Se define como pubertad precoz la aparición de los
caracteres sexuales secundarios, antes de los 8 años en la niña y de los 9
años en el niño. Hay dos tipos de pubertad precoz: central y periférica.
La pubertad precoz central, también llamada
verdadera, se debe a una activación de unas estructuras anatómicas (eje
hipotálamo-hipófiso-gonadal) encargadas de regular la maduración corporal,
pero que en este caso se han puesto en marcha antes de tiempo. Las causas
que afectan a estas sensibles estructuras anatómicas van desde los
traumatismos cefálicos hasta los tumores cerebrales o hidrocefalias
(acumulación de líquido dentro del cerebro).
En la pubertad precoz periférica, también llamada
seudopubertad precoz, hay una elevación en el organismo de las hormonas
sexuales (esteroides) sin que el eje regulador a que antes aludíamos esté
activado. El origen de esta elevación hormonal puede estar en las glándulas
suprarrenales o en las propias gónadas (testículos u ovarios).
En ambos casos, central y periférica (que, además, pueden
presentarse simultáneamente), hay que tratar, obviamente, la causa orgánica
que las desencadena, pero también hay que ocuparse de las importantes
necesidades psicosociales del paciente con pubertad precoz. Asimismo, es
importante diferenciar una entidad que se denomina pubertad adelantada,
que corresponde al inicio del proceso puberal unos meses antes de los 8
años en la niña y de los 9 años en el varón. Este cuadro clínico
frecuentemente no es patológico, sino que corresponde a chicos que están
comenzando su desarrollo puberal en uno de los extremos del promedio (rango)
normal del inicio de este proceso. No obstante, esta entidad puede tener
consecuencias negativas en algunos niños, cuando se asocia a un pronóstico
de talla insuficiente, o generar problemas psicosociales debido al
desarrollo sexual prematuro del paciente. La pubertad adelantada, al igual
que la pubertad fisiológica, evoluciona con la secuencia normal de
progresión de los signos puberales en ambos sexos.
A la vista de estos hechos, no debemos olvidar que aunque
el cuerpo madure de manera precoz, no hay una correspondencia con las
capacidades intelectuales y la interacción social que estos niños
manifiestan. Los niños pueden parecer más grandes y de mayor edad, pero no
están listos para asumir las responsabilidades de la adolescencia. Al mismo
tiempo, pueden ser objeto de bromas por parte de otros niños y, a su vez,
provocar confusión en los adultos que los rodean. Una buena cosa es, por
ejemplo, informar adecuadamente a sus maestros sobre esta situación.
"¡Grandullón! ¡Larguirucho!"... El chico de talla
excesivamente alta no acostumbra a pasar inadvertido y su altura le
delata en cualquier colectivo, siendo fácilmente visible su cabeza
descollando por encima de las de sus compañeros de clase, y puede
convertirse en foco de atención -"cabeza de turco"- en donde incida
continuamente la mirada del maestro.
El varón soporta su talla excesiva con mayor soltura que
la chica, preocupada casi siempre por su altura; al chico, por ejemplo, le
facilita la práctica del baloncesto. Generalmente se trata de una
característica familiar. Rara vez es el resultado de una enfermedad de las
glándulas endocrinas (gigantismo) o genética (síndrome de Marfan). Debe
descartarse el síndrome de Marfan en todo adolescente alto con escoliosis
(desviación de la columna vertebral), pecho hundido y dedos largos de manos
y pies, dado que puede asociarse esta entidad a defectos cardíacos y de la
arteria aorta que deberían identificarse precozmente para excluir a estos
jóvenes de actividades deportivas peligrosas. El tratamiento de la talla
excesiva depende siempre de su causa. Si se trata de una niña extremadamente
alta, el médico puede detener el crecimiento tratándola con hormonas
(estrógenos) que producen el cierre de la zona fértil de los huesos
(epífisis). Para que el tratamiento sea efectivo es conveniente iniciarlo
durante la pubertad temprana, antes del estirón puberal.