La
anorexia mental o anorexia nerviosa es un síndrome psiquiátrico que se centra
sobre la negativa de la enferma a comer, y una alarmante pérdida de peso.
Aparece en mujeres jóvenes, solteras, entre la pubertad a la adolescencia. Hay
casos tardíos y alguna excepción masculina. La frecuencia de la enfermedad va en
aumento (una adolescente entre cada 200). No se trata de una verdadera anorexia
(inapetencia), es ante todo un trastorno positivo de la conducta alimenticia.
Las enfermas no quieren comer.
Al
hacerse alarmante la delgadez, la familia suele obligarlas. Recurren entonces a
toda clase de estratagemas para no alimentarse. Fingen haber comido o con
habilidad de prestidigitador esconden la comida en la servilleta. Cuando se las
obliga a ingerir alimentos, van inmediatamente al cuarto de baño a vomitar, etc.
Seleccionan los pocos alimentos que aceptan entre los que tienen menos calorías.
Aseguran que no toleran los demás. Toman laxantes y diuréticos. Las pacientes
están muy activas (algunas caminan durante horas para «consumir calorías y
adelgazar»), rinden bien en los estudios o profesión con una energía que
sorprende en su estado. Pierden el interés por los temas sexuales.
Los
síntomas somáticos alcanzan equivalencia con una caquexia orgánica. Las jóvenes
anoréxicas parecen tener muchos años más, quedan esqueléticas, huesos y piel
arrugada y deshidratada; el aspecto es de foto siniestra de campo de
concentración. La paciente juzga con acierto el aspecto físico de las demás
mujeres, pero no el suyo, que asegura que es «normal», y si engorda unos gramos
cree haberse deformado por la obesidad. La negativa a alimentarse es tan tenaz
que se provocan caquexias y hay una mortalidad que se calcula entre el 10 y el
20 por 100 de los casos.
No está
claro el origen de esta anomalía. Los psicoanalistas lo atribuyen a un rechazo
inconsciente a la feminidad o a fantasías de fecundación oral. Muchos casos se
inician tras un período de obesidad y la preocupación de la familia o de la
paciente por recuperar la línea. El conflicto con la familia, especialmente con
la madre, es uno de los elementos constantes, que dominan el cuadro clínico. Los
organicistas atribuyen la anorexia mental a un trastorno hormonal previo o un
déficit hipotalámico. Los conductistas a que «no han aprendido» la sensación de
hambre y sencillamente no comen. No está comprobada ninguna de estas
interpretaciones.
Por la
gravedad de la enfermedad y el mal pronóstico ambulatorio, el tratamiento suele
ser hospitalario, para romper el círculo vicioso de hostilidad con la familia, y
realizar alimentación controlada y tratamientos biológicos junto a psicoterapia.
Son
pacientes que protestan de su ingreso, se consideran normales y creen
injustificada cualquier terapéutica, que hacen todo lo posible por evitar.
BULIMIA.
BULIMOREXIA. La bulimia se manifiesta por crisis de apetito voraz e
incontrolado. Es frecuente que se combine con actitud anoréxica en la
bulimorexia, y la paciente después de cada ingestión desordenada intente
vomitar, tome laxantes, diuréticos, etc. Excepto la crisis de bulimia, la
conducta global es parecida a la de una anorexia nerviosa, con la preocupación
obsesiva por no engordar un gramo. La lucha entre la atracción accesional por la
comida, y el rechazo posterior se vive con ansiedad, sentimientos de culpa y de
autodesprecio.
La vida
de la paciente se centra en la comida, comer o expulsar lo comido por medio de
vómitos y laxantes, domina su campo de intereses.
Los
atracones de comida los inician como compensación por un disgusto o fracaso,
como «gratificación oral». Se convierte en hábito y ya responden a cada
situación de estrés con la comida, de modo indiscriminado; pueden comer medio
kilo de mantequilla o de tocino.
Una
diferencia llamativa con las anoréxicas estriba en que éstas desde el principio
rechazan su femineidad y no manifiestan interés erótico ni sexual. Las
bulimoréxicas, por el contrario, hacen los sacrificios de no comer para estar
más atractivas, buscan el galanteo casi obsesivamente, manteniendo en secreto
sus problemas de alimentación, que dominan su vida tanto como la de las
anoréxicas.
El
tratamiento es psicoterápico, difícil y prolongado. Responden mejor a la terapia
de grupo que a la individual.