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El veneno en la
boca.
La disputa sobre la amalgama como empate dental continua. Críticos
califican el uso despreocupado con el relleno mercurial de “delito grave a
la humanidad”.
El instituto Federal de Medicamentos de Alemania afirma ahora que “la
amalgama contribuye censurablemente a la contaminación del hombre”.
Todavía no se ha llegado a una prohibición del material controvertido. No
es extraño, porque la amalgama es un tema político: pues un 95% de la
población tiene amalgama en su boca. Un saneamiento general de los dientes
costaría millones de euros. Además, quizá no les interese.
Desde que se empastan los dientes careados con amalgama hay disputas sobre
el material mercurial. Poco después de su presentación estalló en el año
1833 la “primera guerra de la amalgama” en EE.UU.
De repente aparecieron enfermedades desconocidas y pocos años después se
volvió a prohibir la amalgama. Dentistas, que después de la prohibición
continuaron utilizándola, perdieron su licencia.
Pero lo prohibición duró poco tiempo. Bajo la presión de la industria y
ciertos políticos quedó anulada en el año 1860 y de pronto la amalgama fue
considerado un material de empaste valioso, porque era barato y fácil de
elaborar. No obstante aumentaron entonces las intoxicaciones de mercurio.
Informes sobre este tema fueron desmentidos e ignorados. La nueva
enfermedad se llamó “neurastenia” y se consideró causada de forma
“psicosomática”.
El
reconocido profesor de química Dr. Alfred Stock, director del Instituto
Max-Planck de Berlín en 1926, demostró en su día en varios experimentos
que el mercurio sale de los empastes de amalgama y puede ser acogido por
el cuerpo. Dijo: “No hay ninguna duda que muchos síntomas, entre ellos
fatiga, depresión, irritabilidad, vértigo, amnesia, inflamación bucal,
diarrea, inapetencia, catarros crónicos son muchas veces ocasionados por
el mercurio al que el cuerpo está expuesto por sus empastes de amalgama,
en cantidades pequeñas pero continuas. Los médicos deben prestar seria
atención a este hecho. Entonces, probablemente se comprueba que el uso
despreocupado de la amalgama como empaste dental ha sido un delito grave a
la humanidad”.
El Dr. Daunderer, hoy el crítico más mordaz, tranquilizó durante casi dos
décadas a los dentistas respecto a la amalgama hasta que “encontramos por
casualidad en una niña de diez años, que se encontró en coma, como única
causa de su intoxicación crónica de mercurio cinco empastes de amalgama”.
Desde entonces, el Dr. Daunderer demostró intoxicaciones en más de 10.000
pacientes. “Estamos sorprendidos de los daños provocados por la
intoxicación crónica. Probablemente mueren solo en Alemania miles de
personas bajo los signos de un infarto de corazón o de un ataque de
apoplejía por consecuencia de la amalgama”.
El relleno de amalgama gris-metálico se elabora mezclando mercurio líquido
(porción del 50%) con un polvo de aleación.
Siete empastes de amalgama corresponden a un peso de unos dos gramos de
mercurio puro. En los países accidentales la media son doce empastes por
ciudadano (3 a 4 gramos). Tan solo un gramo de mercurio conduciría a la
muerte por inyección directa. Soportamos esta gran cantidad de mercurio
porque en primer lugar en su forma metálica, que relativamente es poco
tóxica y en segundo lugar porque se disuelve y es absorbido por el cuerpo
lentamente. A solo 20 grados centígrados se evapora el mercurio y en esta
forma de vapor es altamente tóxico. Al existir en la boca a veces a
temperaturas entre 40 y 60 grados, continuamente se libera vapor de
mercurio y es absorbido por el organismo. Esta liberación de mercurio
aumenta al masticar fuertemente, pasta dentífricas con fluor, comidas y
bebidas calientes o ácidas, fumar y masticar chicles.
¡Investigadores de la Universidad de Erlangen descubrieron que al masticar
chicles el contenido de mercurio en la saliva sobrepasa el valor máximo
autorizado de mercurio en agua potable por el factor 190!
Numerosos estudios confirman que el mercurio perjudica y bloquea
determinadas hormonas, receptores y enzimas. Así se perturba
principalmente el metabolismo en el cerebro, los nervios, las proteínas,
grasas, hidratos de carbono y vitaminas. Esto se refleja en múltiples
enfermedades que el “médico clásico” normalmente no se puede explicar,
pues en la formación de los médicos las intoxicaciones apenas tienen
importancia.
El mercurio también ataca el sistema inmunitario, así que hongos (p.ej.
candida), virus y bacterias pueden extenderse muy fácilmente. La
consecuencia: aún más enfermedades. Puesto que el mecanismo natural de
desintoxicación esta paralizado no se puede excretar otras sustancias
nocivas de nuestro entorno que absorbemos involuntariamente cada día
(barniz de madera, formaldehído, plomo, cadmio) y se almacenan en el
cuerpo.
El Dr. Daunderer describe los siguientes síntomas principales de la
intoxicación de mercurio:
Poca vitalidad, irritabilidad, dolor de cabeza, mareos, temblores,
molestias intestinales, pérdida de memoria, insomnio, debilidad muscular,
dolores de espalda, de mandíbula, alergias, nerviosismo, depresión,
perturbaciones de coordinación, parálisis, perturbaciones de vista y oído,
defensas bajas frente a infecciones, arritmia, anemia.
Síntomas de enfermedades que hoy en día siguen siendo interpretados como
psicosomáticos, y esto después de 160 años de experiencia con amalgama. A
buen entendedor pocas palabras bastan.
La mayoría de la gente sufren tarde o temprano un desequilibrio a
consecuencia de las cantidades continuas de mercurio. Se sienten cansados
y agotados, apáticos, con ganas únicamente de estirarse en el sillón
delante de su televisión. Pero se acostumbra a eso y a lo mejor se culpa a
la edad. Cada vez falla más la memoria. Y con el paso de los años el
médico de cabecera diagnosticará una de esas enfermedades tan
desgraciadamente populares últimamente. ¿Y quien se imagina que la culpa
la pueden tener los dientes? Sin duda, hay quien lo sabe muy bien. |
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