La
motivación es aquel factor o grupo de factores que mueven a la persona hacia la
acción.
El
comportamiento humano puede verse, pues, condicionado, motivado para actuar con
arreglo a sus necesidades. Estas pueden dividirse básicamente en dos categorías
principales: las que provocan movimientos de atracción o acercamiento, estando
asociadas con el placer; y las que inducen al alejamiento o repulsión, estando
asociadas con el dolor.
Las
motivaciones que mueven al individuo pueden ser innumerables, aunque,
generalizando, podemos clasificarlas en:
—
Motivaciones primarias. Son las más fundamentales, y las que tienen que ver con
un fondo biológico. También son las más primitivas, pues, al fin y al cabo,
siguen un patrón instintivo de supervivencia. Entre ellas destacan: el hambre,
la sed, la atracción sexual, el sueño (necesidad de dormir), la agresividad, el
rechazo del dolor. Naturalmente, hay varías más; en definitiva basta con aplicar
al ser humano el patrón de conducta de los animales para enumerarlas.
—
Motivaciones secundarias. Son aquellas más racionales, y las que atañen al ser
humano en cuanto a ser emocional y social. Digamos que no tratan de cubrir
necesidades biológicamente tan vitales como las primarias, pero que para el ser
humano, a diferencia de los animales, pueden tener suma importancia. Entre otras
muchas destacan: la necesidad de seguridad, de afecto, de autoestima, de
sabiduría y de gozo. Su importancia radica en que de ellas depende el ejercicio
de la vida civilizada, al tiempo que modulan en cierto modo la consecución de
las primarías.
Algunas
teorías afirman que las motivaciones secundarias no actúan mientras no estén
cubiertas las primarias. En cierto modo es así: una persona hambrienta buscará
antes alimento que un libro donde satisfacer su ansia de saber. Aunque,
naturalmente, en el comportamiento humano siempre hay excepciones. Y lo real es
que tanto unas motivaciones como otras pueden ir entrelazadas, necesitando
satisfacerse al mismo tiempo.
En muchas
ocasiones es difícil, por no decir imposible, marcar una separación entre
motivaciones secundarias e intereses.
Cuando
hablamos de interés nos referimos a un grado de motivación secundaria a la que
añadimos un matiz gratificador que supera la simple necesidad de satisfacerla.
Normalmente, cuando se satisface una necesidad, se percibe con ello un cierto
grado de placer que determina la satisfacción. En cambio, en el interés, tal vez
no exista esa sensación de saciedad plena y el individuo sigue motivado para
conseguir más de aquello que le interesa.
Un
interés bien encauzado puede ser productivo y enriquecedor de la persona, sobre
todo si tiene lugar en el ámbito de lo abstracto y creativo, como el arte, el
estudio y las sanas aficiones. Cuando llevan otros derroteros materiales, o no
tan sanos, desembocan en la ambición, entendida aquí como interés exagerado.
Sobre el
mecanismo de acción de las motivaciones se han hecho múltiples estudios. En
general, se piensa que cuando el individuo tiene una carencia o una necesidad se
produce un desequilibrio dentro de su organismo. Según las leyes de la biología,
toda perturbación interior tiende a autoequilibrarse; de ahí que surja la
motivación en forma de inquietud motora que incita a la búsqueda de lo que se
carece. Esto explicaría con claridad las motivaciones primarias; por ejemplo: la
disminución o desgaste del líquido corporal despierta el instinto de la sed, que
nos incita a buscar agua.
Pero este
mecanismo no es tan sencillo cuando analizamos las motivaciones secundarias o
los intereses. El principio es el mismo: tiene lugar un desequilibrio que hay
que corregir; pero ahora es psíquico y se manifiesta en forma de ansiedad.
Cuando, mediante la búsqueda o la casualidad, nos topamos con la solución o
posible satisfacción del ansia, tiene lugar lo que llamamos resonancia afectiva,
que no es más que la puesta en marcha de nuestros mecanismos volitivos, es
decir, del deseo. Naturalmente, este proceso es muy personal, por lo que a veces
no comprendemos ciertos deseos ajenos.
Cuando la
resonancia afectiva consigue sus fines se calma la ansiedad y sobreviene un
cierto placer. Pero cuando no lo logra aparece la frustración.