La
envidia
La
envidia es un sentimiento (o pasión si es muy intensa) de carácter displacentero
que surge al considerar lo que se posee o ha conseguido otra persona.
Etimológicamente procede de invidere, que significa «ver con malos ojos». El
envidioso «mira con malos ojos» las cualidades, éxitos o posesiones de los
demás; que constituyen para él una fuente de sentimientos displacenteros y de
profunda insatisfacción.
La envidia es algo íntimo
que no se suele confesar. Resulta un tanto vergonzoso admitir que el bien ajeno
puede inspirar un profundo malestar interior, cargado, a veces, de hostilidad
hacia esa persona. En otras ocasiones se intenta justificar ese sentimiento
mediante una larga serie de juicios de valor que a pesar de que tienen cierto
fundamento, están tan
matizados por el estado
afectivo del envidioso, que dejan de ser realmente objetivos. A veces, la
envidia da lugar por este mecanismo a la calumnia o difamación. Es difícil
encontrar una persona que nunca haya sentido envidia a lo largo de su vida, ya
que aunque casi nadie reconoce ser envidioso, no hay más que observar que cuando
alguien recoge muchos éxitos en poco tiempo, las críticas más duras le acosan
continuamente. Por otro lado, la envidia se puede observar en los niños desde
edades muy precoces.
La
soberbia y el egoísmo son dos rasgos de personalidad vinculados íntimamente con
la envidia. Por la soberbia una persona no está dispuesta a aceptar que otros, a
los que considera iguales o inferiores, sean más valorados por los demás, posean
más cosas o tengan más éxito en el campo profesional o social. Tanto más, cuanto
que en la envidia son muy frecuentes las comparaciones con otras personas como
fuente de autovaloración y autoafirmación del yo. El egoísmo supone un exagerado
afán de poseer todo para sí, dentro de una actitud en la que predomina el estar
volcado sobre uno mismo y donde los sentimientos y las preocupaciones de los
demás permanecen un tanto al margen, como si no existiesen o no tuviesen
importancia. Se vive, entonces, lo conseguido por los otros, como si se tratase
de algo propio hurtado por ellos. Los demás han obtenido algo que «en justicia»
nos pertenecía a nosotros y que desde luego «ellos no merecen». Soberbia y
egoísmo, movilizados por deseos de autoafirmación y mecanismos de defensa de la
propia autovaloración por comparación con los demás, se impregnan de juicios de
valor sobre los otros que carecen de objetividad, ya que están deformados por
cualidades afectivas. Este es el marco en el que la envidia suele hacer acto de
presencia.
Hay
situaciones que guardan ciertos puntos de conexión con la envidia, pero que
pertenecen a órdenes distintos. Hay veces que decimos sentir envidia de alguien
porque admiramos sus cualidades o lo bien que sabe hacer las cosas. Nos gustaría
ser en esto como él. No se trata de envidia, sino de un deseo de superación que
se concreta en una persona. Otras veces pueden surgir sentimientos de
indignación por el triunfo de una persona que nos parece inmerecido, o porque
creemos que no está suficientemente preparada para desarrollar la función que se
le ha encomendado. No siempre se puede deber esto a una envidia más o menos
encubierta, sino que a veces hay razones objetivas para hacer esta apreciación,
sobre todo si no se trata de personas próximas a nosotros y si su éxito o cargo
está encuadrado en un ámbito de actuación distinto al nuestro. En otras
ocasiones se trata, más que de envidia, del temor a la prosperidad de alguien
del que tememos que una vez situado en una posición superior, pueda
perjudicarnos en algún sentido. Otras veces se trata, más que de envidia, de
celos. Se sufre cuando otros consiguen el cariño o admiración que nos gustaría
que ciertas personas mantuviesen con nosotros de forma exclusiva.
Por
último, no hay que confundir la envidia con el disgusto que puede surgir tras
conocer el éxito o un golpe de fortuna de una persona hacia la que se mantienen
sentimientos de odio o deseos de venganza. Si se desea para ella el mal, su
fortuna no produce envidia, sino una frustración de esos deseos hostiles.