Las
pasiones son inclinaciones o tendencias de gran intensidad, que no proceden de
la voluntad, que se experimentan desde la pasividad, como «viéndose arrastrado
por ellas», excepto cuando se intenta luchar activamente contra las mismas. Las
pasiones se distinguen de las emociones y sentimientos por tener mayor o, al
menos, la misma intensidad que éstos, y porque tienen una mayor duración, y dan
a la persona que las experimenta la sensación de ser dirigido y dominado por
ellas. Tienen un carácter más indiferenciado que los sentimientos y están
orientadas fundamentalmente a conseguir el objeto que desencadena su aparición,
por lo que mantienen una cierta proyección de futuro. Las emociones, por el
contrario, están cerradas en el presente.
El odio,
el amor, la venganza, etc., pueden tener carácter pasional cuando tienen tal
intensidad que incluso escapan al control de la voluntad, si ésta no se aplica
con una disciplina férrea. Con la pasión el ser humano se abandona a las
inclinaciones de su vida afectiva, mientras que deja un poco de lado los
contenidos racionales de su comportamiento: «Impera el corazón sobre la razón.»
Bajo el influjo de las pasiones el ser humano tiene una vida afectiva más
intensa, por lo que muchos románticos del siglo XIX proponían abandonarse a las
propias pasiones, sin autocontrol, para sentir con toda fuerza la vida anímica,
la cual sería la principal fuente para tener una auténtica conciencia de la
existencia. Sin embargo, bajo el influjo de las pasiones se produce una cierta
pérdida de libertad, ya que puede llegar un momento en que el sujeto se sienta
casi obligado a desarrollar conductas y comportamientos que van en contra de la
moral más elemental o, incluso, de la trayectoria vital que se había trazado.
De todos
modos, no resulta fácil luchar contra determinadas pasiones, a pesar de que
sepamos que seguir sus tendencias puede ser muy perjudicial para nosotros. Las
pasiones, al igual que otros procesos afectivos, producen cambios psicológicos
de cierta importancia en la persona que las experimenta. Esta sufre una cierta
deformación en sus ideas, de modo que sobrevalora todos aquellos contenidos que
están de acuerdo con la pasión, mientras que los que están en desacuerdo quedan
automáticamente eliminados, o cuando menos, permanecen indiferentes. Por tanto,
la pasión produce una deformación como consecuencia de la cual, sólo se
consideran los aspectos que están de acuerdo con la pasión, mientras que se
infravaloran o no se tienen en cuenta los que van en contra de la misma. De este
modo se pueden justificar, ante uno mismo, los comportamientos pasionales.
También
se suelen asociar a las pasiones algunos mecanismos psicológicos, como la
catatimia o deformación de las percepciones, causada por el estado de ánimo (por
ejemplo, cuando se quiere a una persona se la puede ver más guapa de lo que es
en realidad). También son frecuentes los mecanismos psicológicos de proyección,
mediante los cuales se atribuye a otras personas sentimientos o tendencias
propias, que esas personas no poseen. Por ejemplo, un enamorado puede considerar
como gestos o pruebas de amor en la persona querida lo que solamente son
comportamientos comunes, sin que tengan ese significado concreto.
Algunas
personas son más apasionadas que otras; es decir, están más sometidas que la
mayoría al influjo de las pasiones. Serían aquellas en las que la vida afectiva
mantiene una cierta supremacía sobre los contenidos de corte más racional, y que
actúan más en relación a sus sentimientos y tendencias que a su forma de pensar.
Estas personas suelen ser impulsivas y sensibles y muchas veces se ven inmersas
en conflictos psicológicos, debidos a esta discrepancia entre su forma de pensar
y su modo de actuar o de comportarse.