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¿LA VIOLENCIA ES INNATA DEL SER HUMANO?
¿La violencia es innata en el ser humano? Hay respuestas para todos los
gustos. Según dice un investigador "No hay ni demonios ni ángeles, ya que la
capacidad de agresión violenta, tanto como la capacidad afectiva y la
conciencia pacífica, existe en la mayoría de individuos en la cultura humana
y al parecer también en tipos de chimpancés..." (que los hay muy violentos y
no necesariamente por razones de supervivencia, y nos recuerda este
científico que el genoma humano es aproximadamente sólo un poco más del 1 %
distinto del de los chimpancés). Un psiquiatra destaca que en el ser humano
se encuentran las semillas de la bondad, la racionalidad la tolerancia y la
comprensión, pero también las simientes del disparate, del odio, de la
xenofobia y de la crueldad. Prestigiosos investigadores apuntan la
existencia de genes responsables de la felicidad -sugiriendo que el nivel de
alegría y de satisfacción con uno mismo es básicamente debido a la herencia.
Aunque en esta misma línea, expertos genetistas han declarado con
contundencia que el gen de la violencia no existe, y que nuestro destino no
está en los genes.
No obstante, la violencia ha existido desde siempre. Es un hecho notorio que
la naturaleza es cruel y poco hospitalaria y que cualquier ser vivo, no
solamente los animales sino hasta las plantas, ha desarrollado mecanismos
defensivos que fácilmente se convierten en agresivos. Así no es de extrañar
que el ser humano, cuando se ha encontrado en un escalón evolutivo inferior,
haya participado con entusiasmo y hasta con alegría en toda clase de
conflictos bélicos.
Las semillas de la violencia que el aire lleva (y que germinan en donde
caen, por ejemplo en las escuelas) proceden de plantas distintas: la
situación económica, el desgarramiento del tejido social, la claudicación de
los adultos (madres angustiadas y padres dimisionarios o ausentes), las
tensiones de una sociedad competitiva (acumuladora de bienes exclusivamente
materiales), los niños incapaces de controlar sus impulsos, etc. La sociedad
actual no proporciona ni proyectos ni puntos de referencia. Los muchachos
tienen como alternativa el individualismo feroz o la integración en tribus.
La televisión y los videojuegos, actividades solitarias, no enseñan el
comportamiento emocional que hace posible la convivencia.
La violencia florece allí donde reina el desequilibrio entre aspiraciones y
oportunidades o existen marcadas desigualdades económicas. Especialmente
fecundas para el cultivo de la delincuencia son las subculturas abrumadas
por la pobreza, el desempleo, la discriminación, el fácil acceso a las
armas, un sistema escolar ineficaz y una política penal deshumanizada y
revanchista que ignora las medidas más básicas de rehabilitación.
Un caldo de cultivo fértil para la proliferación de la violencia es la
"anomia", un estado de desintegración cultural que surge en una comunidad
cuando las necesidades vitales -tanto físicas como emocionales-, de las
personas no se satisfacen, se frustran y poco a poco se acaban transformando
en intolerancia y desinterés total por la convivencia.
En definitiva, las semillas de la violencia se siembran en los primeros años
de la vida en el seno del hogar, se cultivan en un medio social que estimula
la incompatibilidad entre aspiraciones y oportunidades, y crecen avivadas
por "valores" culturales que glorifican las soluciones agresivas de los
conflictos entre las personas. Quizá nuestro objetivo más inmediato deba ser
lograr la convicción social, profunda y bien informada, de que las más
costosas y fatídicas semillas de la violencia son la mutilación del espíritu
de un niño y la deformación de su carácter por métodos violentos. Porque
semejantes daños socavan en el pequeño los principios vitales del respeto
por la dignidad humana, de la compasión hacia el sufrimiento y del valor de
la vida, sin los cuales su comportamiento futuro está destinado a las
conductas violentas y a la destrucción. |
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