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EL FINAL DE LA
ADOLESCENCIA
El período comprendido entre los quince y dieciocho años constituye la
etapa final de la transición de la adolescencia a la edad adulta. Aunque
aún están limitados por su inadecuada e insuficiente experiencia del mundo
que les rodea, los chicos ya son, en muchos aspectos, física e
intelectualmente iguales a sus padres y profesores. Necesitan entender las
cosas que hacen y darse cuenta de que son valiosos, no sólo ahora, sino
también para el futuro. Para que su interés por la meditación no sea
pasajero, hay que ayudarles a considerarlo como un conocimiento práctico
que les puede ser útil durante toda su vida, como algo que les ayudará a
ser más eficientes y más equilibrados; en una palabra: seres humanos
sanos. A menudo es más difícil introducir la teoría y la práctica de la
meditación a los chicos de este grupo de edad que a todos los demás.
Tienden a ser críticos por naturaleza con todo lo que los adultos tratan
de enseñarles, y prefieren ver y decidir por sí mismos las actividades que
desean realizar.
A los niños les gusta triunfar cualquiera que sea su edad, de manera que
no sirve de nada intentar enseñarles a través del error. Por el contrario,
hay que optar por un método pedagógico basado en el éxito. Se trata de
encontrar aquel nivel en el que los niños puedan hacer las cosas
correctamente, y a partir de ahí, ir avanzando a la velocidad adecuada. Si
fracasan en algo que quieren, dependiendo siempre de su temperamento y
educación, o se recriminarán a sí mismos la falta de habilidad o se
negarán de plano a continuar. Para evitarlo, conviene trabajar al nivel
apropiado. Dos o tres minutos de meditación eficaz y agradable vale
muchísimo más que el doble o el triple de tiempo perdido en frustración y
aburrimiento. En realidad, en meditación nadie tiene por qué fracasar, ya
que es un estado natural de la mente, el estado al que se regresa
automáticamente cuando dejamos de bombardearla con una cháchara mental.
No hay que consentir bajo ninguna circunstancia que los niños tengan un
mal comienzo a la hora de experimentar ese estado natural y gozoso.
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