LA INTELIGENCIA
Ser
inteligente es, “sencillamente”, ser consciente y obrar apropiadamente. La
inteligencia necesita fundamentarse en todas las herramientas espirituales que
un ser humano puede hacer uso, es decir que abarca todos los aspectos de la
persona –mente, afectividad, sensibilidad... Esta es la acepción más amplia de
inteligencia, aunque este término, se maneja a diario simplemente para
determinar la capacidad mental de una persona y se limita al área del
pensamiento.
Para
Stern es «la capacidad de adaptar el pensamiento a las necesidades del momento
presente», Kóhler y Koffka la definen como «la capacidad especial para adquirir
conocimientos nuevos». Wechsler, cuya escala de valoración es la más utilizada
en la actualidad, dice que inteligencia es «la capacidad conjunta o global del
individuo para actuar con una finalidad, para pensar racionalmente y para
relacionarse de forma efectiva con el ambiente».
La teoría
hereditaria afirma que la inteligencia se transmite de padres a hijos, mientras
que la ambientalista apunta que la carga genética tiene poco valor si se compara
con todas las circunstancias ambientales que acompañan al desarrollo
intelectual, como son la salud, las relaciones familiares, los estímulos
recibidos durante la infancia, las circunstancias sociales y la situación
general.
A través
de los estudios realizados con gemelos homocigóticos (que proceden del mismo
huevo embrionario) y dicigóticos (que proceden de distinto huevo embrionario),
se ha visto que los primeros tienen niveles de inteligencia mucho más parecidos
que los segundos, hecho que apoya la teoría hereditaria; sin embargo, si estos
gemelos se separan y crecen en diferentes familias, o sea en distintos
ambientes, sus niveles de inteligencia son diferentes, lo que confirma la teoría
ambientalista. Lo más coherente es conjugar ambas visiones y aceptar en la
inteligencia dos aspectos: el innato y el adquirido.
Lo innato
es lo que el individuo lleva consigo, que hereda, como las aptitudes. Luego
actúa la adquisición de conocimientos y el entrenamiento, que refuerzan la
inteligencia innata. En conclusión, «el inteligente nace y se hace».
La
inteligencia no es algo estático, desde el nacimiento se va desarrollando de
forma rápida hasta la adolescencia, luego se estabiliza aunque sigue mejorando
en algunos aspectos, y a partir del paso adulto-anciano se inicia un deterioro o
declive intelectual. Piaget estudió en profundidad el desarrollo intelectual,
afirmando que los primeros años de vida son fundamentales para la maduración
posterior, tanto de la inteligencia como de la personalidad, y que todos los
niños se desarrollan igual, según el medio y los estímulos que cada uno recibe.
Describe varias etapas en el desarrollo intelectual: la sensomotora y
representativa, la de las operaciones concretas y la de las operaciones
abstractas para pasar finalmente al pensamiento racional del adulto.
LOS TESTS
DE INTELIGENCIA. Son la forma más objetiva de medir la inteligencia, pero, en
realidad, lo que valoran son aptitudes, conocimientos y capacidades del
individuo. En un principio, la inteligencia se expresaba en función de la edad
mental, unidad introducida por Binet que se obtenía al comparar la edad real del
sujeto con lo que sabía hacer. Si la edad cronológica y la edad mental
coincidían, el sujeto (o más bien el niño) era normal, si había alguna
discordancia surgía la anomalía. Este concepto de edad mental sólo era aplicable
a niños y adolescentes. Ahora se emplea el CI o coeficiente de inteligencia que
es lo que miden los tests de inteligencia:
Coeficiente de inteligencia = (Edad mental / Edad cronológica) x 100
Hay
muchos tests disponibles que se aplican según la edad del sujeto, lo más común
es emplear un conjunto de ellos: una batería de tests. El test de Goodenough o
test de la figura humana es muy fácil de aplicar, ya que basta un papel, un
lápiz y una escala de valoración. El Raven o test de las matrices progresivas es
un cuaderno con series de bloques de dibujos; en cada hoja el sujeto tiene que
elegir de un bloque la figura que falta en el otro. El test de Wechsler se
compone de 11 pruebas, seis verbales y cinco manipulativas, que exploran áreas y
aptitudes diferentes con pruebas sobre: información, comprensión, aritmética,
semejanzas, memoria de dígitos, vocabulario, claves, figuras incompletas, cubos,
historietas y rompecabezas. Del resultado conjunto de todas las pruebas se
obtiene el coeficiente de inteligencia con unos valores que oscilan:
Idiocia O- 24
Imbecilidad 25- 49
Debilidad mental 50- 69
Casos límite o
«Borderlines» 70- 79
Normal-Mediocre 80- 89
Normal Medio 90-109
Normal Superior 110-119
Superior 120-129
Muy Superior 130-140
Superdotado Superior a 140
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