¡NO
RENUNCIEMOS A SER NOSOTROS MISMOS! NO PERDAMOS NUESTRA IDENTIDAD, NUESTRA
AUTONOMÍA E INDEPENDENCIA
Cuando
preguntamos a las personas que se encuentran en esa fase tan difícil de la
ruptura o del desengaño, de qué se arrepienten más, qué es lo que no volverían a
hacer nunca, con mucha frecuencia nos dicen que lo peor que hicieron fue
quedarse solos/as, abandonar a sus amistades, dejar de tener vida propia y hacer
que todo girase en torno a esa relación que finalmente les ha fallado y les ha
conducido a una soledad dolorosa.
Este
fallo es más común en las mujeres. Su entrega es diferente, tienden a volcarse
tanto, a vivirlo con tal intensidad, que apenas se plantean que se están
quedando solas y que están abandonando al resto de las personas de su entorno.
Los
hombres generalmente siguen saliendo con sus amigos; ellos separan ambas
relaciones, no abandonan una en función de la otra, y aunque a muchas mujeres
les parezca una actitud egoísta, la realidad es que es mucho más sano conservar
el círculo de amistades y de personas cercanas que encerrarse y limitarse sólo a
la pareja o a las amistades del otro.
Aislarse produce necesariamente empobrecimiento, genera inseguridad y nos resta
autonomía, independencia y equilibrio emocional.
Las
relaciones afectivas serán más sanas y saludables en la medida en que sigan
potenciando las relaciones de amistad, de compañerismo, de inquietudes
intelectuales... Los dos miembros de la pareja conservarán sus hobbíes,
compartirán parte de su ocio y su tiempo libre, pero recordarán que sólo el
crecimiento continuo potencia las relaciones gratificantes y duraderas.
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