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  EL TRATAMIENTO DE LA AGORAFOBIA

Los psicofármacos y las terapias psicológicas han mostrado su eficacia en el tratamiento de la agorafobia.

Los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS), las terapias cognitivo-conductuales y la conjunción de ambas son abordajes eficaces para el tratamiento de la agorafobia. Los ISRS, especialmente la paroxetina, han ido mos­trando su eficiencia, frente a los ansiolíticos y benzodiacepinas tradicionales. Hoy día constituyen el tratamiento psicofarmacológico de primera elección para el trastorno de pánico y la agorafobia.

Los estudios sobre terapias psicológicas empíricamente apoyadas, han identificado dos tratamientos eficientes: la exposición en vivo y las terapias cognitivo-conductuales.

La exposición y/o autoexposición en vivo implica que el paciente se exponga a los estímulos temidos gradualmente. De acuerdo con la teoría del procesamiento emocional del miedo, es necesario que la persona se exponga a los estímulos temidos, activando su ansiedad, con la finalidad de romper el núcleo de redes sensoriales, cognitivas y afectivas que han ido generando. Las técnicas expositivas anulan la ansiedad frente a ciertos estímulos y facilitan la adquisición de nuevas respuestas emocionales frente a los mismos, al producirse un proceso de deshabituación (extinción). Esta exposición debe hacerse progresiva­mente, controlando los niveles de ansiedad y facilitando que la persona modifique sus pensamientos catastrofistas, de este modo sus sensacio­nes negativas disminuyen y su valoración afectiva (miedo) se desva­nece, habituándose a los estímulos fóbicos.

Los tratamientos cognitivo-conductuales consisten en paquetes terapéuticos que suelen incluir una sesión psicoeducativa sobre qué es la agorafobia, técnicas de control de la activación negativa (respiración, relajación), exposición interoceptiva (exposición a los síntomas somáticos de la ansiedad) y reestructuración cognitiva (modificación de los pensamientos catastrofistas). Un elemento central de estos paquetes es, de nuevo, la exposición en vivo.

Con todo, la fase de exposición es crucial y, paradójicamente, supone una gran limitación terapéutica para muchos pacientes con agorafobia, especialmente los más graves. En los últimos años se han venido utilizando las técnicas de exposición a realidad virtual (TERV) como formas alternativas a la exposición en vivo o en imaginación. Las conclusiones a estos trabajos, indican que las TERV parecen ser tan efectivas como otros pro­cedimientos terapéuticos. Sin embargo, el cuerpo teórico que subyace está aún en un estado inicial y existen cuestiones por resolver.


Recuerda

En síntesis, la agorafobia es una fobia caracterizada por un miedo intenso a perder el control y no poder recibir ayuda, ya sea porque no es posible en el lugar donde estamos o porque resulta incómodo o embarazoso salir de él. Esto propicia que el miedo intenso aparezca o se anticipe en lugares que no están bajo nuestro control (sitios públicos, lugares abiertos, etc.). La agorafobia puede deberse a diferentes motivos, entre los que encontramos el aprendizaje de conductas evitativas o de huida efe algunas situaciones producto de algún ataque de pánico previo, los pensamientos catastrofistas sobre algunas sensaciones corporales negativas (temblor, sudoración, elevación de la tasa cardiaca...), y la vinculación de esos pensamientos con emociones muy intensas de miedo y/o vergüenza. La agorafobia, si no se trata a tiempo, se puede cronificar. En su grado más grave termina por recluir al paciente a su ámbito familiar. Hoy día se dispone de tratamientos eficaces, tanto con psicofármacos (paroxetina), como psicológicos (exposición, reestructuración cognitiva), o con la combinación de ambos. El uso de la realidad virtual está configurándose como una alternativa de expo­sición facilitadora a los estímulos fóbicos.


Recomendaciones prácticas

Es probable que a lo largo de nuestra vida hayamos experimentado o experimentemos sensaciones desagradables en lugares incómodos o en circunstancias complicadas para pedir ayuda. Si sufrimos taquicardia. sofoco, sudoración inesperada, sensación de pérdida de conciencia, es normal que nos preocupemos: podemos estar pasando por una crisis hipoglucémica, por los efectos de alguna descompensación fisiológica o algo similar. El que nos sobrevenga en esas circunstancias algún pensamiento negativo («¿Y si estoy pasando por algo grave...?») también es normal. Conviene no patologizar lo cotidiano. No todo en nuestra vida va a ser positivo y no siempre vamos a tener una explicación para todo. Lo que no es normal es que ese episodio condicione nuestro futuro, limite los lugares a los que podamos ir e invada nuestro pensamiento con ideas catastrofistas sobre nuestra salud.

Ante una crisis de ansiedad, las personas con agorafobia pueden tener presentes una serie de consideraciones:

• Nadie se muere de una crisis de pánico. Es verdad que los sín­tomas son muy dolorosos (respiración rápida, taquicardia, despersonalización...), pero lo peor es la interpretación que le damos (sensación de muerte, de que uno se va a volver loco, de que uno no es normal...).

• Sabemos que esa crisis va a pasar (en unos minutos) y, sin embargo, nos domina. ¿Qué pasaría si le quitáramos impor­tancia a las señales corporales? Una pequeña actividad: haga algún ejercicio físico rápido por un minuto. Ahora atienda a su corazón y a su respiración, y compruebe que van con rapidez. Dígase a sí mismo que son «sólo síntomas», que en unos minutos desaparecerán. No permita que las interpretaciones catas­tróficas dominen su pensamiento.

• Una interpretación catastrofista es una de las muchas que puede hacer. ¿Por qué elegir siempre la misma?

• Valore lo que ha dejado de hacer, lo que no ha hecho y lo que no han hecho sus familiares. Mire su escala de valores y cuestiónese por qué el miedo al miedo es lo más importante, ¿y las otras metas en su vida?

• Exponerse a situaciones temidas es complicado para las personas con fobias, pero también es uno más de los comportamientos que podemos tener, ¿por qué no lo vemos como un desafío y tratamos de tener otros comportamientos ante las situaciones temidas? Podemos huir, podemos evitarlas, pero también podemos exponernos a ellas gradualmente y a otras situaciones parecidas.

• Cuando nos vayamos a exponer sería útil relajamos previamente y disponer de una lista de frases que nos ayuden a afrontar los escenarios temidos («voy a ser capaz», «no soy distinto a los demás», «si me pongo nervioso sé que se me va a pasar»...), pero evite el uso de la distracción.

• Puede ser útil empezar por exponerse a situaciones parecidas a las temidas por un tiempo corto (cinco a diez minutos), despues nos expondremos a las situaciones temidas el mismo tiempo y después lo incrementaremos. Así nos daremos cuenta de que podemos afrontarlo, y nos habituaremos a estar en lugares que a lo mejor no nos gustan mucho, pero en los que no hay nada que nos perjudique.

• Y recuerde, la agorafobia es el miedo al miedo. Si el miedo guía nuestra vida será porque nosotros se lo habremos permitido. No hay nadie dentro de nosotros manejándonos. Nosotros somos nuestros propios dueños.

Finalmente, los tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos son altamente eficaces. No hay nada heroico en aguantarse. No dude en acudir a un profesional de la salud mental si necesita ayuda para su agorafobia.
 

 

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