Los
tics
Los tics
se producen por movimientos o contracciones de un músculo o grupo de músculos
localizados en una zona determinada del cuerpo humano. Suelen ser movimientos
breves, rápidos, que surgen de repente, de forma inesperada, pero a la vez con
bastante frecuencia, en las personas que los padecen. Su aparición no tiene un
ritmo definido, sino que tiene un curso irregular; es decir, pueden pasar horas
sin que surja el tic y luego se puede repetir varias veces en pocos minutos.
Aunque se
producen de forma involuntaria e imprevisible, si la persona con tics se
concentra convenientemente puede impedir su aparición. El problema es que
entonces nota una gran ansiedad. Curiosamente, tras un período de tiempo largo
durante el cual se ha intentado evitar la producción del tic, aparecen muchos
tics sucesivamente, como si intentasen compensar el tiempo durante el cual no
estuvieron presentes. El movimiento correspondiente al tic puede ser reproducido
de forma voluntaria, por la persona que los tiene habitualmente, en cualquier
momento, a pesar de que se trate de una contracción que aparece
involuntariamente. Los tics desaparecen durante el sueño y surgen con menos
frecuencia cuando el sujeto está entretenido en una tarea que requiere bastante
concentración, siempre que no le resulte estresante o angustiosa.
No se ha
descubierto ninguna lesión o alteración orgánica, corporal, que pueda ser la
causa de que alguien tenga uno de estos tics. Aunque a veces aparecen asociados
a alguna enfermedad causada por un trastorno orgánico, casi siempre están en
relación con la ansiedad. Las personas que tienen tics suelen ser «nerviosas»;
es decir, tienen con cierta frecuencia síntomas de angustia o ansiedad y los
tics aumentan durante estas situaciones, que muchas veces se deben a
dificultades en el campo de las relaciones sociales. En cualquier caso, no se
han podido observar lesiones neurológicas o alteraciones de los reflejos en
territorio anatómico en donde surge el tic, por lo que todo hace suponer que sus
causas están enmarcadas dentro de un ámbito puramente psicológico, salvo en el
caso de que constituyan un mero síntoma de otra enfermedad. Los tics más comunes
son los tics faciales, es decir, los que surgen en la zona de la cara, y dentro
de éstos los que recuerdan a los guiños de los ojos.
Los tics
suelen surgir por primera vez antes de la adolescencia, salvo algunos casos
excepcionales. A veces desaparecen de forma espontánea en el transcurso de unos
meses; en otras ocasiones, los tics se solucionan tras la pubertad, pero pueden
estar presentes durante toda la vida. Quienes los sufren los pueden sentir como
algo absurdo e intentan luchar contra su aparición, generalmente sin éxito. A
veces, ensayan movimientos de otros músculos capaces de contrarrestarlos, pero
el resultado final suele ser la aparición de un tic deformado o de una nueva
modalidad de tic.
Entre los
neuróticos es muy frecuente que el tic forme parte del cuadro clínico,
especialmente entre las llamadas neurosis obsesivas. Otras veces los tics pueden
producirse dentro de un síndrome, como el Síndrome de Gilies de la Toureffe, que
consiste fundamentalmente en la manifestación de numerosos tics en la zona de la
cara y cuello que se acompañan de sonidos guturales, es decir, ruidos nasales o
vocales que no están producidos por una lesión o irritación orgánica a ese
nivel; de coprolalia o emisión de palabras obscenas, sucias o groseras y
ecolalia o repetición de sílabas, palabras o pequeñas frases pronunciadas en su
presencia por otros y que él reproduce.
El
tratamiento de los tics depende de su tipo y de la causa por la que se producen
o mantienen. Algunos pueden desaparecer espontáneamente en poco tiempo o al
traspasar el umbral de la adolescencia. Los tratamientos con medicamentos de
tipo ansiolítico o incluso con tranquilizantes mayores o neurolépticos del tipo
del haloperidol pueden dar buenos resultados si se utilizan asociados a técnicas
psicoterapéuticas específicas.