CÓMO
ALCANZAR ACUERDOS RAZONABLES
Una vez
que los dos miembros de la pareja, o al menos uno, han logrado mejorar el
proceso de comunicación y el control de sus emociones negativas, es el momento
de alcanzar esos acuerdos razonables, que tan beneficiosos resultan en la
superación de las áreas más conflictivas.
Estos
acuerdos constituyen una herramienta muy eficaz para superar problemas y
situaciones conflictivas que influyen negativamente en la pareja.
Algunos
consejos prácticos nos resultarán muy útiles para alcanzar estos «acuerdos»:
— Los
acuerdos son un punto de partida. En consecuencia, no podemos empezar exigiendo
las metas u objetivos finales. Por ejemplo: Punto departida, «Deseo que después
de cenar hablemos todos los días durante diez minutos». Ejemplo: Objetivo final:
«Deseo que nuestra comunicación sea siempre fluida, transparente y espontánea, y
adquiera la máxima prioridad en la relación de pareja». Sería un grave error
empezar por un objetivo final tan difícil y tan ambicioso.
— Los
acuerdos deben referirse a áreas que resulten importantes para uno o los dos
miembros de la pareja. Es importante que busquemos el momento apropiado y las
circunstancias idóneas para establecer los acuerdos. Nunca pretenderemos
establecer un acuerdo en medio de una discusión o bajo los efectos de una
situación de tensión emocional. Tampoco lo haremos cuando al menos uno de los
miembros de la pareja esté muy cansado, triste o agresivo...
— Los dos
miembros harán una lista de las conductas de su pareja que desearían que se
modificasen, pues se sienten «mal» cuando ocurren y les resultan difíciles de
llevar.
—
Posteriormente graduarán la dificultad que puede tener su pareja para cambiar
esas conductas que le estamos pidiendo. Es decir, harán una valoración de lo que
ellos estiman que le puede costar a su pareja modificar cada conducta. Por
ejemplo: recoger el baño tiene una dificultad 3; levantarse cuando los niños
lloran por la noche tiene una dificultad 4; escucharme todos los días cuando le
cuento mis problemas de la jornada tiene una dificultad 1 (máxima dificultad).
— A
continuación examinarán las conductas propias que piensan que deberían cambiar;
entre otras cosas porque reconocen que no son apropiadas, o porque su pareja se
lo ha expresado reiteradamente.
— Después
valorarán la dificultad que tendrían para cambiar esas conductas propias.
-
Finalmente harán un ejercicio de selección, en el que elegirán qué conducta le
piden a la pareja que cambie a lo largo de la próxima semana, y qué conducta
propia ofrecen cambiar durante esa semana.
— Las
conductas que se deben cambiar se expresarán en términos muy concretos y
específicos, para que ambos miembros tengan muy claro qué es lo que el otro les
pide a ellos, y qué es lo que pueden esperar que les ofrezca.
Por ejemplo: «Durante esta semana vendrás todos los días a casa antes de las
nueve de la noche (suponiendo que salga de trabajar a una hora fija, por ejemplo
a las ocho, y que acostumbre a llegar después de las nueve), y yo te recibiré
sin hacerte reproches por todo lo que me ha pasado durante el día».
— Al
final habrá que alcanzar un «acuerdo» entre lo que cada uno le pide al otro; es
decir, si un miembro de la pareja está dispuesto a ofrecer una lista de cosas
que cambiar, pero el otro miembro le pide algo diferente, lo que tendrá que
intentar cambiar será lo que al otro le molesta, y cada uno tendrá libertad para
decidir qué es lo que le pide a su pareja.
— La
dificultad de ambas conductas, la que uno solicita y la que te solicitan, debe
ser proporcional. Por ejemplo: «Todos los días estarás de buen humor y no
chillarás en ningún momento (conducta muy difícil, pues implica un nivel de
control muy fuerte y un cambio de hábitos complicado); a cambio yo compraré el
pan y la prensa (desproporción evidente)».
