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Traicionar el amor
Gran delito es traicionar al amor. Ley implacable y no escrita: aquel que se
atreve a traicionarla lo paga caro.
Pero eso es mito o historia. Da igual. Aquí lo que importa es el amor, sea
cual sea el objeto del amor o su origen. El sentimiento que inspira y
trasciende, que provoca la dicha y la desdicha, y que llena de letras tomos
incalculables, o se canta una y otra vez, como si fuera el último
descubrimiento.
Del amor hay que rescatar la infinita libertad con que se presenta el
sentimiento, que paradójicamente esclaviza dulcemente al que lo padece. Y el
que no se somete a la ley de la libertad de amar puede estar fraguando su
desgracia. Siempre podrá recurrir a las trampas habituales, y por todos
desgraciadamente conocidas, como el adulterio, el engaño, o las fantasías
que nos permiten acercarnos equivocadamente y clandestinamente a nuestras
verdades.
Pocas cifras se pueden dar sobre este tema. No hay estadísticas sobre amores
verdaderos. Pero casi todos pueden hablar de su propia experiencia porque
asó como el amor asalta por sorpresa a todo el mundo, también todo el mundo
puede contar una historia de traición a sí mismo. Por cobardía, por temor,
por inoportuno. Y llenas están las conversaciones íntimas entre amigos y
amigas de confesiones de amores perdidos o desaprovechados. Sin hablar de la
poesía, los boleros o las novelas que así nos lo cuentan desde que existen.
Es cierto que al amor tiene riesgos, pero ya se sabe que la vida misma es un
puro riesgo y nadie está seguro de nada. Menos aún del amor. A pesar de
todo, son pocos los instantes de la vida tan plenos como aquellos que se
iluminan por la calidez amorosa y que reconcilian al universo con nuestra
pobre carne mortal. Y con ella, el fantástico descubrimiento del otro, todo
un universo diferente al que el enamorado se siente afín y que exorciza la
soledad tan sola de cada individuo.
Porque ese es el otro truco del amor: crea la ilusión de estar unido
profundamente a otro ser humano. Y a través de esta experiencia el mundo se
vuelve más ancho y a la vez nos cabe en la palma de la mano. Extraña
vivencia que nadie debería privarse de vivir. Aunque a veces el vértigo que
produce la avalancha del amor sobre nosotros traiga cascadas de lágrimas.
Peor puede ser que la fuente esté seca y no mane ni una sola gota por no
sentir nada. También el arte es ilusión y, sin embargo, el ser humano lo
crea aunque no tenga beneficio práctico alguno.
Ya la vida nos dará la muerte, pero, antes de que llegue el momento de
volver a ser átomos dispersos y volver al origen, que quede en la memoria el
que alguna vez algo tuvo sentido. Y que tuvimos el valor de atraparlo.
Porque dejarlo escapar será lo que seguramente lamentaremos la vida entera.
Porque lo ley del amor es feroz y no se conforma con sucedáneos. Sólo lo
auténtico vale. Por eso, si alguna vez pasa rozando por tu lado tira tu lazo
para atrapar lo único que tiene valor en este mundo: el amor verdadero.
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