«¡Qué
nervioso estoy!», «estoy hecho un manojo de nervios», «me encuentro tan nervioso
que voy a estallar»... Siempre están por medio y molestando, todo el mundo les
echa la culpa cuando las situaciones se escapan de las manos, cuando hay muchas
cosas que hacer y muy poco tiempo, cuando se tiene miedo o se avecina un momento
importante..., ahí están los molestos nervios. Pero, ¿qué son exactamente los
nervios?
Lo
primero es aclarar que estos «nervios» no tienen nada que ver con la estructura
anatómica del mismo nombre. Los nervios son una parte del sistema nervioso con
forma de filamentos que se distribuyen por todo el organismo transmitiendo
estímulos. Captan las sensaciones del exterior, como el frío, el dolor, el
tacto, la visión, y las transmiten a las estructuras centrales. También
transportan las órdenes desde estas estructuras centrales, como el cerebro, a
las distintas partes del organismo.
Los
famosos «nervios» son el resultado físico y psíquico de una situación de
ansiedad. La manifestación es clara: una persona dominada por la tensión,
inquieta, intranquila, que se mueve de un lado para otro, con una angustia más o
menos intensa, que puede estar irascible y hasta agresiva. Los nervios también
tienen consecuencias físicas como la taquicardia, el temblor de manos, la
sudoración y hasta vómitos y crisis diarreicas. Todo ello es pura y llanamente
ansiedad, un estado de alerta del organismo que reacciona ante un estímulo
psíquico que se vive como una amenaza.
En
principio, la ansiedad surge cuando hay una mala conexión entre el sujeto y las
exigencias del medio ambiente. Puede que éstas sean excesivas (entonces, es
lógico responder con una cierta tensión), o puede que el sujeto tenga pocos
recursos personales y resistencia ante los contratiempos. Otras veces, la
ansiedad entra dentro del marco de una enfermedad psiquiátrica, como un síntoma
más o, a veces, el más importante: es el caso de las depresiones ansiosas o las
crisis de ansiedad.
Estos
«nervios» o estados de ansiedad pueden ser esporádicos y momentáneos, o bien
mantenerse en el tiempo y hasta hacerse crónicos. Hay personas que siempre están
nerviosas. Los efectos son ciertamente negativos y se ven a diario, tanto si uno
los sufre como si se ve a una persona ansiosa. El «nervioso» da una imagen de
inseguridad, temor, desconfianza, poca competencia, al tiempo que disminuye su
rendimiento personal.
A largo
plazo, la ansiedad mantenida puede acarrear trastornos de tipo psicológico, como
depresiones o alteraciones importantes del sueño.
Ante los
«nervios» lo ideal es contrarrestarlos desde el punto de partida. Nunca deben
ponerse como escudo o justificación de una conducta inadecuada o ineficaz. Hay
que partir de una idea; nada es tan importante ni tan imprescindible como parece
a primera vista. Si uno se ve afectado, lo primero es adoptar una actitud mental
positiva y darle a cada cosa su justa importancia. No vienen mal remedios
caseros, como las tisanas o la relajación muscular, combinados con ejercicios
respiratorios especiales. Sólo cuando los nervios sean incontrolables o la
ansiedad empiece a tener repercusiones psicológicas hay que acudir al
especialista y posiblemente seguir un tratamiento específico.