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ESTAR
SIEMPRE CON LA ESCOPETA CARGADA O EL HACHA PREPARADA
Estas
expresiones «tan plásticas» ejemplifican muy bien la actitud que, sin darse
cuenta, mantienen muchas personas.
Sus
expectativas, y sobre todo sus pensamientos, condicionan las emociones y los
sentimientos que les producen determinadas situaciones y vivencias.
No son
conscientes de que llevan una especie de «censor» dentro, que a modo de juez
implacable dicta sentencias de condena de forma ininterrumpida.
Son
personas que están permanentemente insatisfechas, que da igual lo que hagan los
demás, pues rápidamente ven lo negativo en cualquier actuación. Hacen la vida
muy difícil a los que sienten más seguros o incondicionales (la pareja, hijos,
grandes amigos...). En función de sus características personales pueden adoptar
conductas muy contradictorias; en algunos casos se muestran encantadores/as con
la mayoría de la gente (compañeros, jefes, vecinos...) y auténticos «tiranos»
con su círculo más cercano. También pueden pasar de un extremo al otro con la
misma persona; al principio de la relación, en la fase de conquista, son
simpáticos/as, ocurrentes, divertidos/as, amables, alegres..., y en cuanto
sienten que ya han conseguido que se rindan a sus pies, enseñan su faceta más
agria y amarga.
Muchas
personas relatan cómo su pareja sufrió una auténtica transformación y pasó de
ser una persona maravillosa a un ser cruel y déspota, que parecía disfrutar con
el sufrimiento que causaba.
De todas
formas, sin llegar a esos extremos, algunas personas, cuando ya se sienten
seguras con alguien, tienden a relajarse demasiado y dejan de mimar y cuidar la
relación. Esta conducta es un auténtico disparate, pero cada vez se da con mayor
intensidad.
Ya
comentábamos en espacios anteriores que nos sentimos y reaccionamos mejor ante
el refuerzo positivo que ante el castigo, pero este principio tan básico aún no
se ha instaurado en la forma de comportarse de muchas personas que, a la mínima,
generan conflicto o discusión.
No debemos relajarnos, autoexcluirnos y pensar que no formamos parte de ese
perfil de personas, pues casi todos tenemos algún área donde somos especialmente
intransigentes o actuamos de forma poco objetiva. Es importante que
reflexionemos y pensemos de qué se nos quejan las personas más cercanas, qué
actitudes o conductas nuestras les resultan menos positivas o injustas, porque
seguramente estamos cometiendo una serie de errores de los que no somos
conscientes.
Con los
niños, los adultos generalmente estamos muy encima; cuando llega la
adolescencia, a veces para compensar, y sobre todo para autoafirmarse, los
jóvenes tienden a ponerse muy intransigentes, y esto forma parte del ciclo
normal, pero lo que no es lógico es que de adultos actuemos como adolescentes, o
sintamos que podemos tratar a las personas de nuestro alrededor como si fueran
niños.
En
definitiva, como ya exponíamos anteriormente, se consigue mucho más desde el
afecto, desde la cercanía y el respeto, que desde la tiranía, el castigo o la
intransigencia.
Estar
con el hacha levantada es sinónimo de inmadurez, de falta de control emocional y
de ausencia de habilidades para las relaciones interpersonales.
Si
queremos que una relación funcione, pongamos muchas dosis de flexibilidad, de
generosidad, de afecto, de humor y de actitud positiva.
Si además
de lo anterior, tratamos a la pareja con profundo respeto, no cometeremos el
siguiente error: querer cambiar a la pareja en lo fundamental. Tema que veremos
en el siguiente espacio.
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