El
concepto de sexualidad normal se ha ampliado extraordinariamente desde las
primeras teorías freudianas y psicoanalistas. Actualmente se tienen en cuenta
los límites de libertad y flexibilidad moral de cada individuo, y lo que ayer se
calificaba de perversión para algunos, hoy es sólo una desviación y mañana puede
ser simplemente una variante.
La normalidad sexual es
en definitiva un proceso dinámico adaptativo a las innovaciones, descubrimientos
y conducta humana en permanente cambio.
No obstante, es preciso
establecer unas bases primordiales que definen la sexualidad:
Sexo
biológico. Determinado por un código genético heredado de los padres. La
combinación cromosómica XX o XY programan la diferenciación sexual en función de
una producción hormonal. La secreción de hormonas masculinas determinará la
masculinidad del feto, ya que éste es primitivamente femenino y si no hubiera
dotación hormonal, el organismo formado continuaría siempre su diferenciación
anatómica femenina.
Identidad
sexual. Es el sentimiento subjetivo de masculinidad o feminidad que acompaña a
la persona a lo largo de su vida. Aunque en principio parte de ciertos patrones
de conducta ligados al sexo, está profundamente reforzado por la influencia
ambiental, esencialmente la educación y el medio sociocultural. Normalmente
llega a estar totalmente definida a los tres años de edad.
Tal vez
los estudios más profundos sobre sexualidad han corrido a cargo de Masters y
Johnson, quienes han conseguido desglosar la fisiología sexual hasta extremos
insospechados. La respuesta sexual normal puede dividirse en cuatro fases:
Fase de
excitación. Originada por una estimulación erógena psicológica o fisiológica o
de ambas en combinación. Ello acarrea una respuesta corporal, como es la
erección del pene en el hombre y la lubricación vaginal en la mujer, acompañados
de otras reacciones secundarias (erección de pezones, ingurgitación sanguínea
genital, etc.) así como aceleración neurovegatativa (respiración, latidos
cardíacos, etc.) y cierto comportamiento de ansiedad compulsiva.
Fase de
meseta. Si la estimulación continúa, todo el organismo entra en un estado de
tensión muscular característico, con algunas contracciones o espasmos musculares
involuntarios, aumenta la tensión arterial y se incrementa la respiración. Esta
fase puede durar de treinta segundos a varios minutos según la persona.
Fase de
orgasmo. En ella tiene lugar una descarga del sistema nervioso. En el hombre
normalmente coincide con la eyaculación. En la mujer se manifiesta por unas
contracciones rítmicas e involuntarias de la plataforma vaginal y uterina. De
igual forma toda la musculatura corporal presenta una serie de espasmos más o
menos fuertes según la intensidad del orgasmo. Suele ir acompañado de un
discreto oscurecimiento de la conciencia. Normalmente, su duración es de tres a
quince segundos, aunque hay personas, especialmente mujeres, que gozan de
orgasmos mucho más extendidos en el tiempo.
Fase de
resolución. Sigue el camino inverso a la excitación, con vaciamiento de la
congestión sanguínea y retorno del organismo al estado de reposo. Si el orgasmo
se ha producido, la resolución es rápida. Si no se ha producido, puede durar de
dos a seis horas y suele acompañarse de irritabilidad, dolor genital y
congestión pelviana. Tras esa fase, existe en el hombre, si ha habido
eyaculación, un período de «resistencia», variable en tiempo según el individuo
y durante el cual no es posible obtener otro orgasmo a pesar de la estimulación.
Este período no existe en la mujer, que de forma natural es capaz de múltiples
orgasmos sucesivos.
Una
respuesta sexual se estima como normal cuando se ajusta al patrón mayoritario,
pero existen unos márgenes por exceso o por defecto muy difusos e imprecisos que
en ningún momento pueden considerarse como patológicos.
Alrededor
de la respuesta sexual existe una gran fantasía inclinada hacia la presunción y
prepotencia, sobre todo en el hombre que ve volcada en ella su virilidad. Por
ello no es de extrañar la aparición de múltiples complejos en individuos
crédulos que comparan su sexualidad normal con un atletismo sexual exagerado y
no menos fantástico.