La
identidad del yo
El ser
humano se considera a sí mismo como un conjunto homogéneo dotado de una serie de
características corporales y psicológicas; estas características configuran
nuestra propia identidad, nos diferencian claramente de todo el resto de
personas, animales u objetos que tenemos a nuestro alrededor. Nos consideramos
seres únicos dotados de una clara identidad diferenciadora; sin embargo, hay
ocasiones en que disminuye esta conciencia de nuestra propia identidad, que
puede, incluso, llegar a desaparecer si se padecen ciertos trastornos
psicopatológicos.
Hay
personas que debido a un importante trastorno de memoria llegan a perder la
noción de su propia identidad, no saben ni quiénes son ni quiénes han sido, no
recuerdan siquiera su nombre ni cuándo han nacido, lo que les deja un tanto
perplejos y angustiados. A veces recuerdan tan sólo algunas etapas de su vida,
pero se sienten incapaces de conectarlas entre sí, con lo que no consiguen
establecer una identidad propia. Vemos entonces cómo la memoria, y por tanto
toda la experiencia acumulada en el pasado, contribuye de forma decisiva a la
configuración de nuestra propia identidad.
En otras
ocasiones se produce una pérdida de la propia identidad por otras causas entre
las que destacan los trastornos de ansiedad y neurosis, la esquizofrenia y la
epilepsia. Las personas sometidas al padecimiento de este tipo de trastornos
psicopatológicos sienten en ocasiones un profundo cambio en su psicología
personal, se sienten distintos, cambiados, como si no se reconociesen a sí
mismos, es lo que se denomina despersonalización, es decir, pérdida de la propia
personalidad, lo que en realidad constituye una pérdida de la propia identidad.
En este tipo de situaciones se mantiene una cierta capacidad para identificarse,
pero dentro de una sensación de extrañeza que se acompaña generalmente de una
gran angustia. Si el proceso continúa desfavorablemente pueden llegar a pensar
que hay facetas de su personalidad que no son suyas, que no les pertenecen,
mientras que otras continúan considerándolas como propias, con lo que se produce
una escisión de la personalidad.
A partir
de este momento se pueden ir desarrollando en estas personas una doble
personalidad o una personalidad múltiple, por lo cual se establecen en ellas
varias personalidades completas, como si hubiese varias personas, por lo general
totalmente distintas, en su interior, que actúan bajo nombres distintos y de
forma alternativa. En estos casos se pierde por completo el concepto de
identidad por subdivisión del mismo.
En otras
ocasiones, el proceso evoluciona hacia la enajenación, es decir, la persona cree
que es otra persona totalmente distinta, e incluso hay casos extraordinariamente
graves en los que se produce una total pérdida de identidad del yo, con lo que
el sujeto se personifica de nuevo en otra persona, animal o cosa.
Otras
veces se pierde la identidad como consecuencia de algunos trastornos típicos de
las psicosis, por lo que las personas se sienten incapaces de gobernar sus
propios actos, ya que creen que no son dueñas de los mismos ni de sus
pensamientos, que sus comportamientos están influidos o dirigidos totalmente por
los demás (vivencias de influencia) o tienen alucinaciones auditivas a las que
se ven obligados a obedecer (vivencias impuestas), etc. En estos casos se duda
lógicamente de la propia identidad, ya que existe una discordancia en relación a
los comportamientos que se realizan, tanto más si tenemos en cuenta que en estos
procesos se produce una ruptura biográfica total y repentina.
También
en las depresiones se pueden producir alteraciones en la identidad del yo, ya
que estas personas se sienten cambiadas, incapaces de llevar a cabo tareas
rutinarias, y empobrecidas afectivamente, como si sus sentimientos se hubiesen
modificado o hubiesen desaparecido. En trastornos que cursan con disminución de
la conciencia es frecuente observar trastornos de la identidad del yo, pues
estas personas realizan actos que no corresponden con su forma normal de actuar,
asombrándose de que ellos hayan podido comportarse de ese modo, lo que es muy
frecuente en los estados de intoxicación por alcohol u otras drogas.