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LA IMPORTANCIA DEL
GRUPO EN LOS ADOLESCENTES
En
el grupo -como en la amistad-, el adolescente busca una razón de ser, un
ideal del Yo, una imagen que le dé seguridad, que tranquilice su inquietud
interior y le devuelva el sentimiento de su valor. Cuanto más débil e
indefenso se sienta, tanto más buscará a los otros e intentará identificarse
con ellos, incluso a costa de dimitir de las propias características
diferenciales de su personalidad, descargándose de sí mismo, de alguna
manera, en el grupo, y queriendo fundirse en éste (fenómeno que se observa
particularmente, en grado patológico, en la banda de delincuentes). El grupo
va a permitir al adolescente afirmarse con toda seguridad. En medio de seres
que piensan y sienten como él, sabe que puede olvidarse de sus actitudes
defensivas, expresarse libremente sin temor a no ser comprendido o tropezar
con la sonrisa irónica y de superioridad del adulto. Aquí no se siente en
falta, ni se ve como un estúpido. Aquí se le toma en serio y encuentra un
ideal y unos valores a la medida de sus aspiraciones.
Curiosamente, por diferentes y opuestos que puedan ser los objetivos
perseguidos, existen valores comunes a todos los grupos, comprendida la
banda delincuente: valor, lealtad hacia los compañeros, olvido de sí mismo,
fidelidad a la palabra dada, etc. En el fondo, para lo mejor o lo peor, el
grupo incita al adolescente a una continua superación de sí mismo. El chico
encuentra en el grupo las condiciones óptimas para poner a prueba sus
posibilidades de apurar sus límites, de vencer sin cesar nuevos obstáculos,
y para probarse y mostrar al mundo (siendo el mundo, en general, los padres)
que es digno de ser considerado como un adulto. De ahí proviene su gusto por
el riesgo, su loca temeridad, tanto más loca, a menudo, cuanto menos seguro
de sí mismo... Entre los componentes del grupo, los adolescentes tienen la
impresión de comportarse y vivir como adultos, de ser adultos y de dar vida
a una microsociedad a la que ellos han dado forma. Se dice que el grupo da
al joven la posibilidad de pasar por adulto, cuando en realidad no es nada
fácil serlo.
Apoyándose los unos a los otros, todos semejantes, todos iguales, se sienten
fuertes e independientes; no hay nada que no puedan hacer en grupo, mientras
que solos se pueden sentir desgraciados frente al mundo auténtico de los
adultos. Ésta es la función del grupo para la formación y la sociabilización
de la persona. De esta manera, el grupo puede ser a la vez una solución
-momentánea, claro está- para los conflictos del adolescente, y una
preparación notable para la condición de hombre, en la medida en que no se
desvíe hacia actividades antisociales, en la medida también en que la propia
dinámica de grupo no llegue a impedir la afirmación personal de sus
integrantes.
Aquí
reside el peligro potencial del grupo: lo que al principio podía ser la
"solución de grupo" que ofreció al adolescente un ideal del Yo y un marco de
seguridad permitiéndole avanzar en la maduración de su personalidad, a la
larga puede entorpecer su salida de este limitado contexto social. En vez de
ser el trampolín de donde el joven se lanza a la vida, se convierte entonces
en su refugio y el medio para huir de sus responsabilidades. La sumisión al
ideal colectivo implica la renuncia a toda una parte de sí mismo, a veces a
toda reflexión personal. La mayoría de nosotros conocemos a estos individuos
que no se sienten existir más que en el grupo y por el grupo -político,
deportivo, mundano, etc.-, incapaces de tener una actuación autónoma, presas
propicias para cualquier ideología, a menudo totalitaria... El riesgo es
tanto mayor cuando el poder de atracción del grupo es más fuerte, y más
maleable la personalidad de sus miembros, pudiendo mantener al joven en un
estado de inmadurez, e impedirle acceder a una plena autonomía.
En un momento dado, el joven tiene que saber tomar sus distancias. Esto no
significa que deba abandonar toda actividad de grupo, sino solamente que el
grupo ha dejado de ser -como pasó al principio- su único punto de
referencia. El adolescente tiene que esperar del grupo que le permita la
conquista de su autonomía, y una vez que llega a ser independiente abandona
el grupo. Porque, como dice un autor: «La noción de autonomía y la de grupo
se oponen.» Los grupos son, pues, por naturaleza pasajeros, y es normal que
el adolescente se salga del grupo para comprometerse en relaciones
personales, como, por ejemplo, con el otro sexo. Aunque, obviamente, siempre
habrá adolescentes que dediquen gran parte de sus energías a unos ideales de
actividad de grupo, aportando toda su vital capacidad altruista y de
servicio a asociaciones de ayuda social, religiosas, ecologistas, etc. |
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