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LA PACIENCIA
Últimamente nos da la
impresión de que nuestra vida va cada día más rápido y pareciera que
necesitamos tener una multiprogramación como los ordenadores para poder
hacer todas las cosas a la misma vez. Vivimos apurados, la velocidad de la
información, las comunicaciones, el trabajo, los acontecimientos en pleno
desarrollo y las exigencias del entorno que nos rodea le van imprimiendo a
nuestras vidas un carácter de inmediatez, y esto nos hace ser exigentes con
nosotros mismos y con los que nos rodean.
En el trabajo la frase "esto es para ayer" es cada vez más frecuente. El
tráfico cotidiano es otro factor que contribuye al apremio, así como la
dinámica familiar.
Formamos parte de un mundo impaciente, estresado, ansioso, tenso. La única
forma de sobrevivirlo literalmente es siendo pacientes, si no el medio
ambiente nos lapidará, así de simple, porque la impaciencia, el estrés, la
ansiedad y las preocupaciones son asesinos silenciosos que acaban con la
salud mental y física.
Paciencia significa la capacidad de soportar algo sin alterarse, la
capacidad de hacer cosas minuciosas, la facultad de esperar algo que se
desea mucho y, también, significa tolerancia.
La paciencia es un don que se puede cultivar y que nos permitirá vivir en
mayor paz y armonía con nosotros mismos. No se trata de que tengamos que ser
lentos en hacer las cosas, más bien hacerlas sin prisa pero sin pausa o con
el tiempo necesario.
La fábula de la liebre y la tortuga es muy ilustrativa. La libre retó a la
tortuga a una carrera pensando que tenía todas las posibilidades de ganar
por su velocidad; la tortuga acepta y sin pausa comienza la carrera, la
liebre confiada, decide dormir hacia la mitad del camino. Cuando despertó
encontró que a pesar de su velocidad la tortuga había sido la ganadora. Todo
tiene su tiempo y su ritmo y, como dice el dicho, no amanece antes porque te
levantes más temprano.
No debemos dejarnos llevar por las situaciones, reflexionemos, planifiquemos
lo que vamos a hacer y obremos, a la par de que contemplamos y disfrutamos
de la vida. También es importante que empecemos y finalicemos las tareas que
nos proponemos y no las dejemos a medias.
Pero, ¿hasta cuándo tenemos que “ser pacientes”? Hasta el momento en el que
demos cuenta de que “ser pacientes” no es la manera de obrar apropiada; otro
límite se encuentra en el momento en el que sintamos que la situación nos
hace daño o nos afecta emocionalmente. En esos momentos debemos hacer valer
nuestros derechos y hacerlo asertivamente. Se puede ser paciente y tolerante
sin dejar de ser firmes. Entonces debemos ver, y a veces esperar, el mejor
momento para actuar, de acuerdo a una estrategia, equilibrados, y con la
ventaja de la reflexión a nuestro favor y, sobre todo, obrar con una buena
dosis de paciencia. |
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