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PESADILLAS,
SONAMBULISMO Y TERRORES NOCTURNOS
Estos fenómenos nocturnos, en general, son más comunes en la niñez que en la
adolescencia. Lo que sucede es que, al aumentar el tamaño corporal, en la
adolescencia estos episodios son más espectaculares y alarmantes.
Aunque habitualmente responden a causas emocionales y a situaciones
impactantes acontecidas durante la vigilia, las pesadillas también pueden
tener una causa médica como es el abuso de sustancias o las apneas a que
hacíamos referencia en un anterior apartado. Lo común es que el adolescente
con pesadillas pueda ser despertado fácilmente, y se sienta entonces
angustiado y recuerde el contenido de su mal sueño con bastante detalle. Son
más frecuentes en las chicas.
Por el contrario, los terrores nocturnos son más habituales en los varones
que aún no han alcanzado la pubertad (raros en los adolescentes) y causan
gran desazón en el hogar por los gritos y gemidos desesperados que los
acompañan. El chico parece estar despierto en su cama, pues puede tener los
ojos abiertos, pero en realidad sigue en estado de sueño y es muy difícil
despertarlo. En cuanto regresa al estado de vigilia, se encuentra
desorientado y no puede recordar lo sucedido. Estas situaciones nocturnas,
más aparatosas que realmente dañinas, responden bien a medicaciones
ligeramente ansiolíticas.
El sonambulismo es más común en los adolescentes jóvenes (adolescencia
temprana) y tiende a desaparecer de manera espontánea a medida que se hacen
mayores. Es importante que los padres sepan que los episodios sonambúlicos
no tienen significado patológico (al igual que la somniloquia, hablar en
sueños) y únicamente se requiere precaución en eliminar obstáculos en la
deambulación del sonámbulo que le puedan hacer caer y, al mismo tiempo,
cerrar puertas y ventanas, con llave y pestillos de seguridad, para que no
pueda abrirlas (cuando el joven sonámbulo encuentra alguna “dificultad” en
su recorrido, suele desistir en superarla y da media vuelta). Cuando la
aparición de los episodios sonambúlicos es una manifestación nueva en un
adolescente tardío o adulto joven, entonces debe prestarse más atención a
estos fenómenos nocturnos, pues en estas edades pueden, a veces, ser un
síntoma acompañante de una enfermedad mental.
Con todo, y a modo de conclusión general, conviene retener la idea de que
tanto las pesadillas como el sonambulismo y los terrores nocturnos, si bien
son incómodos, son inocuos.
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