— En
función de la relación que exista en la pareja, graduaremos la dificultad de
nuestras peticiones. Es decir, cuanto más difícil sea la relación, más fáciles
de conseguir serán las peticiones que cada uno establezca al principio del
programa. Por ejemplo: «Cuando te marches por la mañana dirás adiós, y cuando
vuelvas darás las buenas noches (petición para una pareja donde la convivencia
esté muy deteriorada)». En estos casos conviene no tener prisa en los primeros
objetivos que se pueden lograr, pues fácilmente caeríamos en el error de ahogar
las escasas posibilidades de mejora o «arreglo» que tenga la pareja. Sólo el
cambio gradual y continuo, con una graduación muy bien realizada del nivel de
dificultad, nos ofrecerá una mejoría significativa.
— Todo lo
que pidamos a la pareja o ella nos pida debe ser negociado y consensuado.
Ninguno de los dos puede imponer su criterio al otro. Aunque cueste, es
necesario alcanzar un acuerdo consensuado. Recordemos que en la relación de
pareja, los acuerdos impuestos no funcionan, sólo contribuyen a distanciar más a
sus integrantes y a que al menos uno de los dos miembros no se sienta respetado,
ni comprendido, ni valorado por el otro.
— Una vez
que la pareja se haya puesto de acuerdo en las conductas seleccionadas,
verbalizará «en positivo» lo bien que cada uno se sentirá cuando el otro
consiga la conducta que le hemos pedido. De la misma forma, tratarán de ponerse
en el lugar del otro, para valorar el esfuerzo que cada uno realizará.
— Cuando
empiece «el acuerdo», cada uno se esforzará por «reforzar» la conducta que la
pareja esté intentando cambiar; es decir, si hemos pedido a nuestra pareja que
nos pregunte todos los días cómo estamos de ánimo, por ejemplo después de cenar,
cuando lo haga le comentaremos lo bien que nos sentimos ante su esfuerzo, y le
comunicaremos cómo esa conversación nos ayuda a recuperar fuerzas y ánimos
después de una dura jornada.
- Con
frecuencia, la pareja establecerá una serie de «premios» para fortalecer las
conductas que se están intentando cambiar; de la misma forma, se detallarán las
faltas en que incurrirán por su incumplimiento. Por ejemplo: «Si durante la
semana todos los días has ayudado durante 45 minutos a hacer los deberes a los
niños, el fin de semana invitaremos a tus amigos a venir a casa y jugaremos al
paddle». «Si no has logrado cumplir tu compromiso los días de diario, te tocará
ponerte con los niños durante el fin de semana una hora y media cada día, y les
llevarás tú al entrenamiento de fútbol el sábado por la mañana». Aunque parezca
«muy infantil» contemplar en un acuerdo entre adultos este tipo de «premios y de
faltas», la realidad es que nos movemos en función de los antecedentes y las
consecuencias de nuestras conductas; es decir, si al integrante de la pareja que
no está los 45 minutos con los niños haciendo los deberes no le pasa nada, o
todo lo que recibe es la amonestación o «bronca» de su pareja por no hacerlo
—amonestación ante la que está insensibilizado después de escucharla tantas
veces—, seguramente seguirá sin conseguirlo las siguientes semanas; lo mismo
ocurre si se esfuerza y está los 45 minutos, pero no recibe ningún
reconocimiento «extra» a cambio: pronto dejará de esforzarse y no realizará algo
que le cuesta y no le supone un refuerzo positivo por parte de su pareja. No nos
engañemos, los adultos necesitamos recompensas o, de lo contrario, ¿creemos que
la mayoría de las personas irían a trabajar todos los días, si el trabajo no
llevara unido una recompensa económica? ¿El sobresaliente que saca un niño no le
anima más que un suspenso?
¡Cuidado
en este sentido cuando nos empeñamos en que los demás hagan las cosas por
obligación! A la mayoría de los niños les cuesta esforzarse y estudiar, y aunque
pensemos que es su obligación, que es lo que deben hacer a esa edad, más nos
vale que reforcemos esas conductas, que les reconozcamos ese esfuerzo, que les
felicitemos por sus logros, si queremos que sigan esforzándose. A los adultos
nos pasa algo parecido, no es fácil pasarse el día «de obligación en
obligación», levantándonos antes de lo que nos apetecería, trabajando más horas
de las que nos gustaría, no teniendo tiempo para nosotros mismos, luchando para
salvar todos los imprevistos en ese difícil día a día en que se ha convertido
nuestra vida, si encima, al final de la jornada, sentimos que no hemos tenido
ningún refuerzo, ningún reconocimiento por nuestra labor.
