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LA
BULIMIA
Así como en la anorexia nerviosa el paciente se delata por su depauperado
aspecto físico, en la bulimia las apariencias engañan. Y detrás de una
presencia aparentemente normal se esconde una lucha titánica para controlar
el peso.
Lo mismo que en la anorexia, la bulimia es un trastorno de la alimentación
en el cual la comida y el peso se transforman en obsesiones. Su
característica fundamental son los solemnes atracones de comida a los que se
abandona el paciente (el término bulimia procede del griego boulimos, que a
su vez deriva de la fusión de bous, buey, y limos, hambre, literalmente,
"hambre de buey"). Estas imparables comilonas (binge eating de los
anglosajones) van seguidas de conductas para evitar el aumento de peso,
tales como vómitos provocados, períodos de ayuno, abuso de laxantes y
ejercicio físico exagerado. Se distingue de la anorexia en que el peso de la
bulímica acostumbra a ser normal. A menudo se trata de jóvenes hermosas que
por mucho tiempo mantienen secreta su enfermedad.
En un atracón típico, comen cantidades enormes de comida fácilmente
digerible (por ejemplo, helados, mermeladas, etc.) y lo hacen rápidamente,
aunque a veces un atracón de éstos puede durar hasta dos horas. La
experiencia psicológica que tienen durante el atracón es la de un fuerte
impulso a seguir comiendo acompañado de miedo a no poder parar de comer.
Después del atracón, sienten temor a que "la comida se vaya a transformar en
grasa y se acumule en la barriga y las caderas". Entonces se impone
urgentemente tratar de eliminar como sea las calorías ingeridas (vómitos,
laxantes, etc.). Así, al establecerse el ciclo vicioso: déficit
calórico-hambre-atracón-eliminación (purgación), los episodios bulímicos
adquieren un patrón regular y cada vez más frecuente, llegando ellos mismos
a controlar y avergonzar a la adolescente, que vive su secreto con el temor
constante a ser descubierta. Hasta que, al fin, un día surge una
complicación médica y se descubre todo el pastel... Curiosamente,
acostumbran a ser los dentistas los primeros en detectar la enfermedad,
cuando observan lesiones dentales provocadas por el contacto repetido del
ácido clorhídrico estomacal expulsado por los vómitos, o bien cuando se
observa el agrandamiento (hipertrofia) de las glándulas parotídeas
(productoras de saliva), sangrado esofágico, dolor abdominal, diarrea,
deshidratación, trastornos en los electrólitos corporales (el potasio, por
ejemplo), un cuadro de intoxicación por el uso de vomitivos (por ejemplo,
jarabe de ipecacuana) o anormalidades del ritmo cardíaco. Otras veces, la
bulimia se acompaña de trastornos de la impulsividad, como son la
cleptomanía (apropiarse de las cosas en los comercios), el abuso del alcohol
u otras drogas y la promiscuidad sexual con una conducta compulsiva.
No hay que confundir la enfermedad de bulimia nerviosa propiamente dicha,
con los episodios bulímicos eventuales que pueden presentar desde los obesos
que están siguiendo un régimen de adelgazamiento (en un 5 % de los casos)
hasta las chicas con un cuadro típico de anorexia nerviosa (en un 50 %,
aproximadamente). Las características familiares de las chicas con bulimia
nerviosa son bastante distintas de las de las chicas con anorexia nerviosa.
En las bulímicas, habitualmente, las relaciones familiares son caóticas,
imprevisibles y conflictivas. Son comunes las explosiones emocionales y las
comunicaciones contradictorias entre los miembros de la familia. También son
frecuentes otros problemas familiares serios, como el alcoholismo, el abuso
de drogas, la depresión, etc. Un número importante de pacientes adultos han
revelado en las sesiones de terapia haber sido víctimas de abuso sexual en
la niñez o adolescencia. Otro estudio de adultos con bulimia evidencia que
la mitad son drogadictos o abusan de sustancias. Como siempre, hay
excepciones.
¿Cuál es el pronóstico? Las estadísticas son insuficientes y las recaídas
frecuentes (habitualmente debidas a las situaciones de estrés), pero parece
ser que una cuarta parte de los pacientes se recupera. El tratamiento rara
vez se inicia antes de los 2 a 5 años de iniciada la enfermedad (por sus
peculiares características secretas). Al igual que en la anorexia, también
se requiere un equipo multidisciplinario. La medicación antidepresiva (con
el empleo de fármacos de última generación que actúan a nivel del trasiego
entre las neuronas de serotonina y noradrenalina) puede ser muy efectiva en
reducir los episodios bulímicos e incluso eliminarlos, independientemente de
si la paciente presenta o no síntomas depresivos. Los grupos terapéuticos de
apoyo (del tipo de alcohólicos anónimos) pueden ser un importante
complemento a la psicoterapia individual o a la terapia familiar, ya que las
jóvenes bulímicas tienden a ser sociables y a comunicarse bien con sus
compañeros e iguales.
Criterios para el diagnóstico de la bulimia nerviosa.
A. Episodios cada vez más frecuentes de ingestión voraz de alimentos
(consumo rápido de gran cantidad de comida en un período (imitado de
tiempo).
B. Sentimiento de falta de control sobre la conducta alimentaria durante los
episodios de voracidad.
C. La persona se empeña regularmente en comportamientos inapropiados. Para
prevenir el aumento de peso, como provocarse el vómito, usar medicamentos
laxantes y diuréticos, practicar dietas estrictas o ayunos, o hacer mucho
ejercicio.
D. Tanto los episodios de voracidad como los comportamientos inapropiados
para prevenir el aumento de peso, ocurren un mínimo de dos veces por semana
por lo menos durante tres meses.
E. Preocupación persistente por la silueta y el peso.
F. Este trastorno (de bulimia) no ocurre exclusivamente durante episodios de
anorexia nerviosa. |
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