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Hakem, Hamza y los
“drusos”
Otra rama salida de los ismaelitas fue la religión de los drusos, quienes,
establecidos en el macizo del mismo nombre, dieron que hacer a las tropas
francesas de Siria. Los fundadores de la secta fueron Hakem, sexto jalifa
fatimita de Egipto, y su consejero, el persa Hamza, que convirtió a los
drusos del Líbano a la doctrina (siglo XI). El Libro sagrado de los drusos
es el Kitab-al-Hikmat («Libro de la Sabiduría»). He aquí, según Lepper [2] ,
un resumen de sus creencias fundamentales:
“Dios es uno, se ha manifestado a los hombres en varias oportunidades por su
encarnación, visible por última vez en la persona de Hakem Biamr Alá. Hakem
no murió; desapareció para atestiguar la fe de sus fieles, pero reaparecerá
en su gloria y extenderá su imperio sobre el mundo”. Sostienen, además, que
Dios creó primero la Inteligencia universal, y que ésta se reveló a la
tierra en cada una de las manifestaciones divinas: cuando Dios se reencarnó
en Hakem, ella tomó la forma de Hamza... Veamos ahora la reencarnación: el
número de humanos es siempre el mismo, y sus almas pasan sucesivamente a
diferentes cuerpos, subiendo o bajando en la escala de los seres, según
hayan observado o descuidado los preceptos de la verdadera religión y la
práctica de sus siete mandamientos”.
Los
drusos están divididos en dos clases: los yákil, o “guerreros” y los ákil, o
“ancianos”, únicos admitidos en los Misterios. Para llegar a ákil, el
neófito debe salir victorioso de tres pruebas temibles: después de un
prolongado ayuno, resistir el hambre ante una mesa colmada de manjares
apetitosos; luego de cabalgar tres días en el desierto, no tocar una jarra
de agua fresca; y, también, ha de ser capaz de no ceder ante la
voluptuosidad, durante toda una noche a solas con una bella mujer...
[2]. Les Sociétés secrètes. pág. 301. |
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