La imagen
externa de una persona es una gran fuente de información sobre su personalidad.
Los gestos, la forma de andar, de vestirse, de peinarse, de maquillarse, la
expresión de la mirada, los adornos, el aseo personal y el aspecto global que
nos ofrece, revelan rasgos más o menos relevantes de su forma de ser. Esto hace
que a veces nos hagamos inconscientemente una impresión de una persona nada más
verla, impresión que, en muchos casos, se corresponde a la realidad, como
comprobaremos con el paso del tiempo, cuando ya conocemos a esa persona más
profundamente.
La
expresión del rostro suele ser muy significativa. Una expresión de tensión, de
rigidez, tanto en la cara como en los movimientos, sobre todo si se acompaña de
inestabilidad al andar, es típica de las personas inseguras de sí mismas.
También la torpeza de movimientos y los bloqueos súbitos al iniciar una
actividad. La ansiedad se manifiesta por una especie de necesidad de ir
constantemente de acá para allá, sin motivo ni finalidad, con una expresión de
preocupación, excitación o falta de autocontrol, que se suele manifestar también
por una frente fruncida, cejas arqueadas hacia abajo, mandíbula tensa (por
contracción de los músculos maseteros) y por continuos cambios de postura,
incluso estando sentados.
En otras
ocasiones la angustia se traduce en una cara inexpresiva, como congelada, con
expresión de sorpresa o perplejidad. Muchas veces se asocia con temblor,
localizado, sobre todo, en las partes distales de los dedos, aunque también se
puede generalizar a cualquier otra parte del cuerpo. La voz suele ser temblorosa
y con altibajos en sus tonos.
En otras
ocasiones, lo que observamos en una persona es una expresión de dolor, de
sufrimiento y tristeza, con la comisura de los labios inclinada hacia abajo, al
igual que los párpados; los movimientos son lentos y mantiene la cabeza gacha,
rasgos típicos de las personas deprimidas, pesimistas o continuamente
insatisfechas. Una mirada recelosa, observadora y distante, que nos da la
impresión de que esa persona está continuamente en posición de alerta, es típica
de los sujetos desconfiados o paranoides. La euforia («manía o hipomanía») se
caracteriza por una gran agitación psicomotríz, con gesticulación y riqueza de
movimientos. Las mujeres suelen ir exageradamente maquilladas, al igual que
cuando padecen ciertos trastornos de tipo histérico. La cara totalmente
inexpresiva es propia de personas frías y reservadas, muy racionales. En los
casos exagerados, la pérdida total de la expresividad facial se puede deber a la
enfermedad de Parkinson (facies cerúlea). Una sonrisa tensa se puede producir en
algunas situaciones de tensión emocional, otras veces responde a un fondo
cínico, y puede deberse a procesos biológicos como la risa sardónica del
tétanos.
En
general, una persona correctamente vestida y aseada denota equilibrio y respeto
hacia las normas sociales. Si esta corrección es meticulosa, exagerada, puede
responder a una personalidad anacástica, es decir, demasiado meticulosa,
perfeccionista, hiperresponsable y obsesiva. Un aspecto decididamente desaliñado
se puede deber a un deseo de protesta contra los convencionalismos sociales, o a
la integración dentro de grupos marginados o contraculturales.
Algunas
indumentarias extravagantes responden al mero hecho de intentar llamar de este
modo la atención de los demás y a un intento de diferenciarse notablemente, lo
que es frecuente en las personalidades teatrales («histriónicas») o histéricas.
También entre los ciclotímicos son frecuentes los adornos exagerados y
extravagantes durante las épocas en las que sufren una exaltación patológica del
estado de ánimo; sin embargo, durante las fases depresivas es característico un
gran descuido del aseo personal, con un gran empobrecimiento del aspecto
externo. Algo similar ocurre a veces en la senilidad, especialmente cuando
existen problemas vasculares a nivel cerebral y, sobre todo, si se han iniciado
procesos demenciales.