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Rumbo al oasis
antártico
La conjunción del
misterioso aspecto esotérico del régimen nazi y la increíble aceleración
de su tecnología militar al final de la guerra, fueron el combustible que
generó multitud de leyendas tras acabar la contienda. Nazis fugados a
inhóspitos parajes en increíbles submarinos y aparatos bélicos, formaron
parte de una mitología en la que es difícil separar realidad y ficción.
Uno de esos mitos, quizás nunca bien investigados, es el de las bases
nazis en el continente antártico.
La historia comienza a rastrearse gracias a un curioso telegrama del
almirante y jefe de las fuerzas navales Doenitz, que pasó casi
desapercibido en diciembre de 1943, cuando los aliados estaban más
afanados y concentrados en acabar con la bestia nazi. El telegrama decía
así: “La flota submarina alemana se siente orgullosa de haber construido
un paraíso terrenal, una fortaleza inexpugnable para el Führer en alguna
parte del mundo”.
Lo cierto es que el tiempo pasó y la guerra llego a su fin, pero dos
hechos más que misteriosos volvieron a reabrir la polémica sobre la
posible existencia de una base nazi en tierras del polo sur. El primero
sucedió el 10 de julio de 1945.
Aquel amanecer prometía ser como cualquier otro en el tranquilo puerto de
Mar de Plata en la costa argentina. Lejos quedaba ya la guerra y la
rendición de Alemania, que se había producido hacia tres largos meses. Al
despuntar el alba varias embarcaciones se hicieron a la mar para faenar en
el tranquilo balneario. En eso andaban varios pescadores cuando atónitos,
observaron algo increíble. Entre las brumas, se adivinaba la silueta de un
submarino. Navegaba lentamente, como si tuviera problemas en las máquinas.
Pero la sorpresa residía en la bandera que ondeaba. No cabía duda, era la
bandera nazi. Los marineros no daban crédito a lo que estaban viendo. Sin
embargo las enormes dimensiones y las características del sumergible eran
las de un U-Boot. Un submarino de guerra nazi.
Los marineros pusieron rumbo de nuevo al puerto para dar cuenta a las
autoridades. Mientras eso sucedía, advirtieron que el submarino encaraba
el mismo rumbo que ellos. Parecía seguirles. Efectivamente, minutos mas
tarde, el submarino enfilaba ya su proa hacia el puerto pasando la
escollera sin que su presencia fuera en principio advertida por los
trabajadores del muelle. Luego, detuvo sus motores y desde cubierta
comenzó a emitir señales luminosas con un claro mensaje a los responsables
marítimos: ¡Formamos parte de la derrotada escuadra del Reich. Nos
rendimos a las autoridades!. Era asombroso. Aquel sumergible, alejado
completamente de su país de origen, había recalado casi en el fin del
mundo. ¿De donde demonios salía?, y sobre todo, ¿Qué había hecho en todos
esos meses? ¿Acaso siguió combatiendo en solitario?
El submarino, U-Boot 530, llevaba una tripulación tres veces superior a la
normal. Además viajaba sin armamento y con una cantidad de víveres sin
precedentes. Las sorpresas no acabarían ahí. Algo más extraordinario aún
iba a suceder. Un mes mas tarde, concretamente el 17 de agosto, se
difundió como la pólvora una noticia explosiva. Otro submarino alemán
acababa de rendirse de nuevo. El comunicado decía: “El sumergible alemán
se encuentra ya fondeado en el puerto de Mar del Plata, es el U-997. Su
tripulación se compone de 32 hombres, de los cuales cuatro con oficiales.
El comandante es el teniente de fragata Heinz Schaeffer”.
Aparentemente el nuevo submarino buscaba el mismo destino final que el
U-530, pero fue capturado en alta mar por un rastreador de la armada
argentina, que estaba realizando misiones de patrullaje en la zona. De
acuerdo con la documentación encontrada a bordo, el sumergible zarpó
también de Kiel el 13 de abril, de Oslo (Noruega) el 22, y de Kristiansand
(Dinamarca) el 2 de mayo . Continuó viaje en incursión sumergida por la
zona vigilada del Atlántico, pasando entre las islas Faroe e Islandia,
dirigiéndose al sur rumbo a las Islas Canarias. A partir de ahí navegó en
superficie siguiendo la costa Brasileña hasta llegar a Mar del Plata. Se
encontraba en perfecto estado y poseía instrumentos modernos para la
época, como un equipo de hundimiento simulado, consistentes en cajas con
sustancias químicas que una vez arrojadas, producían burbujas dando la
sensación de que la nave estaba hundiéndose.
Había permanecido un total de casi cinco meses navegando en solitario.
Para que nos hagamos una idea de lo que significa eso, el U-977 permaneció
sumergido 66 días.
