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Thule Gesellschaft: Isla blanca, corazón negro

“Necesitamos a un hombre que encabece el movimiento, un hombre que pueda soportar el sonido de la ametralladora. Es necesario que la chusma sienta el miedo en las entrañas. No podemos utilizar a un oficial porque las gentes ya no los respeta. El hombre más adecuado sería un trabajador que supiera hablar”, Dietrich Eckardt.

¿Cómo nació el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán-NSDAP? Repasando la historia sabemos que el surgimiento tuvo lugar después de la derrota que sufrió Alemania en la Primera Guerra, que regó en el aire germano un sentimiento de furia, desasosiego y humillación, condiciones necesarias para el posterior desarrollo de esta clase de partido, que en un principio fue ideado para las masas obreras. La historia ya se sabe, la escribe el bando ganador, y algunos secretos se guardan para mejor ocasión. ¿Podría ser éste el caso del Partido Nazi? o ¿sus vinculaciones con la Logia Thule, son sólo divagueos, delirios sin sustentos, cotilleos de salón? Juzgue el navegante.

Un Hitler muy cambiado regresó de las trincheras. La transformación del triste pintor que vagaba sin rumbo por las calles de Viena había sido, por así decirlo, significativa. En la solapa del uniforme resaltaba la medalla al valor, la Cruz de Hierro, que le valiera ser promovido a cabo. Las perspectivas de esa Alemania sombría y pobre, enfurecían a Adolf, que después de los padecimientos juveniles, no deseaba volver al pan rancio, y los bancos de plaza.

La opción, la única, era el Cuartel, y debido a su brillante hoja de servicio se le permitió quedar. Fue así como se inició y demostró condiciones inmediatas en el campo del espionaje. El comunismo era un cáncer a extirpar y Adolf, como ya sabemos, aborrecía con fervor el color rojo. No tardó en infiltrarse en los mítines, y en las marchas comunistas; su entusiasta participación, permitió la captura de muchos dirigentes, y no le tembló el pulso cuando delató a la mayoría, que rápidamente engrosaron pelotones de fusilamiento.

Encantados con el cabo y sus habilidades, se le especializó en política y fue así que Ernst Rhom, capitán destacado del VII ejército lo tomó bajo su tutela. (Más tarde Rhom, sería nombrado Jefe del Estado Mayor en el futuro Partido). Y fue Rhom quién lo contactó con Dietrich Eckard, quién se encontró con el discípulo tan esperado. Preguntarán ¿Y la Thule? Eckard es el gancho.

Dietrich Eckard, el hombre que dijo “Yo he iniciado a Hitler en la Doctrina Secreta, he abierto sus centros de visión y le he proporcionado los medios para comunicarse con los poderes”, fue un individuo cuya historia contiene algún paralelismo con los de su famoso discípulo. Se sabe que fue un brillante estudiante de Letras, pero que no terminó el doctorado. Era disperso, y le gustaba vagabundear, durmiendo en bancos de plaza, evitando así todo trabajo fijo.

Bebedor descontrolado, y morfinómano dependiente “hospitalizado en varias ocasiones para curarse de su adicción”, Eckard casi pierde la razón, y hasta pasó una temporada en “un asilo para lunáticos en Berlín, donde sus únicos compañeros eran los enfermos mentales. Practicaba la magia pagana que en ese entonces estaba muy de moda por Europa, y se cuenta que pertenecía a un grupo que para expandir la mente empleaba al peyote mexicano como dilatador. Amante de la Historia Medieval, y defensor de todo lo Oriental, su devoción cultural era resultado de sus viajes “por los países árabes del norte de África”, incursionando además por la España mora: Barcelona y Granada.

Para cuando trabó amistad con Hitler, Eckard, era reconocido en Alemania como “poeta, escritor e historiador de talento, y amante de los chistes ingeniosos”, pero muchos ignoraban que tras la fachada, se escondía “un satanista entregado, el adepto supremo a las artes y los rituales de magia negra y la figura central de un poderoso y muy extendido círculo de ocultista, el Grupo Thule”.

La Thule Gesellschaft, no fue una creación exclusiva de Eckard. Él fue tan solo uno de los impulsores. Su nacimiento hay que rastrearlo a partir de las disidencias que se registraron en otro grupo, conocido como La Orden de los Germanos. El propósito de la Germanenorden, una continuadora de la tradición de antiguas logias europeas, era crear una franc-masonería alemana, liberada del dominio judío que ellos creían ver en las obediencias regulares y que, al ser secreta, evitara la penetración de los espías hebreos. ¿Suena familiar?

“Tenían vocación de elite y querían reunir en sus filas a lo mejor del Reich”. Y consideraban que “la historia nos ha enseñado que mientras el ario construye, el hebreo destruye”.

Cuando se produce la ruptura dentro de la Orden en 1916, un personaje entra en escena: Adam Alfred Rudolf Glauer, más conocido como el barón Von Sebotendorf. De la Germanennorden Walvater del Santo Grial, resultado de la escisión, surgirá su rama bávara, la Logia Thule, cuyo destino durante tres años estará bajo el mando de Von Sebontendorf.

En una biografía de su autoría, “El talismán de los rosacruces”, relata que desde muy joven tuvo contactos “con escuelas y tradiciones iniciáticas”, comenta su estadía por Egipto dónde residió por un tiempo, y su posterior paso por Turquía donde se empapó de los conocimientos ocultos. En 1908 regresa a su Alemania natal, llegando a la conclusión de que el “esoterismo islámico y el germánico tienen un sólo y mismo origen”.

