola o
inhibiéndola, ya que la emoción, por sí misma, tiende a la acción.
Nétsaj es también la esfera de las fuerzas de la naturaleza y por éstas hay
que entender los agentes activos, el alma de los fenómenos naturales. El
control de las fuerzas de Nétsaj (1) coloca al individuo por encima de la
esfera natural (2) y, por tanto, con la capacidad de "alterar" sus leyes.
Tal es el caso de Moisés, el prototipo humano de las fuerzas de Nétsaj.
Si nos fijamos en el
texto bíblico, en lo que constituye para muchos el milagro por excelencia
-la apertura del mar Rojo- vemos que efectivamente es el Eterno, la Fuerza
Omnipotente, la que efectúa el milagro (Ex: 14, 21: "...y el Eterno retiró
el mar mediante un fuerte viento solano..."), pero la intervención de Moisés
aparece determinante: él es el interruptor que deja pasar la corriente. Así,
en Ex: 14, 15-16, el Eterno le dice a Moisés: "¿Por qué clamas a mí? ¡Di a
los hijos de Israel que se pongan en marcha! Tú alza tu cayado, extiende tu
mano sobre el mar y sepáralo" (es decir, hazlo tú mismo). Y el versículo 21,
citado anteriormente, establece: "Moisés extendió su mano sobre el mar, y el
Eterno retiró el mar mediante un fuerte viento solano que sopló toda la
noche..." Aparentemente, es el viento el agente directo del prodigio: un
fenómeno igualmente natural. La esfera de la naturaleza permanece intacta.
En la vida cotidiana el posible funcionamiento "paranormal" está inscrito en
la propia naturaleza de las cosas. No viola la causalidad natural, sino que
pone en marcha una causalidad más profunda.
Porque Nétsaj, al nivel
psíquico personal y al nivel macrocósmico, es también la esfera de las
fuerzas arquetípicas; no tanto de los arquetipos en sí como de su acción
energizante, como polos de fuerza de un poderoso imán psico-astral.
Los arquetipos no tienen
una forma definida. Desde el punto de vista humano, sus manifestaciones
concretas, las llamadas imagos, están culturalmente condicionadas (lo que
nos lleva de nuevo a la actividad formativa de Hod), pero su realidad
interna es independiente de sus distintas formulaciones históricas en
símbolos y mitos, como atestigua la universalidad de sus rasgos esenciales.
Otro de los significados del término hebreo Nétsaj es "eternidad", aludiendo
precisamente a este substrato arquetípico en el que las cosas existen en un
estado atemporal, en un eterno "ahora", del cual podemos tener alguna
percepción cuando, libres de la mente inferior, nos dejamos fluir libremente
con los ritmos de la naturaleza.
Es así que Nétsaj es en
esencia aformal y por ello no puede ser captada analíticamente, sino de una
forma global, sintética. Eso es justamente lo que constituye el sentimiento
como función psicológica: la capacidad de percibir las cosas y situaciones
de un modo integral desde el punto de vista del individuo (del valor que
tienen para él). Pero no es una percepción pasiva, sino activa: moviliza las
energías en atracción o repulsión del objeto.
Cuando el sentimiento es
"conceptualizado", expresado verbalmente mediante la función de pensamiento
(que es la correspondiente a la sefirá complementaria Hod), su actividad
estructurante dota de forma a las energías emocionales de Nétsaj y las
canaliza en direcciones definidas. A esto nos referíamos al hablar de Hod
como esfera de la voluntad personal (razón estratégico-teleológica). O
también, en lenguaje metafórico, decíamos que la victoria era de Nétsaj y la
gloria de Hod: los arquetipos activos en Nétsaj resplandecen gracias a los
símbolos de Hod. Pero la luz misma no proviene de una ni de otra. Su fuente
inmediata está en la sexta sefirá: Tiféret.
El paso de la sexta a la
séptima sefirá puede concebirse como la dispersión de un rayo único de luz
blanca que se separa en las siete frecuencias vibratorias que constituyen
los siete colores de la luz visible. Las siete frecuencias estaban en la luz
blanca, solo que no eran percibidas separadamente. Sin embargo, ahora
divergen y cada una aparece en sí misma. Afirmándose, expresa su naturaleza.
