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¿LEGALIZAR LAS DROGAS?
Periódicamente resurge el debate sobre la legalización de la droga y la
consiguiente despenalización del consumo. Los menguados frutos de la
represión llevan a plantear si lo peor del problema de las drogas no será el
hecho de que estén prohibidas, pues esto causa un comercio ilícito muy
lucrativo con su cortejo de delincuencia en la calle. También se aduce el
respeto a la libertad del individuo: el Estado no es quién para dictar a la
gente lo que debe o no consumir.
Los promotores de la propuesta de legalización son políticos, juristas,
científicos e intelectuales de reconocido prestigio y armados de la mejor
buena fe, desencantados ante la aparente inutilidad de las medidas
represivas. Aunque no siempre defienden un derecho a las drogas (algunas
organizaciones sí que lo dicen abiertamente), los partidarios de
legalizarlas sostienen que ésa es la manera más eficaz de controlarlas, y
sin los inconvenientes de la represión. Así, las drogas serían baratas, no
haría falta delinquir para obtenerlas y el comercio estaría regulado y
vigilado. Asimismo, el dinero que cuesta la lucha contra la droga se podría
emplear en programas de prevención y rehabilitación de drogadictos. Y no hay
motivos para pensar, añaden, que la legalización llevaría a un aumento de la
drogadicción, si se acompaña de medidas educativas y preventivas.
Ahora bien, antes de dar este paso habría que responder a varias preguntas
difíciles. Por ejemplo, ¿qué drogas se legalizarían: la marihuana y otras de
semejante potencia, o todas? Si fueran sólo las primeras, los inconvenientes
de la represión quedarían intactos respecto a las otras, mientras que
aquéllas (las legalizadas) seguirían sirviendo -y con más facilidad que
antes- de primer paso hacia otras aún más peligrosas (aunque el fenómeno de
la escalada es un tema controvertido, y no necesariamente quien fuma
"porros" ha de pasar luego a la cocaína o la heroína, sí que es elocuente el
ejemplo de que el subir a un primer piso de una casa, no indica que se haga
al segundo, pero nadie va al segundo sin pasar por el primero).
Otra cuestión importante. ¿En caso de legalización, con qué reglamentación
se haría? En este caso, las drogas estarían sometidas a un régimen de
distribución pública, preferentementemediante monopolio, y con reglas
estrictas: límite de edad para adquirirlas, cantidad máxima que se pudiera
comprar de una vez, establecimientos autorizados para venderlas, titulación
universitaria de los expendedores (farmacéuticos, médicos), responsabilidad
sanitaria y penal de estos profesionales, tipo de publicidad permitida, etc.
Y cada limitación legal es un motivo para que haya mercado negro. Asimismo,
los grandes narcotraficantes saldrían beneficiados con la legalización:
inundarían el mercado con droga más barata (pueden hacerlo ya que funcionan
con unos márgenes amplísimos) y conseguirían millones de nuevos adictos. La
legalización, pues, no significa quitar el negocio a los criminales, sino
poner al Estado a competir con ellos. Y en esta competencia, quien tiene la
responsabilidad de la salud pública lleva siempre las de perder.
Los que piensan que un mercado libre de la droga puede existir de la noche a
la mañana desconocen u olvidan que es difícil encontrar un mercado que no
esté repleto de normas, controles y verificaciones. ¿Es tan eficaz la
legalización si se sabe que hay muchos más muertos por sobredosis que por
adulteración de drogas?..."
Por otro lado, ¿es posible legalizar la droga en un solo país? Porque si no
lo hacen todos, o si los criterios no son uniformes, el país más permisivo
recibiría una invasión de adictos extranjeros (como ocurre ya en Holanda).
Con la legalización no es el producto lo que se liberaliza, sino que se
convalidan las razones que llevan a consumirlo. ¿Cómo liberalizar las drogas
a la vez que se intensifica la campaña contra el alcohol y el tabaco?; ¿cómo
seguir reprimiendo el tráfico (no oficialmente controlado) cuando el consumo
sea legal y, por tanto, considerado inocuo?... Obviamente, despenalizar
estimula el consumo. Es cierto que, en el caso de la marihuana y el hachís,
ya existe una tolerancia de hecho, y estas drogas son fáciles de obtener
aunque estén prohibidas. Pero la penalización no tiene por objeto principal
mandar a la cárcel a los que fuman porros -cosa que no se hace-, sino
disuadir a los que no los han probado y poner dificultades a los
consumidores ocasionales, que todavía no están "enganchados". De ser libre
la venta, el consumo infantil y juvenil se prevé que se incrementaría en el
doble o el triple de los niveles actuales. Sería como una nueva variante de
genocidio; genocidio químico y lento... con víctimas infantiles. Aunque la
ilegalización no solucione por sí sola el problema, en nuestra opinión es
imprescindible. Sin ella, las medidas educativas y preventivas perderían
gran parte de su eficacia. ¿Cómo legalizar las drogas y pretender luego
convencer a los jóvenes de que son dañinas? Precisamente, prohibirlas es una
forma de educar. |
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