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EL NACIMIENTO DE
LA AMISTAD
Por lo general, la amistad se define como una relación entre personas unidas
por un objetivo común. Pero si descendemos al terreno concreto de la
adolescencia, podríamos definir la amistad como la relación simpática entre
dos jóvenes sin que ninguno de ellos represente forma alguna de autoridad,
es decir, tienen que ser necesariamente unos iguales. Por esta razón,
difícil lo tienen los padres o maestros cuando quieren acceder al estamento
de la amistad con los hijos o los alumnos. Querámoslo o no, los padres y los
educadores somos adultos con autoridad.
Quedan atrás las amistades de la infancia (aunque todo el mundo sabe lo
valiosas que son las amistades desde la infancia), que no han sido más que
simples camaraderías, fundadas en costumbres y ocupaciones comunes, como es
el caso del juego. A partir de los 10-11 años, se las ve estrecharse y
hacerse más selectivas, pero es a partir de la pubertad cuando profundizan.
Hay que hacer notar que, por debajo de los 11-12 años, las niñas son más
activas que los niños desde el punto de vista social, y acostumbran a
establecer entre sí relaciones más próximas y confidenciales.
En líneas generales, la amistad debe diferenciarse de la camaradería, aunque
se den ciertos casos intermedios; asimismo, sobrepasa de hecho el plano de
la cooperación e implica el diálogo confidencial, muy importante a esta
edad, y la entrega de sí mismo; también hay que diferenciarla del amor,
aunque puede ser la antesala...
La identificación con un ser semejante a uno mismo, conociendo los mismos
problemas, las mismas dudas, las mismas angustias, las mismas rebeldías, los
mismos entusiasmos, la posibilidad de encontrarse en él o en ella, y de
compartir con este igual sentimientos demasiado pesados para soportarlos uno
solo... ¡Ay de quien no tenga amigos en quienes confiar!
Los adolescentes conceden un especial énfasis a la lealtad y a la intimidad
sobre todas las cosas, siendo para ellos las cualidades esenciales de la
amistad.
La influencia más significativa sobre la formación de amistades consiste en
la "creencia" de que el otro es semejante a uno mismo. Esto es más
importante que el hecho de que el otro, "en realidad", sea o no semejante.
Asimismo, los jóvenes eligen como amigos a quienes poseen características
consideradas como deseables desde el punto de vista de los valores que
privan en el
grupo.
No obstante, hay algunos chicos que se sienten atraídos por otros cuyas
necesidades representan un complemento de las suyas propias. Por ejemplo, un
joven de carácter dominante puede hacerse amigo de alguien que es sumiso.
Pero esto no es lo habitual: el principio de la atracción de los opuestos
constituye aquí una excepción, y no la regla.
En la etapa adolescente, el amigo desempeña el crucial papel de sostén del
Yo. Mejor dicho: es otro Yo (el alter ego), un Yo idealizado muchas veces y
que devuelve al chico una imagen tranquilizadora de sí mismo. En esto se
basa la importancia de la relación amistosa de los adolescentes, y de ahí
proviene también el desorden cuando se rompe... Se ve, pues, que en la
génesis de la amistad juvenil hay cierto toque de narcisismo, ya que en
muchos aspectos la relación con el compañero es una relación como en un
espejo. En el fondo se trata de un apoyo mutuo entre amigos, y por tal
motivo la amistad juvenil ha sido llamada una soledad a dos. Lo cual no
excluye, de ninguna manera, los impulsos generosos y desinteresados, tan
propios de esta altruista edad.
Ciertamente, las amistades son fervientes, exclusivas y desconfiadas. Se
parecen al amor, al cual preceden y anuncian, en el apasionamiento que
ponen, y sobre todo es evidente en las chicas, pero también en los chicos.
Del amor toman el lenguaje y, al igual que en el amor, están atravesadas de
tormentas, de riñas y de rupturas, de perdones y de reconciliaciones... Tan
apasionada puede ser la relación amistosa, que la traición de un amigo o de
una amiga puede representar para el adolescente una experiencia
trastornadora que le alcanza en lo más profundo de sí mismo. |
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