LA PSICOMOTRICIDAD
Es la
combinación de los movimientos del cuerpo con la expresividad, que da como
resultado los gestos y los movimientos expresivos. Se llama mímica cuando se
refiere a la cara, y motórica, a la del resto del cuerpo, incluyendo las
posturas.
La
actitud psicomotriz de una persona expresa mucho acerca de cómo es y cómo se
encuentra, es una forma de expresión no verbal que contradice o corrobora lo que
la persona expresa verbalmente. La inquietud, la sumisión, el temor, la alegría,
se expresan con los movimientos del cuerpo y de la cara. Una persona temerosa e
insegura se sienta en el borde de la silla y el tímido tiende a bajar la cabeza,
ocultar la cara y esquivar la mirada directa de las otras personas.
La
psicomotricidad revela actitudes acerca de uno mismo y de la propia imagen
corporal: quien se siente demasiado alto tiende, por ejemplo, casi sin darse
cuenta, a encogerse y agachar los hombros. Otras veces es como un espejo de lo
que el otro está pensando o siente sin que él se dé cuenta de ello; así, por
mucho que uno intente demostrar interés, si está aburrido se le nota en la cara,
en los cambios constantes de postura y en los ojos. Frente a la expresión
verbal, que puede estar perfectamente controlada por la voluntad, la actitud
psicomotriz se escapa con frecuencia a la censura voluntaria y se expresa
libremente.
En la
expresión psicomotriz influyen factores psicológicos, socioculturales y
neurofisiológicos (las bases neurológicas del movimiento son el sistema
piramidal, el sistema extrapiramidal y el cerebelo, de ellos parten las órdenes
que mueven el cuerpo). Las influencias socioculturales ejercen un papel
fundamental en la forma de andar y sentarse, en los gestos (la V de victoria, el
puño en alto o los insultos que se hacen con los dedos) y en las posturas. Los
factores neurofísiológicos son el punto de partida, y el mecanismo clave de la
psicomotricidad; si éstos presentan lesiones, como un tumor en el cerebelo o una
parálisis neuromuscular, la psicomotricidad se ve alterada.
Vamos a
centrarnos en los condicionamientos psicológicos y las alteraciones de la
psicomotricidad secundarias a ellos. El estado de ánimo, las emociones, la
atención, lo que se piensa o lo que se siente se refleja en la cara y en el
cuerpo. El deprimido tiene una expresión facial típica, con cara triste, ojos
hundidos y sin brillo y un rictus especial e inexpresivo, todo lo contrario le
ocurre a la persona alegre. La expresión facial y los movimientos del resto del
cuerpo son como un espejo de la situación psicológica.
La
psicomotricidad exaltada se manifiesta por un aumento de movimientos que puede
ser inquietud o, en grados mayores, agitación, que se considera ya un cuadro
psiquiátrico de urgencia. El polo opuesto es la psicomotricidad inhibida, que es
un síntoma de ciertas enfermedades psiquiátricas, como la depresión y algunos
tipos de esquizofrenia. El enfermo presenta una mímica y una motórica pobre, y
tanto su cara como sus gestos o sus posturas permanecen inmutables. El grado
máximo de inhibición psicomotriz es la catatonía, en la que la inmovilidad del
enfermo puede llegar a ser total. Hay que distinguir esta variación patológica
de la psicomotricidad de las personas que son poco expresivas, que, dentro de la
normalidad, tienen un cierto grado de inhibición psicomotriz.
Las
estereotipias psicomotoras son una repetición reiterada e innecesaria de un acto
que se manifiesta en la expresión facial o en los movimientos del cuerpo y que
da a los gestos un carácter anómalo y antinatural. Es típica la sonrisa
estereotipada de los esquizofrénicos, que «no viene a cuento», no dice nada, ni
es posible contagiarse con ella. Hay que diferenciar estos trastornos
psicomotores de los tics que son movimientos faciales constantes y absurdos pero
no estereotipados y que tienen un origen neurológico o psicológico.