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RECHAZO A LA ESCUELA.
RUPTURA Y FRACASO ESCOLAR
Cuando el adolescente percibe la escuela como un enemigo, se genera
inexorablemente el rechazo. Si bien puede haber distintos grados, desde
rechazo a toda la escuela en su conjunto hasta rechazos parciales: sólo al
estudio, a profesores o a compañeros. El alumno también dispone de formas de
rechazo escolar “enmascaradas”, como, por ejemplo, las reacciones de tipo
pasivo: mostrando total desinterés por cualquier aprendizaje, autobloqueando
las propias facultades cognitivas. Una de las fórmulas más socorridas de
escapismo, de rechazo escolar sin moverse del pupitre, es, simplemente,
olvidar cuanto se ha tenido que aprender (es el dicho popular de que “entra
por una oreja y sale por la otra”). Mientras que las reacciones de tipo
activo constituyen el cuadro de rechazo escolar característico, cuya
sintomatología típica es: negativismo, actitud provocativa, desafiante y
despreciativa hacia las figuras docentes que representan la autoridad,
discusiones y peleas frecuentes, mentiras, desobediencias, ocultación o
falsificación de notas, novillos, fugas de la escuela, etc. Son chicos que
interpretan el estudio y el aprendizaje como un sometimiento inaceptable a
la autoridad.
La ruptura escolar se produce en dos circunstancias diferentes. En una, el
adolescente manifiesta brutalmente que quiere interrumpir sus estudios,
dando una serie de razones personales (sin que haya antecedentes escolares
alarmantes) cuya lógica es a veces difícil de rebatir. El motor de esta
brutal reacción acostumbra a ser siempre un cuadro depresivo (que a menudo
ha pasado inadvertido). El tratamiento de este trastorno puede cambiar
positivamente el panorama. En otros casos, la ruptura escolar es el
resultado de una prolongada inflexión escolar que se asocia a un absentismo
cada vez más importante y, a veces, a fugas del hogar. Aquí, el riesgo es la
escalada a conductas más graves como la ociosidad total, la drogadicción y
la delincuencia.
Los procesos de deterioro mental, desde el inicio de un cuadro
esquizofrénico hasta la aparición de una enfermedad cerebral degenerativa,
aunque sumamente raros, deben tenerse en cuenta, especialmente cuando los
primeros síntomas sean una pérdida de la capacidad de atención, se altere el
curso del pensamiento o se sienta invadido por ideas extravagantes, o
empiecen a fallar las habilidades motrices, alterándose el grafismo de la
escritura o manifestando torpeza en los movimientos más elementales
(tropieza, se le caen las cosas, etc.).
Vemos, pues, que el final de todas las situaciones que llevamos expuestas en
los espacios de estae Web es el abocamiento inevitable al fracaso escolar
del adolescente, al cual se ha podido llegar, obviamente, por muy diversos
caminos, intrínsecos o extrínsecos al propio adolescente. Con todo, la
experiencia clínica nos advierte de que hay una serie de datos que de alguna
manera están casi siempre presentes en la biografía del niño que termina en
un fracaso escolar.
Indicadores de vulnerabilidad o riesgo de fracaso escolar:
• Antecedentes personales de dificultades escolares.
• Poco interés habitual por el estudio o fuerte ansiedad en relación con el
mismo.
• Conflictos frecuentes con profesores y/o compañeros.
• Tendencia al ocultamiento y/o falseamiento de datos escolares (enseñar
tarde las notas a los padres, escamotear o modificar la información escolar,
no contar nada de las clases o los exámenes, etc.).
• Incorrecta autoevaluación de los exámenes, infra o sobrevalorándolos.
• Conflictos familiares y, en especial, situación de padres separados. |
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