LA PREDISPOSICIÓN
Con
frecuencia se oye: «A esa persona le ocurrió tal cosa porque estaba predispuesta
a ello.» O el médico nos dice: «Hay una predisposición a que usted padezca esta
o aquella enfermedad.»
Pero,
realmente, ¿qué quiere decir eso de la predisposición?, ¿es que tiene algo que
ver con el destino de cada uno? No, cuando hablamos de predisposición no nos
referimos a la predicción del futuro o a la adivinación. Predisposición es la
disposición anticipada del ánimo del individuo para un fin concreto.
Cuando
una persona se propone realizar una tarea presenta un determinado estado
afectivo, una disposición anímica, frente al objeto de la acción.
Indudablemente, ello condiciona al sujeto en su empeño, e influirá, por tanto,
en el logro de sus fines. Un ejemplo de este hecho lo observamos en el deporte;
ante una competición, el deportista se concentra, aúna sus potenciales físicos y
mentales para que, en los instantes siguientes su rendimiento corporal sea
máximo. Está predisponiendo su persona para una acción que requiere plena
capacidad. Un competidor que se sienta derrotado antes de la contienda
difícilmente podrá ganar: está predispuesto al fracaso.
Igualmente, esto que ocurre en el terreno deportivo, puede hacerse extensivo a
la vida cotidiana: un trabajador ante su tarea, un estudiante ante el examen, un
aspirante ante una entrevista, etc.
Todos
hemos pasado alguna vez por lo que llamamos un «día negro», cuando,
coloquialmente, decimos: «hoy parece que me he levantado con el pie izquierdo».
Ese día tenemos la sensación, a veces cargada de realidad, de que casi todo nos
sale mal. Haciendo posteriormente balance de los acontecimientos del día vemos
que los negativos superan ampliamente en número a los positivos. ¿Es esto sólo
producto de la casualidad? ¿O será consecuencia de una «mala» predisposición de
nuestro ánimo que, indefectiblemente, nos ha conducido al continuo fracaso
durante el día?
Exponemos, en el espacio
correspondiente, una clasificación de los diferentes tipos de personalidad,
división que se realiza atendiendo al conjunto de rasgos de personalidad que son
predominantes en un individuo.
De este modo, según las
cualidades psicológicas de una persona, podemos predecir una serie de
acontecimientos o circunstancias que tendrán mayor probabilidad de suceder, dada
su forma de vivir.
Una
personalidad habitualmente triste y melancólica estará predispuesta,
médicamente, a la depresión. Bastará con que en un momento determinado se
exacerben sus rasgos naturales de pesimismo, desgana, abatimiento y tristeza,
para que rebase la línea hacia lo patológico, hacia la enfermedad depresiva. Su
«reserva anímica», por así decirlo, es muy escasa; y un simple contratiempo
cotidiano puede desbaratar su endeble estructura afectiva.
Otra
persona, de voluntad débil, con tendencia a las compulsiones o apetitos
descontrolados, puede caer, si lo potencia o facilita habitualmente, en el
desorden de la bebida y el alcoholismo; y asimismo en cualquier otro tipo de
toxicomanía.
De igual
manera, en el individuo imaginativo y soñador, que vive lejos de la realidad,
alimentando su existencia con fantasías extraordinarias, es posible que peligre
alguna vez su control si tiene que elaborar un delirio e incluso una
alucinación, constituyendo rasgos patológicos.
En unos u
otros tipos de personalidad, diferentes todos ellos entre sí, vemos que existe
una predisposición. No quiere decir que inevitablemente ocurra la transformación
patológica, sino que habrá una mayor probabilidad de que suceda si se fuerzan
las resistencias personales.
Pero no
todo es negativo; también existe la predisposición hacia lo positivo. La persona
segura, práctica, templada y bien formada está predispuesta al éxito en lo que
emprenda. Es probable que gane la partida porque juega con buenas cartas. No hay
que achacar el triunfo o el fracaso exclusivamente a la suerte de cada uno.
Una
predisposición anímica puede inclinar con facilidad la balanza en uno u otro
sentido.