LAS
RELACIONES SOCIALES. EL SER HUMANO Y LA SOCIEDAD
El ser
humano, al igual que muchos animales, tiende a vivir en sociedad. Las relaciones
sociales e interpersonales constituyen una auténtica necesidad para lograr un
desarrollo adecuado y expansivo de la personalidad, aunque también pueden ser
una fuente de conflictos.
El recién
nacido comienza su vida de relación de un modo también activo, ya que no sólo
conecta con los demás a través de la satisfacción de sus necesidades elementales
que ve cubiertas por la madre, sino que grita o llora reclamando lo que desea.
La primera infancia está marcada por una intensa dependencia de los demás, ya
que el niño moriría si no fuese por las relaciones que mantiene con los demás.
Esta
dependencia se mantiene en menor grado durante las posteriores épocas de la
vida, prácticamente en todos los ámbitos: la educación, el trabajo, la familia,
etc., de tal modo que las relaciones sociales resultan imprescindibles para
lograr el desarrollo de las propias aptitudes y de la personalidad. Además hay
que considerar la influencia sociocultural que recibimos a través de la
transmisión directa por parte de personas próximas o mediante los medios de
comunicación social. Se puede decir que el hombre actual vive bajo la influencia
de un continuo bombardeo de estímulos entre los que destacan los que se refieren
a la conducta social y a los hábitos de otras personas. Se produce entonces un
aprendizaje sociocultural paulatino por el que cada persona va reteniendo parte
de la información que recibe y modelando unas formas de respuesta más o menos
estructuradas, a la vez que se adapta en mayor o menor medida a una serie de
patrones de conducta de su medio sociocultural.
En este
aprendizaje influyen también factores de imitación, que actúan de un modo más
ostensible cuanto mayor sea la admiración y proximidad que se mantiene con una
persona determinada. Por ejemplo, es frecuente que los hijos imiten los gestos y
expresiones de sus padres. También suelen adquirir durante la infancia gran
parte de sus creencias, formas de comportamiento, costumbres y tradiciones, que
más tarde, con la llegada de la adolescencia, pondrán en tela de juicio.
La vida
de relación puede constituir, por diversos motivos, una fuente de problemas para
el niño. Muchas veces se produce una cierta discordancia entre los modelos
socioculturales que se le ofrecen, con lo que el niño se siente incapaz de
elaborar un patrón educacional a este nivel que tenga suficiente coherencia. Tal
es el caso de los niños que tienen padres que se contradicen mutuamente en
planteamientos fundamentales sobre las relaciones interpersonales o sociales,
que no actúan de acuerdo con las teorías que predican; o de niños que encuentran
en los profesores del colegio o en sus amigos patrones socioculturales
distintos, incluso opuestos, a los ofrecidos por su ambiente familiar. En todos
estos casos se puede producir una falta de orientación más o menos grave causada
por estas contradicciones que da lugar a que el niño no pueda aspirar a
conseguir unas pautas de comportamiento coherentes en sus relaciones sociales,
ya que no sabe bien lo que los demás esperan de él. La consecuencia puede ser
una personalidad mal estructurada, con un fondo importante de inseguridad en sí
mismo, que se manifiesta especialmente dentro del campo de las relaciones
sociales.
En otras
ocasiones los problemas derivan de la dificultad que surge ante la necesidad de
adaptarse a determinados ambientes o transformaciones sociales. Por ejemplo, el
cambio de domicilio a un nuevo país con costumbres y patrones de comportamiento
en las relaciones sociales muy distintos a los que anteriormente se venían
desarrollando, exige un esfuerzo de adaptación más o menos intenso que, de no
lograrse, puede ocasionar problemas de incomunicación, aislamiento, falta de
integración social e incluso trastornos del tipo de la depresión. La
incomunicación prolongada por disminución o ausencia de relaciones
interpersonales es un factor que favorece extraordinariamente la aparición de
numerosos trastornos psicopatológicos que varían desde los trastornos por
ansiedad a la depresión o a síndromes paranoides; pero también se puede producir
el fenómeno en sentido inverso, ya que una de las principales manifestaciones de
la casi totalidad de los trastornos psicopatológicos es el deterioro de la vida
de relación.