Pero había algo interesante en su travesía. En la costa Noruega antes de
partir hacia su lejano destino final, desembarcaron del submarino 16
hombres casados. Eran suboficiales que en su mayor parte tenían familia en
Alemania. Quizás esa decisión tenía relación con el tipo de misión que
deberían desempeñar en su destino final. O quizás ni el mismo Schaeffer
supiera el motivo de esa decisión, y no hizo mas que cumplir las órdenes
que recibió por radio desde Berlín.
Empezaba a ser evidente que los dos sumergibles aparecidos, tenían más
bien la apariencia de ser meros transportes submarinos, y que seguían una
ruta “en convoy” con más submarinos acompañándoles. Esto quedó claro
cuando llegaron las noticias de un tercer submarino del supuesto convoy.
Se trataba de un sumergible nazi procedente de Noruega, que apareció
frente a Leixoes en Portugal el 4 de junio de 1945. La tripulación de esta
nave también estaba sobrecargada con 47 hombres que tampoco sobrepasaban
los 25 años. En este caso la rendición se produjo por problemas en sus
máquinas.
¿Se dirigían hacia una base en el polo sur? Hoy sabemos que hubo una
discreta expedición nazi a la Antártida. Discreta ya que no se publicitó
excesivamente en los medio de comunicación de la época. De hecho, ni
siquiera avisó de su partida a las diferentes sociedades científicas de la
época. Fue a finales de 1938 y regresó al año siguiente, causando una gran
sorpresa mundial debido al silencio absoluto que cubrió sus actividades,
desde el comienzo hasta la terminación de las mismas.
“Cumplí ordenes del mariscal Goering”, declaro el capitán Alfred Ritscher,
al regresar a Hamburgo a bordo del Schwabeland el 12 de abril de 1939.
Cinco meses más tarde se iniciaba la Guerra Mundial y, evidentemente, el
III Reich estaba buscando localizaciones seguras para sus bases en el sur.
La declaración del jefe de la expedición antártica nazi no dejaba lugar a
dudas.
En una de las pocas declaraciones de Ritscher a la prensa, dijo lo
siguiente: "Es la primera vez que aviones alemanes volaban sobre el
Continente Antártico, en condiciones por demás difíciles amerizaron en las
heladas costas polares para izar el pabellón indicativo de la soberanía
alemana. Los aviones arrojaban cada 25 kilómetros, pilotes con la bandera
del Reich, como también se marcaban los puntos extremos de cada vuelo. Se
ha descubierto una región de 600.000 kilómetros cuadrados de los cuales,
350.000 han sido fotografiados en tal forma que es posible confeccionar un
mapa perfecto de la zona descubierta". Así mismo también hablo de unas
cordilleras de 4000 metros de altura que habían sido delimitadas por los
aviones nazis. Todo ese territorio quedo bautizado como New Schwabeland
(Nueva Suevia).
Cuando la actividad de esa zona durante la guerra decreció a mediados de
1940, esas bases se convirtieron en depósitos donde se acumuló todo el
material necesario para construir un refugio en el interior del
continente. Víveres, combustibles, ropas y otros elementos eran
transportados por los U-Boot's alemanes.
Hipotéticamente la base de submarinos debió construirse en tres años, para
entonces en 1943, el almirante Doenitz hizo su famosa y enigmática
declaración elogiando los trabajos de la flota submarina nazi. Hoy sabemos
que en agosto de 1940, el doctor Wohlwill, director del Deutsche
Reichsinstitut fuer Metallen (Instituto Alemán del Reich para el Metal),
hizo un llamamiento a los técnicos alemanes especializados en metalurgia
para preparar proyectos de construcción a base de metales no ferruginosos,
destinados a soportar temperaturas inferiores a ¡60 grados bajo cero!.
Desde luego no era para las frías estepas rusas. ¿En que otro lugar del
planeta, que no sea la Antártida, podía hacer falta ese tipo de aleación?
No sabemos realmente si la construcción se llevo a cabo o no, pero quizás
cuando en 1947 el almirante americano Byrd, capitaneó una de las más
famosas expediciones militares sin precedentes al continente antártico, lo
que realmente buscaba era esa legendaria base.
Puede que algún soleado día de este siglo XXI se den a conocer los
documentos secretos que guarda el Departamento de Estado y los servicios
de inteligencia americanos y, entonces, sepamos de una buena vez, que
ocurrió realmente en la Antártida durante y después de la Segunda Guerra
Mundial. Quizás, sólo quizás, el ejercito del almirante Byrd había librado
la ultima batalla de la guerra. Enfrentándose así, al último batallón nazi
en las gélidas tierras del Polo Sur.

Submarino aleman en 1945 |
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