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Los templarios.
Salomón fue un rey culto e inteligente que gobernó Israel unos mil años
antes del nacimiento de Cristo. Este rey sabio y justo edificó un templo en
honor de Yahvé. Este templo fue construido utilizando los mejores materiales
traídos desde todos los reinos conocidos en aquel entonces y, real o
imaginario, esta construcción se dice que encubría bajo aspectos simbólicos
todo el saber de la época. Asimismo, se dice que todo el edificio era de
proporciones exactas, de inmensa belleza y exuberantes riquezas.
El Templo de Salomón respondía, pues, a un modelo y dimensión procedentes de
la tradición gnóstica, esotérica e iniciática. Construido en forma
concéntrica se hallaba en su centro el "Sancta Sanctorum" donde se
custodiaba el "Arca de la Alianza", estando este recinto interior velado sin
que nadie pudiera traspasar a su interior bajo pena de muerte. Cuatro siglos
después este templo fue derruido por la tropas de Nabucodonosor y comenzó
con esta pérdida la leyenda del Templo de Salomón.
San Bernardo de Claraval, monje perteneciente al Císter, conocido también
como el último druida, fue el encargado de traducir y estudiar los textos
sagrados hebraicos hallados en Jerusalén después de la toma de la ciudad en
la primera Cruzada. Años después publicó un texto "De laude novae militiae",
en que sugería la necesidad de unos monjes soldados que defendieran la fe
por medio de la espada.
Hugo
de Payns era discípulo y amigo personal de San Bernardo y junto con otros
ocho caballeros, entre los que se encontraba Andrés de Montbard sobrino del
santo, fundaron la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, más conocida
como la Orden de los Caballeros del Temple.
Se sospecha que San Bernardo encontró algo en aquellos documentos hebraicos
y envió a los nueve caballeros a Jerusalén. En el año 1118 se presentaron
ante el rey de Jerusalén, Balduino II y pidieron permiso para defender a los
peregrinos de occidente que viajaban hasta allí a visitar los Santos
Lugares, a cambio, les debían permitir residir en los terrenos que
anteriormente ocupaba el Templo de Salomón. Pero, curiosamente, ni vigilaron
los caminos ni defendieron a los peregrinos, se encerraron durante nueve
años dedicándose exclusivamente, según dijeron, a la oración y a la
meditación, sin sirvientes y sin dejar entrar a su recinto a nadie sin su
consentimiento.
Qué hicieron durante esos nueve años, qué encontraron, es un secreto que
nunca nos fue revelado. Seis de ellos volvieron a Francia para solicitar la
aprobación de sus estatutos en el concilio de Troyes. La regla de la Orden
templaria terminó siendo redactada por San Bernardo quien los dotó de tantos
privilegios que provocó las protestas de otras ordenes regulares. Esta
primera Regla era pública y conocida y no existe ningún misterio sobre ella,
es la llamada Regla Secreta la que ha suscitado a lo largo de la historia
tremendas polémicas e hipótesis desconociéndose aún hoy la mayor parte de
sus estatutos.
Durante el proceso que sufrieron los últimos templarios Ganceraud de
Montpezat declaró: "Tenemos tres artículos que nadie conocerá, excepto Dios,
el diablo y los maestros", lo que pone de manifiesto preferían hacerse
cortar la cabeza, antes que revelarlos.
Hugo de Paynes, su primer Gran Maestro después de su triunfal recorrido por
las tierras de Europa, retornó a Jerusalén, acompañado de trescientos
caballeros, además de numerosos escuderos, dando comienzo a la gran
expansión de la Orden del Temple. En menos de doscientos años la Orden llegó
a contar con más de treinta mil miembros, nueve mil edificios y atesoró
inmensas riquezas. Comenzaron pobres, compartiendo un caballo, y lograron
hacerse los dueños de toda Europa. Quizás la imagen que acuñaron de dos
caballeros montando un único caballo no fuera un símbolo de pobreza. Este
animal representa la búsqueda de la sabiduría y los dos caballeros que lo
comparten es la dualidad, clave de la sabiduría perenne, la igualdad de los
contrarios, el bien y el mal, la vida y la muerte. Ideales gnósticos,
sincretistas que muy probablemente y en secreto practicaron los templarios.
No es descartable la sospecha de que la misión secreta de los templarios
consistiera en unir la tres grandes religiones monoteístas que por aquel
entonces dominaban el mundo conocido y a partir de ahí crear un poder
universal. Algo similar a lo que siglos después propiciaron los masones en
sus logias.
Lo que sucedió después, su expansión, su inmenso poder, su leyenda, quizás
sólo esconda el mayor de los misterios de los monjes soldados, el poder que
llegaron a conseguir, hasta llegar a ser un estado dentro del estado y una
iglesia dentro de la iglesia. Tanto poder, tanta riqueza despertó la
envidias de reyes y papas.
El año 1306 el Papa Clemente V llamó a consulta al último Gran Maestre
conocido de la Orden del Temple, Jaques de Molay, acudiendo a la llamada del
Papa acompañado de un séquito propio de un Rey. Tras entrevistarse con el
Pontífice en Avignon, se dirigió a París donde en olor de multitud fue
recibido por el empobrecido y envidioso rey de Francia, Felipe el Hermoso.
Lo que ocurrió después, redadas, acusaciones, torturas y confesiones,
jalonaron años de prisión y la condena final a morir en la hoguera al Gran
Maestro y cincuenta y cuatro de sus acompañantes. Ya en la pira funeraria
Jaques de Molay ante sus verdugos, minutos antes de morir, dirigiéndose a
quienes lo habían condenado, los sentenció "La desdicha llegará pronto a
quienes nos condenan sin justicia. Muero con esa convicción".
Un mes después Clemente V moría de una dolencia extraña, ese mismo año
Felipe el Hermoso moría arrollado por un jabalí y una muerte extraña alcanzó
también al caballero que los había juzgado, Guillermo de Nogaret.
Tras esa lamentable jornada los Templarios desaparecieron llevándose en su
diáspora sus secretos y alimentando aún más su secular leyenda.
Algunos huyeron a buscar asilo en la lejana Escocia, integrándose en los
gremios de constructores y probablemente creando la masonería, otros
buscaron asilo en sus muchos refugios a lo largo del Camino de Santiago y
otros fundaron en Portugal, bajo el manto protector de Don Dinos, la Orden
de los Caballeros de Cristo.
El Papa Clemente V ordenó que todos sus bienes se transfirieran a la Orden
del Santo Hospital. Sin embargo, en España, Fernando III el Santo cedió gran
parte de esas posesiones a la Orden de Santiago que tanto es sus fines,
vestimentas y blasones nos recuerda claramente al Temple. El Greco
inmortalizó en sus lienzos a estos caballeros de la Orden de Santiago en "El
entierro del Conde Orgaz" hoy expuesto en Toledo en la iglesia de Santo
Tomé, cualquier profano que conozca mínimamente la simbología de los
actuales masones podrá observar como abundan en ese lienzo, mostrándonos
junto a la singular cruz alargada de los caballeros de Santiago, escuadras
compases y calaveras de clara simbología antes templaria y hoy francamasona. |
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