Miedo al sida
El sida o
síndrome de inmunodefíciencia adquirida se presenta en nuestros días como una
auténtica epidemia, como una plaga social. Realmente se trata de una enfermedad
grave, para la cual, no existe actualmente un tratamiento médico eficaz, que se
va extendiendo por todo el mundo, de modo que cada vez son más las personas que
la padecen. No obstante, la amplia difusión que el problema ha tenido a través
de los medios de información de masas, ha dado lugar a que exista actualmente
una situación de terror ante la posibilidad de llegar a contraer esta
enfermedad.
En cierto
modo se puede decir que no son pocas las personas que mantienen una cierta
aprensión o actitud hipocondríaca hacia la enfermedad. Se teme el contagio a
través de transfusiones de sangre, de instrumentos quirúrgicos, como los de los
odontólogos, pensando que tal vez no hayan sido desinfectados convenientemente
antes de ser aplicados a otra persona. Se teme el contagio a través de las
relaciones sexuales, el uso de jeringuillas usadas por otros sin previa
desinfección (como en el caso de muchos drogadictos), etc. Curiosamente son,
proporcionalmente, las personas más expuestas, con un riesgo más alto a contraer
la enfermedad, las que se sienten menos preocupadas. De hecho, muchos
toxicómanos continúan compartiendo la jeringuilla mediante la cual se inyectan
heroína u otras drogas, a pesar de ser informados que éste es uno de los medios
más importantes a la hora de transmitir la enfermedad. Algo similar puede
decirse de la conducta sexual entre personas homosexuales, la otra gran vía de
transmisión del sida.
Por el
contrario a estas personas, existen otras, en principio, sin casi riesgo de
contraer la enfermedad, que se encuentran agobiadas, continuamente atemorizadas
por la idea de que se pueden infectar. Algunas son hipocondríacos que han
desplazado su temor por el cáncer o el infarto de miocardio al sida, pero otras
son personas que no habían dado muestras de ser aprensivas hasta que esta
enfermedad fue descrita y más tarde explicada por los medios de comunicación. Se
puede hablar, entonces, de que existe una cierta «sidafobia» en la sociedad
actual; es decir, un temor exagerado, desproporcionado, una fobia a la
posibilidad de poder contraer la enfermedad; es más, a la posibilidad de ser
portador del virus, aunque no aparezcan síntomas clínicos.
Muchos
rehuyen a las personas portadoras del virus, como si se tratase de apestados
medievales, pensando que podrían contagiarles por vías de transmisión que aún no
han sido descubiertas por los investigadores. El problema es aún más grave entre
los niños portadores del virus, que son segregados o expulsados de sus colegios
debido al miedo que los padres tienen de que éstos puedan llegar a contagiar a
sus hijos. La enfermedad tiene además una serie de connotaciones vergonzosas que
la hacen más odiosa; tener el sida supone casi ser drogadicto o ser homosexual,
ya que son éstos la mayor parte de la población que lo padece; lo cual aumenta
el temor a contraerla, ya que se piensa que se sufriría un desprestigio social
injustificado. Todos estos factores hacen que el temor a otras enfermedades se
haya visto desplazado por el sida, enfermedad de nuestros días.