De ahí
que sea tan importante el propio reconocimiento interno, la valoración de uno
mismo, pues, de lo contrario, estaríamos siempre en manos de los demás, y a
veces los que nos rodean son fantásticos y nos muestran su apoyo y su
valoración, pero otras son menos generosos, o nada sensibles, o hasta injustos y
agresivos, y lo que recibimos de ellos no son precisamente halagos, sino
castigos.
Si todos
tenemos claro que los castigos no nos gustan, y lo pasamos mal, por muy adultos
que seamos, ¿por qué nos cuesta tanto reconocer que necesitamos los refuerzos,
los reconocimientos, los premios, las recompensas...?, ¿acaso es que los adultos
hemos dejado de ser personas y ya no sentimos?
Este es
un error muy frecuente, que trataremos en un espacio posterior, en la lista de
errores que no debemos cometer. Así, recordemos:
Los
adultos, afortunadamente, seguimos siendo humanos. La edad no nos ha quitado la
sensibilidad, ni los sentimientos, ni la emoción que nos produce sentirnos
valorados, aceptados y queridos.
— Los
acuerdos deben redactarse en positivo. La pareja intentará por todos los medios
facilitar el cumplimiento de las conductas, y con ello el refuerzo de las
mismas, antes que la sanción por su incumplimiento.
— Cada
día anotaremos las conductas que el otro ha hecho, en lo que se ha esforzado, lo
que ha conseguido, lo que no pudo alcanzar..., así como lo que nosotros hemos
sentido ante la presencia o ausencia de esas conductas; igualmente anotaremos lo
que nosotros hemos hecho, lo que hemos conseguido, lo que no hemos logrado...,
dentro de lo que habíamos acordado. Este registro nos permitirá ver la evolución
de cada miembro de la pareja y evitará discusiones inútiles sobre si cumplimos o
incumplimos los términos del acuerdo.
— Cada
semana revisaremos el acuerdo. Para ello habrá que fijar previamente un día y
una hora. Por ejemplo: «Analizaremos cómo ha ido el acuerdo el sábado, después
de comer». Cuando se revise, se marcarán los objetivos, las peticiones y los
compromisos para la siguiente semana.
— A
medida que vayamos alcanzando acuerdos, mejoraremos en nuestra comunicación e
intensificaremos al máximo las conductas reforzantes. En consecuencia,
manifestaremos lo bien que nos sentimos ante el esfuerzo, la pericia o la
habilidad que está demostrando la pareja. Igualmente, verbalizaremos cómo nos
encontramos cuando conseguimos realizar la conducta que nos han pedido; cuando
controlamos manifestaciones que antes causaban dolor en la pareja, cuando nos
sentimos más contentos y satisfechos...
— En el
acuerdo se incluirán las conductas con otros miembros de la familia y personas
cercanas: hijos, familiares, amigos...
— Por
último, para darle mayor fuerza y adquirir el máximo nivel de compromiso, los
dos miembros de la pareja firmarán el acuerdo que hayan alcanzado. Esta práctica
puede resultar chocante, pero resulta muy eficaz para potenciar al máximo el
compromiso de ambas partes y el esfuerzo que la pareja realizará. Si uno de los
miembros de la pareja se resiste a ponerlo por escrito y firmarlo, habrá que
comentarle que nuestra memoria es frágil y que así evitaremos discusiones
posteriores sobre los contenidos del acuerdo. Por otra parte, al tener que
escribirlo, realizamos un esfuerzo de síntesis y de clarificación de conductas y
objetivos que resulta muy beneficioso para la puesta en marcha del acuerdo.
Al final,
si trabajamos positivamente para reducir al máximo lo que nos separa, cada vez
potenciaremos más lo que nos une y, poco a poco, la relación será más
satisfactoria para los dos miembros de la pareja.
Por el
contrario:
Si a
pesar de nuestros esfuerzos, siguen creciendo nuestras diferencias y
desencuentros, habrá llegado el momento de tomar las medidas que la situación
demanda. No se trata de castigar al otro, ni de que la pareja se autoflagele, se
trata de encontrar la vía que termine con un sufrimiento absurdo o con una
relación imposible.
Vamos a
profundizar en el siguiente espacio en todo aquello que acerca a la pareja.
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