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LA UTILIDAD DEL MIEDO A LA
MUERTE
El miedo, a pesar de estar asociado a la idea de una experiencia emocional
desagradable, es útil en tanto que es uno de los instrumentos de adaptación
y conservación de la especie, como ya hemos dicho. El miedo nos protege en
tanto que nos sirve para apartarnos de lo que nos daña antes de que el daño
se produzca y, aunque es un compañero incómodo con el que convivimos a
fuerza de vergüenza, culpa y excusas, nos sirve para combatir la
incertidumbre del porvenir. Al adelantarse al futuro, el miedo crea el
futuro. Con el miedo nos adelantamos al dolor y la desgracia, los
transformamos en un evento de la imaginación, y en cierto modo nos ponemos
al mando. Gracias al miedo le damos forma a lo desconocido que nos acecha, y
lo que tiene forma, ya no es tan terrible. Aunque se vive, se experimenta y
es por eso incomunicable, cuando podemos expresarlo, identificarlo o
precisarlo lo convertimos en un temor concreto que podemos compartir con
otros.
El miedo a la muerte está relacionado directamente, al menos, con dos
características: la indefensión del sujeto humano frente a lo real de la
muerte y la soledad (aunque todos morimos solos, no es deseable morir en
soledad) y la toma de conciencia del hecho de que morimos de forma
particular. Una de las condiciones para que aparezca miedo a la muerte es,
por tanto, tomar conciencia de ello. La conciencia de la muerte es una de
nuestras características fundamentales, puesto que somos los únicos seres
vivos que sabemos, aunque nos pasemos la vida intentándolo olvidar, que
vamos a morir.
Ahora bien, que temamos a la muerte no implica que tengamos que hacer de
este hecho algo trágico y terrible, y en este sentido las actitudes,
creencias y comportamientos que tenemos ante la muerte están muy
determinados por lo que hemos aprendido del trato que la cultura, donde
vivimos, da a estas temáticas y que, al menos en la nuestra, no es otro que
el de silenciarlas. Cuando no podemos pensar ni hablar sobre algo
desconocido tampoco podemos dar forma, ni adelantarnos al dolor y la
desgracia, ni compartir con otros nuestro miedo haciendo que éste sea un
motivo de acercamiento y compañía. Sólo nos queda entonces la incertidumbre
y quizás por eso la muerte aparece tan terrible cuando se presenta. Tomar
conciencia de que vamos a morir es una manera de valorar la vida y hacer que
nuestro paso por ella no sea inútil. Saber que hay límite implica también la
posibilidad de valorar y cuidar lo que tenemos antes de que nuestro tiempo
nos señale que vamos a perderlo y entonces sea ya demasiado tarde.
Aunque tanto el hombre como el animal envejecen y mueren, sin embargo,
habría que señalar tres diferencias fundamentales entre ambos: el hombre es
el único animal que sabe que envejece, que sabe que ha de morir y el único
al que le duele la vejez y teme a la muerte.
La inutilidad del sufrimiento que provoca el miedo a la muerte
Para algunas personas el hecho de tomar conciencia de la muerte, ver escenas
donde muere alguien o pensar en ello, les causa un estado de alerta y
sensación de amenaza que puede desorganizar su equilibrio vital y
relacional. Estamos hablando cuando, sin que exista un peligro real, la
muerte se convierte en un sufrimiento más o menos constante, con las
características de un miedo fóbico, pasando a ser un trastorno que no
favorece ni es útil a la vida de las personas. En estos casos, el miedo a la
muerte está asociado a problemas con la vida.
No es tanto temor a morir como a vivir y desear. Para estas personas la
cobardía se convierte, más allá de su voluntad, en el motivo de su
sufrimiento.
Cuando una persona tiene un síntoma no es porque quiera tenerlo sino porque
desconoce la causa del mismo y por tanto sólo puede padecerlo.
El miedo a la muerte, con todo el elenco sintomático de manifestaciones en
que se presenta, se pone al servicio de un inmovilismo que imposibilita en
casos extremos vivir. No se trata tanto de la falta de satisfacción con la
que por ejemplo la persona depresiva se dirige a la vida y en la vida, como
de la cobardía. Tratándose de la cobardía, es la culpa lo que impera, y el
sufrimiento generado por el miedo es el castigo.
Pensamientos de pérdida continuos, temor permanente a morir y a la muerte de
las personas cercanas, presentimientos de desgracias por venir cuando se
está bien o se ha obtenido algo agradable de la vida y de los otros, son
algunas de las cuestiones que aparecen ocupando de manera anticipada la vida
de estas personas. En estos casos, las relaciones con los proyectos vitales
se hacen muy ajustadas y dificultosas para ellas y para las personas de su
entorno. Restringen sus movimientos, sus contactos, sus relaciones sociales
y también los de aquellos con los que conviven.
Aunque, aparentemente, lo que se expresa y se manifiesta es un temor a la
muerte, lo que se enuncia está relacionado con cierta dificultad para
situarse en un ciclo donde las cosas empiezan y terminan. Por tanto empezar
algo es también enfrentarse al hecho de que ha de terminar, y esto produce
angustia. Evitando la idea de la muerte evitan también vivir. No iniciando,
no moviéndose o moviéndose con todo tipo de rituales o protecciones
pretenden crear la ilusión de eternidad, o bien pensando y teniendo presente
siempre a la muerte creen generar una manera de controlarla o bien
mantenerla a distancia.
La muerte puede ser, para algunas personas, un tema recurrente en su
pensamiento y causa de síntomas y malestar permanente. En estos casos,
obstaculiza la vida misma. Cuando el miedo a la muerte se convierte en un
miedo fóbico es necesario consultar a un especialista para trabajar el
problema.
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