La psicoterapia, técnica que consiste en curar mediante
el uso fundamental de la palabra, ha presentado notables evoluciones a lo
largo del tiempo. Freud fue el primero en dar un instrumento científico a
los médicos -basado en la palabra- para que interpretaran y trataran el
mundo psíquico de sus pacientes. El psicoanálisis se centra fundamentalmente
en el estudio de la persona.
Luego llegó la terapia conductista o modificadora de la
conducta. A diferencia de los psicoanalistas, los conductistas cambiaron del
estudio de la persona en solitario al de la persona en relación con otro.
Y, por último, nos ha llegado la terapia familiar, que
contempla la relación global del niño y su entorno familiar, escolar,
social... Es una nueva dimensión en el estudio de la problemática de las
personas. Hay que hacer notar que, a partir de 1960 aproximadamente, los
terapeutas conductistas empezaron a aproximarse a los terapeutas familiares,
y también lo han hecho expertos psicoanalistas, con todo lo cual se ha
enriquecido esta nueva forma de terapia.
Este moderno enfoque terapéutico, conocido como terapia
familiar, nació en la década de los cincuenta, conjuntamente con el auge de
los descubrimientos cibernéticos y la introducción de las computadoras. La
puesta en marcha se debió a un equipo multidisciplinar de investigadores
(médicos, antropólogos, matemáticos) que trabajaban en las teorías de los
sistemas y de la comunicación humana, en Palo Alto, California.
Resumidamente, la terapia familiar se basa en que todo el
universo está constituido por grupos de elementos que se interrelacionan
entre sí formando sistemas. Así, tenemos un sistema solar, un sistema
molecular, un sistema familiar...
La familia es un grupo que en el curso del tiempo ha
elaborado unas pautas de interacción. Y éstas constituyen lo que conocemos
por estructura familiar, que a su vez rige el funcionamiento de los miembros
de la familia y facilita su relación. Asimismo, dentro de la familia, la
conducta de cada miembro está relacionada con la de los otros y depende de
ellos (se trata de una reacción circular que afecta a todos los miembros).
De todo lo cual se desprende que diferentes pautas o patrones de interacción
familiar pueden ser beneficiosos o desastrosos según la fase del desarrollo
individual o familiar en que se encuentre el sistema. De tal manera que, por
ejemplo, la protección maternal necesaria al niño pequeño puede ser
destructiva para el adolescente si limita excesivamente su autonomía.
La terapia familiar se fundamenta en que la familia es un
sistema viviente, con su propio ciclo vital, en que un cambio en una parte
del mismo es seguido por cambios compensatorios en otras partes del sistema.
Como todos los organismos vivos, el sistema familiar tiende al mismo tiempo
a la estabilidad y a la evolución (en terminología política diríamos que la
familia es conservadora y progresista al mismo tiempo). Hay, pues, dos
tendencias contradictorias en el seno de la familia: la tendencia a
mantenerse igual y la necesidad de cambio. Y esto se traduce por períodos de
equilibrio familiar, alternando con períodos de
desequilibrio.
Toda familia normal sufre un proceso de transformación
con el correr del tiempo. Continuamente se adapta y reestructura para poder
seguir funcionando. De esta manera responde a las demandas habituales que se
generan en su seno y a las exigencias ambientales, fortaleciéndose y
adaptándose a las situaciones de estrés que se presenten. En caso contrario,
cuando se trata de familias que han perdido su elasticidad y capacidad de
adaptación, las respuestas son rígidas, anómalas y desmesuradas,
evidenciándose la patología familiar. Y aquí es cuando hay que tener bien
presente que existe la terapia familiar.