LAS NORMAS SOCIALES
Dentro de
cada sociedad existen una serie de normas de convivencia que responden a un
deseo generalizado de orden y estabilidad social. Son convencionalismos que se
han ido estableciendo y transformando a lo largo de la historia en concordancia
con una serie de costumbres y tradiciones. Cuando las normas sociales dejan de
ser útiles para la convivencia dentro de una sociedad determinada, e incluso se
convierten en una traba para la misma, suelen ser sustituidas por otras nuevas
que sean más apropiadas a los cambios sociales experimentados; no obstante,
algunas permanecen como parte integrante de la cultura de un pueblo o grupo
social.
Algunas
personas se muestran muy reacias a seguir las pautas exigidas por este tipo de
normas o incluso, demuestran su hostilidad a la sociedad infringiéndolas
deliberadamente, dentro de una actitud global de rebeldía. Otros, por el
contrario, están excesivamente pendientes de no incurrir en ningún tipo de falta
respecto de las mismas, exagerando su importancia y trascendencia. Por último,
podría ser considerado un tercer grupo que se caracterizaría por adaptarse a la
gran mayoría de las normas sociales, sobre todo en algunos momentos, por simple
respeto a los demás, pero sin que esto tuviese mayor importancia o
trascendencia.
Estos
modelos de comportamiento en relación con las normas establecidas dentro de cada
modelo social, suelen estar directamente relacionados con la presencia o
ausencia de ciertos rasgos de personalidad. Las personas que desprecian las
normas sociales son, a veces, progresistas en sus planteamientos, firmes
partidarios de los cambios sociales rápidos, despreocupados por la imagen que
ofrecen a los demás, o a veces despreocupados de las personas que los rodean. En
otras ocasiones se trata de un modo de rebelarse contra la sociedad, entendida
ésta como algo global, o contra personas partidarias de guardar este tipo de
convencionalismos. Este tipo de situaciones son especialmente frecuentes durante
la adolescencia, época durante la cual muchos jóvenes intentan expresar su deseo
de cambio social luchando y dejando de adoptar convencionalismos y normas
sociales, situación que se repite continuamente a lo largo de la historia, y que
constituye un símbolo del idealismo progresista de jóvenes y adolescentes.
En otros
casos sucede lo contrario. Algunas personas están demasiado influidas por estas
normas y tienen un exagerado temor a no saber actuar de acuerdo con ellas.
Muchas personas se sienten inseguras en ciertas reuniones sociales por no
conocer algunas normas de cortesía comúnmente aceptadas que los demás
aprendieron como un componente más de la educación recibida (forma de comer, de
saludar, etc.) y temen hacer el ridículo. En otras ocasiones, la inseguridad es
un rasgo de personalidad y entonces se teme continuamente la posibilidad de
llamar la atención de los demás, en una actitud de perpetua timidez y vergüenza,
con lo que se teme incumplir estos convencionalismos sociales porque de este
modo se podrían ver expuestos a juicios y comentarios de los que, creen,
saldrían mal librados. Algunas de estas personas inseguras bajo las que subyace
un complejo de inferioridad pueden mostrarse aparentemente indiferentes a los
comentarios de los otros y hacer alarde de su desprecio por las normas sociales
establecidas, incumpliéndolas deliberadamente en un desmesurado afán por
demostrar su independencia de las opiniones de los demás y con rasgos externos
de superioridad; pero siempre se puede descubrir la inferioridad que se esconde
bajo estos comportamientos, ya que están realmente pendientes de los efectos que
producirá su forma de comportarse en los demás, porque en el fondo esta opinión
les resulta de gran importancia dados los sentimientos de inferioridad que
ocultan.
En un
tercer grupo entrarían las personas más equilibradas, que adoptan sin rigideces
normas sociales por simple respeto a los demás, a pesar de que consideren que
sería preferible modificarlas, o porque les parecen convenientes y adecuadas a
esa situación. De hecho, algunos convencionalismos responden a un afán puramente
estético o a un deseo de mantener tradiciones heredadas y perpetuadas durante
siglos. Muchos hombres que demuestran un profundo respeto por estas tradiciones
son amantes de la historia, de los autores clásicos, del progreso constructivo y
moderado, es decir, de avanzar realmente aprovechando, por ejemplo, los avances
de la técnica, pero sin destruir una serie de cuestiones verdaderamente valiosas
que se han ido transmitiendo culturalmente a lo largo de la historia. El
progreso no tiene por qué suponer una destrucción global de la cultura, sino que
deben ser mutuamente compatibles, ya que no tiene sentido pensar que, hasta el
momento actual el hombre no ha sido capaz de elaborar y construir valores
relevantes en cualquier ámbito de la cultura.
La
verdadera independencia de las normas sociales se demuestra, además,
generalmente, por una cierta flexibilidad y tolerancia que presupone no juzgar
con rigidez a los que no las cumplen en un momento determinado. Paralelamente,
hay que comprender la necesidad de cumplirlas en determinados momentos, ya que
de no hacerlo podríamos ofender a ciertas personas, por lo que, siguiéndolas, no
se somete a nadie a las normas en sí mismas, sino que se demuestra una cierta
amabilidad hacia el deseo, más o menos explícito, de los otros.
Por
último habría que considerar el caso de aquellos que se resisten a admitir que
las normas y convencionalismos sociales estén sujetos a diversas modificaciones,
lo que es un hecho sobradamente demostrado a lo largo de la historia. Esta
exagerada tendencia a aferrarse al pasado, suele traducir posturas excesivamente
rígidas a nivel de personalidad, y una cierta dificultad o temor hacia lo que
pueden deparar los cambios sociales. Se teme el progreso y todo cambio en
general porque se tiene la idea preconcebida de que será perjudicial o
peligroso. Esto sucede con especial frecuencia en personas con poca confianza en
sí mismas, pesimistas y demasiado adaptadas a su medio ambiente, ya que
mantienen con él una relación de excesiva dependencia.