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QUÉ HACER ANTE LAS CONDUCTAS DE RIESGO
Obviamente, a nadie escapa la importancia de las medidas preventivas que han
de desarrollarse en el marco de la familia y de la comunidad en que se
mueven nuestros adolescentes. También, todo el mundo sabe que las conductas
de riesgo de nuestra población juvenil están aumentando de manera alarmante.
Y existen varios factores que explican este incremento. Veamos algunos de
ellos.
Partiendo de la premisa de que la transición de la niñez a la etapa adulta
requiere estabilidad externa, una primera causa la encontramos en la
turbulencia sociopolítica de algunos países (como los de Hispanoamérica),
así como el rápido cambio socio-cultural de nuestras sociedades, que hacen
que para muchos jóvenes el medio social sea inestable y la transición de la
adolescencia más difícil. Una segunda fuente de problemas es la falta de
coordinación entre los sistemas educativos y el mundo del trabajo. Hoy en
día existen muchas más oportunidades de educación que hace algunos decenios;
sin embargo, el desempleo juvenil va en aumento, siendo una de las
principales áreas de preocupación de los adolescentes. Como tercera causa
hay que citar la desestabilización de la familia como institución, uno de
los cambios más profundos que atraviesa nuestra cultura. Se trata no sólo de
las crecientes tasas de separación y divorcio, sino también de la pérdida de
la vida familiar cotidiana y la posibilidad de recurrir a los parientes para
resolver problemas, dificultades de comunicación de los padres entre sí y
con sus hijos, y muchas otras alteraciones de la dinámica familiar. Es
palpable la estrecha relación entre la disfunción familiar y la aparición de
conductas de riesgo en los adolescentes.
Desde el punto de vista práctico es precisamente en la familia donde debe
tomarse la iniciativa para evitar o neutralizar las conductas de riesgo de
los hijos adolescentes. Los padres están en condiciones, en circunstancias
familiares normales, de dejar bien claro lo que se pretende de los hijos y
las normas que regirán su actitud parental.
En múltiples situaciones cotidianas, los padres han de saber asumir algunos
riesgos (que no implican, de entrada, gravedad) que demandarán los hijos
adolescentes. Habrá que negociar y renegociar, para obtener las máximas
garantías de seguridad ante situaciones que, indefectiblemente, van a
suceder. Veamos, pues, algunas reglas prácticas a tener en cuenta ante las
demandas (de riesgo) de los hijos:
1) Recordar que asumir riesgos constituye un rasgo importante (aunque
preocupante) del desarrollo adolescente.
2) Asegurarse de que tanto los padres como el hijo adolescente poseen
información adecuada; por ejemplo, que el potencial conductor de la moto
posee una máquina en condiciones y que está capacitado para conducir el
vehículo por el asfalto.
3) Adoptar el modelo de vida que se prefiera transmitir a los hijos; por
ejemplo, si se les advierte acerca de los peligros del tabaco, tampoco el
padre ha de fumar.
4) Comentar los riesgos de determinada acción que el hijo va a emprender,
tratando de llegar a un acuerdo para que la experiencia a realizar resulte
relativamente segura, pensando siempre en lo que el padre mismo podría hacer
para lograrla y comentándolo; por ejemplo, cuando una hija se dispone a
realizar un viaje en auto-stop.
5) Negociar intentando llegar a una solución de compromiso o sugerir un
riesgo (menor) alternativo para que el hijo acepte no asumir uno de otro
tipo; por ejemplo, cuando se planea una salida nocturna en coche un fin de
semana, habrá que aconsejar el trayecto vial de menor peligro, asegurándose
de que el conductor no consumirá alcohol, etc.
6) No entrometerse en lo posible, ya que el adolescente tiene que ser capaz
de manejar sin ayuda la mayoría de riesgos, indicando, no obstante, que
existen límites ante determinadas situaciones y que entonces el padre
actuará con toda energía, como por ejemplo: dietas de adelgazamiento
obsesivas, amistades peligrosas, etc..
7) Recuérdese que la meta final consiste en que el adolescente sepa
dirigirse a sí mismo, manejando con autonomía su propia salud y su propia
vida.
Normas para prevenir las conductas (de riesgo) del adolescente.
• Fomentar los vínculos de respeto y cariño mutuos.
• Formular sólidas exigencias sociales y morales.
• Elegir con cuidado las reglas que se vayan a aplicar.
• Ser coherente.
• Mostrarse persistente.
• Explicar con razones las reglas (y la disciplina) a aplicar.
• Otorgar responsabilidades y total confianza al hijo. |
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