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LA FOBIA ESCOLAR
Se trata de una entidad en creciente alza actualmente. Cada día toca a los
profesionales de la salud mental atender más consultas de adolescentes en la
penosa situación de sentirse incapaces de ir a la escuela. Fobia es una
palabra griega que significa horror; son niños que, por razones
irracionales, rehúsan ir a la escuela y se resisten con reacciones de
ansiedad muy viva o de pánico cuando se trata de forzarlos.
Más frecuente en el chico que en la chica, esta fobia puede aparecer a
cualquier edad de la vida escolar, pero es más habitual en dos etapas del
desarrollo: en los pequeños, a la entrada en la enseñanza primaria, hacia
los 6 o 7 años, y en la adolescencia temprana (entre los 10 y los 14 años).
Lo más característico del adolescente fóbico escolar es que no quiere romper
con la enseñanza que imparte la escuela y desea seguir adquiriendo
conocimientos (no está, pues, desvalorizando el contenido de la enseñanza),
pero es incapaz de superar la angustia que siente cuando tiene que ir a la
escuela (incluso la mera imagen mental anticipatoria, de pensar en ello, le
produce pánico).
¿Cómo es el adolescente que tiene fobia escolar? Acostumbra a ser un
excelente y destacado alumno, estimado por los compañeros y profesores,
hiperautoexigente y competitivo. Hijo único o con un trato familiar
privilegiado. Suele empezar con esta fobia tras una enfermedad, una
intervención quirúrgica u otro acontecimiento que le ha debilitado física o
emocionalmente, y le predispone a hacer una regresión a la dependencia
familiar y a los cuidados propios de un niño más pequeño. Inconscientemente,
no quiere desprenderse del núcleo familiar y teme dejar el hogar para ir a
la escuela: toda su ansiedad-angustia la desplaza y la focaliza en la
escuela (así, mientras esté lejos de ella -objeto fóbico o fobógeno-, se
encuentra tranquilo).
Cuanto mayor edad tenga el adolescente, mayor riesgo existe de que la fobia
sea intensa y duradera. También acostumbra a presentar otros tipos de
fobias, o bien episodios de inhibición intelectual o cuadros depresivos. De
consolidarse la fobia escolar, la evolución puede ser hacia la marginación
social, resultando un adolescente inválido, con múltiples dolencias
(polisintomático), encerrado en su casa, sin carrera ni empleo, llevando una
vida de fracaso y de dependencia.
Esta fobia escolar encubierta por síntomas físicos (lo que se llama
enfermedad psicosomática), es motivo de un largo recorrido de especialistas
y una larga lista de pruebas y tratamientos; pero es muy común la
resistencia a una evaluación del estado emocional del joven a cargo de un
psiquiatra infanto-juvenil. “El niño no está loco, doctor, ¡le duele la
cabeza!”, “usted no querrá decir que todo lo que le está pasando es
psicológico, ¿verdad?”, son expresiones habituales de los padres que exigen
certificado médico que excuse la ausencia escolar del hijo enfermo.
En realidad, puede suceder que el joven está preocupado por cuestiones
hogareñas y cree que su deber es quedarse en casa para que todo siga bien;
así es acompañante grato de una madre triste y guardián vigilante de que
nadie abandone el hogar. Generalmente las preocupaciones acerca de posibles
divorcios, deserciones, suicidios, alcoholismo, etc., son más una fantasía
del adolescente que una posibilidad real. Pero es una fantasía que enferma,
ciertamente.
¿Cómo es la familia del adolescente fóbico? Acostumbra a ser una familia de
clase social acomodada, con padres blandos y muy permisivos; a veces padres
ausentes o inaccesibles, que acostumbran a estar decepcionados de su papel y
función parental. Puede existir una dificultad del chico en identificarse
con la imagen paterna. También puede haber un alejamiento del padre por
separación o defunción. Por otro lado, puede observarse una excesiva
relación madre-hijo, muy absorbente. Y, en algunos casos, se trata de una
madre con sus propias fobias o depresiones. Obviamente, no todos los casos
tienen por qué reunir estas características, pero el que damos es un
retrato-robot de los personajes.
La intervención del especialista es obligada, contemplando toda la dinámica
familiar del paciente que ha llevado a esta disyuntiva de fobia escolar. El
tratamiento puede seguir diversas vías: desde la intervención blanda, con
ansiolíticos o antidepresivos, la terapia familiar y la ayuda personal del
paciente para que aprenda a controlar su situación de ansiedad y pueda
paulatinamente acceder a la escuela, hasta la actuación dura, convenciendo a
los padres de que el hijo vaya a la escuela “pase lo que pase” (a veces ha
de ser llevado a la fuerza entre los dos), con la colaboración del estamento
docente que ha de estar informado puntualmente de cómo debe actuar en la
escuela. |
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