La
sobrecarga de trabajo surge cuando una persona se ve obligada a realizar una
serie de actividades o resolver más problemas de los que está acostumbrada. En
un sentido estricto sería el caso de aquel que se ve incapaz de satisfacer todas
sus exigencias laborales. Por ejemplo, en los trabajos en cadena, hay que
trabajar a un ritmo concreto; si una persona no es capaz de seguir dicho ritmo
se puede decir que ese trabajo es una sobrecarga para ella; pero generalmente,
la sobrecarga proviene de un aumento transitorio de trabajo, que, en algunas
ocasiones, se prolonga durante espacios de tiempo dilatados.
Las
repercusiones psicológicas más frecuentes en este tipo de situaciones son, en
primer lugar el estrés, y los trastornos por ansiedad, que se manifiestan en
forma de sensación de tensión psíquica, irritabilidad, tendencia a sobresaltarse
por cualquier estímulo externo (ruidos, etc.), susceptibilidad frente a los
demás, pesimismo, presentimientos de que en cualquier momento ocurrirá alguna
desgracia inesperada, dificultad para relajarse, inseguridad, etc. Se ha
comprobado que una cierta ansiedad consecutiva a la sobrecarga de trabajo
aumenta los rendimientos de las personas que se ven sometidas a ella, hasta que
llega un momento en que ocurre todo lo contrario, como si estas personas se
desplomasen por completo.
La
sobrecarga, pues, conduciría a una situación, si se prolonga suficientemente, de
fracaso en los rendimientos laborales, creando una impresión interior de zozobra
intensa y profunda. Estas personas suelen tomar entonces la decisión de
interrumpir su trabajo tomándose unas vacaciones o causando baja que intentan
justificar como sí se tratase de una enfermedad corporal común (gripe,
trastornos digestivos, etc.). El reposo y la desconexión con el trabajo puede
lograr un rápido restablecimiento, pero si el problema de sobrecarga continúa en
el trabajo, lo más probable es que al cabo de muy poco tiempo se reproduzca una
situación similar. Después de varias de estas crisis, con el estado de tensión
emocional que suponen, se puede llegar a producir una depresión (depresión por
estrés o por agotamiento) que obliga a estas personas a dejar de trabajar
durante períodos de tiempo más prolongados que en ocasiones anteriores. Es
frecuente en estos casos que exista una cierta dificultad en la reincorporación
a la actividad laboral, ya que se teme una recaída como consecuencia de la
vuelta al trabajo, pudiéndose, incluso, establecer una auténtica fobia al mismo.