Y las múltiples interacciones de los rayos entre sí dan lugar a toda la
riqueza cromática del mundo visible. Autoexpresión es otra de las palabras
clave que definen a la sefirá Nétsaj.
Y lo dicho antes
respecto a la palabra en Hod -letras, nombres, etc.- es ahora aplicable a
Nétsaj respecto de la vibración, ya sea ésta luminosa, sonora o de cualquier
otro tipo. Porque toda vibración evoca un sentimiento definido, y se puede
llegar a un delicado grado de diferenciación en ello.
Para canalizar una
fuerza no basta con nombrarla. Hay que sentirla, ponerse en sintonía con
ella. Lo cual no es sino adaptar nuestra propia frecuencia vibratoria a la
de la fuerza en cuestión. De ahí que el movimiento expresivo, la música, el
canto, el color, etc., siempre han constituido y constituyen una parte
importante de todo ritual.
Recapitulemos:
En Maljút tenemos el
cuerpo y los sentidos, en Yesod los instintos y la imaginación, en Hod el
pensamiento y la voluntad, en Nétsaj el sentimiento y las facultades
pasionales.
Nétsaj y Hod, Victoria y
Gloria, forman un contrapunto que puede resultar en una armonía expresiva o
en una serie de problemáticas disonancias.
El hombre natural -el
hombre ordinario- tiene su nivel de conciencia centrado en Yesod (ego),
desde donde estructura su mundo en una dualidad de conciencia y
subconsciencia (ver la figura). Yesod es el receptáculo de todas las
emanaciones provenientes de las sefirot superiores (entre las cuales se
encuentran las influencias de los estratos profundos de la psique, así como
de vidas anteriores, cristalizadas en pautas de acción y reacción, muchas de
ellas inconscientes).

Círculo de la
personalidad del Néfesh
Desde Yesod, el espejo
de la mente, la persona es consciente de pensamientos y sentimientos. Nétsaj
representa el punto de adquisición de su energía (ver la Figura). Son sus
emociones las que le impulsan y por eso Nétsaj tiene las riendas. Hod se
aplica a racionalizar las fuerzas de Nétsaj, organizando y dirigiendo la
actividad personal por medio de la voluntad.
El círculo de la personalidad centrado en Yesod recibe en Cabalá el nombre
de Néfesh, (Ver la figura), también llamada alma inferior o simplemente
"alma". Sin embargo, en Cabalá se consideran cinco estratos sucesivos del
alma, de la cual el néfesh es el inferior.
Suele decirse que el
néfesh es el alma instintiva y vital (que regiría las funciones
psicofísicas), pero ése es, por así decir, su arco inferior (néfesh behemit
o alma animal). El néfesh tiene también su propia inteligencia-energía (las
funciones de Hod y Nétsaj: el alma parlante) e incluso en su arco superior
toca a Tiféret (alma racional, de donde deriva el sentido de identidad que
el ego asume). El néfesh es, fundamentalmente, el asiento del "deseo de
recibir" en el individuo: la parte del mismo que busca satisfacer sus
propias necesidades, ya sean éstas puramente instintivas, afectivas o
intelectuales.
Como resultante de todas sus experiencias y en parte motivado por su
necesidad de adaptarse a sus condiciones de vida en Maljút, en Yesod el
individuo se ofrece a sí mismo una imagen más que parcial del conjunto de su
personalidad -la parte de la misma con la que se halla identificada-
permaneciendo el resto más o menos en la sombra (inconsciente). Pero el
núcleo de la verdadera identidad se halla en la sefirá siguiente, Tiféret,
que vamos a ver a continuación.
(1) La Victoria sobre
ellas, en vez de darle la Victoria a ellas. Este control, obviamente, sólo
se alcanza desde la esfera superior, desde Tiféret. Este es un principio
general: sólo se alcanza el dominio sobre las fuerzas de una sefirá al menos
desde la esfera inmediatamente superior.
(2) Con permiso divino;
si no, ningún ser humano puede tener dominio sobre ninguna sefirá en el
plano macrocósmico (3). Por el contrario, es su obligación esforzarse en
alcanzar este control en el plano de su propio microcosmos.
(3) Y así, los magos de
Egipto (ver libro del Éxodo) sólo logran imitar hasta la segunda plaga. |
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