Definir
de forma clara e inequívoca el concepto de normalidad aplicado a la vida
psíquica es algo ciertamente difícil. Los límites entre normal y anormal no
están definidos, y en su delimitación influyen tantos factores cuantitativos
como cualitativos.
Del
concepto teórico de normalidad deriva su aplicación práctica, por la que
decidimos si «esta persona es normal o no», y, posteriormente, afirmamos si está
sana o enferma. Muchas veces se acude a psiquiatras y psicólogos para que
determinen la normalidad y la salud mental de un sujeto a la hora de
seleccionarlo para un trabajo, proponerlo para un puesto de responsabilidad,
enjuiciarlo por un delito que ha cometido, valorar su imputabilidad... Es
entonces cuando entra en juego el concepto de normalidad. La definición de
normalidad se realiza desde cuatro perspectivas distintas que se complementan
entre sí:
—
Normalidad como salud. Esta idea deriva del enfoque médico tradicional: «uno es
normal cuando está sano»; lo «normal» es que la mayor parte de la gente no
padezca enfermedades; en cuanto aparecen síntomas y signos patológicos el
individuo se aparta de la normalidad. En el terreno de la psiquiatría ocurre lo
mismo: una persona se considera normal mientras no presente síntomas de
perturbaciones psíquicas, tipo depresiones profundas, reacciones vivenciales
anómalas, etc. La forma más simplista de esta perspectiva la dio Romano (1950),
que afirmó que una persona está sana cuando se encuentra razonablemente libre de
dolores, molestias e incapacidades.
—
Normalidad como utopía. Es lo ideal, lo óptimo, cuando todos los elementos del
cuerpo, y en este caso de la mente, trabajan de forma más armoniosa y perfecta.
Esto es, como su propia definición dice, una utopía. Ya Freud afirmó: «Un YO
normal es, como la normalidad en general, una ficción ideal.»
—
Normalidad como promedio. Esta perspectiva se basa en el principio de «la curva
de campana» que maneja la estadística. Lo que todo el mundo hace, tiene o es, se
considera lo normal. Este concepto de normalidad es el que se emplea en los
tests: tras aplicarlos a muchas personas, se obtienen los valores promedios y
alrededor de ellos se estructuran las puntuaciones normales y anormales. Hoy en
día se emplea cada vez más esta orientación, así como los tests y otras pruebas
de valoración objetivas.
—
Normalidad como sistema de transacción. Según esta perspectiva, la conducta
normal es el resultado de una serie de sistemas que interactúan. Con esto se da
a entender que hay cambios temporales en la situación de una persona que entran
dentro de la normalidad. La normalidad no es estática, sino que varía con el
tiempo. Vamos a ver algunos ejemplos. Uno de los más ilustrativos es el de la
caries dental. Lo normal y sano es no tenerla, pero el problema es tan frecuente
que se considera como normal tener alguna. Entran en juego la norma como salud y
la norma como promedio. También interviene la norma como sistema de transacción
ya que al reparar la caries, desaparece, luego es algo temporal. Otro ejemplo
sería la tristeza, que no la depresión. Todo individuo puede atravesar una fase
de tristeza, por ejemplo, tras un grave contratiempo o la muerte de un ser
querido: es una tristeza comprensible, que pasa y no llega a constituir una
enfermedad.