Regresemos a la Thule. El nombre de la Logia se desprende una leyenda nórdica que predicaba el lugar de origen de los arios, una tierra mágica, a la que muchos atribuyen un pasado atlante. Según palabras del filósofo francés René Guénon, gran estudioso del misticismo, “ella fue la Isla Sagrada por excelencia y su situación era literalmente polar en el comienzo. Todas las demás Islas Sagradas, por nombre de idéntico significado, no fueron sino imágenes de aquella”. Sugestivo...

Pocos es lo que sabe de las actividades internas de la Logia. Escritos posteriores de Sebontendorf, han revelado que se exigía a los socios fidelidad a la tradición germánica, y una pureza racial absoluta, que debía llegar hasta la tercera generación. Fondos de la Thule se invirtieron en la compra de un periódico local, el Munchener Beobachter, donde se alternaban “artículos de deportes, con notas de carácter antisemitas y germanistas”.

Los acontecimientos de 1918 viran drásticamente los caminos de la Thule. La agitación comunista empieza a soplar con fuerza por toda Alemania, después de los sucesos de Octubre en Rusia. Trabajadores de izquierda se movilizan al mando de Kurt Eisner, que toma el poder en Baviera. Hombres de la Logia se movilizan rápidamente para contrarrestar el avance rojo y se producen las primeras escaramuzas. Los miembros de la Thule se involucrarán con fuerza en esta lucha sin cuartel, y muchos de ellos encontrarán la muerte a manos de los “guardias rojos”.

En Antes que Hitler viniera, obra posterior del propio Sebontendorf, se descubre que “Hitler en sus primeros meses de actividad pública se apoyó en dos fuerzas políticamente organizadas y de pendientes de la propia Thule: el Partido Alemán de los Trabajadores y el Partido Socialista Alemán. De estos tres grupos, Hitler hizo el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán”.

Después de su breve incursión en el ámbito de la política, la Logia, ya sin los dictados de Sebonterdorf iniciará un camino más oculto, y se retraerá a su universo místico conducido por Dietrich Eckard, que la volverá a encauzar a su escenario primario: la práctica del ocultismo negro, del que Hitler será su discípulo más temerario.

Cuando Eckard conoce Hitler, enseguida advierte en el furibundo orador partidario, cualidades innatas. La combinación de odio, racismo, resentimiento, y locura incipiente convierten a Hitler en un candidato que no se debe dejar escapar. Es el inicio a la carrera de la maldad: “El círculo interior del Grupo Thule se componía exclusivamente de satanistas que practicaban la magia negra. Es decir, tan solo se ocupaban de elevar sus conciencias mediante rituales hasta una percepción de inteligencias malvadas y no humanas en el universo, así como encontrar un medio de comunicación con estas inteligencias”.

Adentrándonos más en la espesura de la Thule vislumbramos que unos de los postulados básicos era la firme creencia de un salvador, un Mesías Ario que devolvería la grandeza al pueblo germano. Pero a diferencia del Jesús Cristiano que proclamaba la unidad de todos los semejantes, sin distinción de raza, o credo, este Mesías debía iniciar una lucha contra las razas inferiores, y que no encajaban con el modelo a implantar. Hitler fue proclamado por Eckard y otros visionarios ocultistas como el Mesías Negro, y que además se convertiría en el canal que posibilitaría las comunicaciones con ese “más allá”.

Los escasos estudios que encontramos sobre estas sectas neopaganas sugieren que para alcanzar sus estados de misticismos recurrían con frecuencia a las drogas dilatadoras de conciencia, que en el lenguaje actual se denominan psicodélicas. Lanzados estos neófitos al universo de lo sensorial es una posibilidad que se produjeran los trastornos y la confusión que estos consumos provocan en el organismo.

¿Ayudan estos hechos a explicar los súbitos cambios de humor que Hitler experimentaba en su personalidad?. ¿Influenciaron estas experiencias psicodélicas en el desarrollo de su oratoria? Analicemos la voz del Führer. Basta observar las grabaciones fílmicas de la época para advertir el terrible poder que emanaba de sus palabras y que movilizaban a masas enteras que hechizadas, parecían responder a tamaño influjo. Allan Bullock decía que “su poder para embrujar a la audiencia ha sido comparado con las artes ocultas de los curanderos africanos o los chamanes asiáticos; otros los han comparado con la sensibilidad de un médium, y el magnetismo de un hipnotizador”.

¿Detentaba Hitler tal poder? ¿Fue educado en su potencial? Un astrólogo y vidente, Hanussen, le dio lecciones de psicología y oratoria. Strasser, uno de sus estrechos colaboradores escribió: “... Hitler responde a las vibraciones del corazón humano con la delicadeza de un sismógrafo... lo que permite, con certeza que ningún don conciente podría otorgarle, actuar como un altavoz que proclama los deseos más secretos, los sentimientos más personales de toda una nación...”.

Diterich Eckard no llegaría a presenciar los avances que en esta materia alcanzaría su diabólico discípulo, ya que moriría víctima de la iperita en 1923. Antes de su deceso había pronunciado: "Seguid a Hitler. Él bailará, pero yo he compuesto la música. Le hemos dado los medios de comunicarse con Ellos… No me lloréis: yo habré influido en la Historia más que ningún alemán…"

 

 

 

 

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