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El enigma del interior de la Tierra I.
 
La creencia en civilizaciones intraterrestres muy evolucionadas espiritualmente forma parte de muchas tradiciones filosóficas-religiosas del mundo. Tampoco es desdeñable el número de personas que dan testimonio de una "realidad fantástica" con zonas cálidas, llenas de vida vegetal y valles perdidos e en lugares inhóspitos de nuestro subsuelo. Incluso autores de la talla de Julio Verne, James Hilton, C. W. Leadbeater, John G. Fuller, el polémico Raymond Barnard; y aventureros como Ferdinand Ossendowski y Nicholas Roerich, han hablado de estos reinos subterráneos a través de sus novelas. ¿Podría estar albergando nuestro planeta culturas vivas en su interior?
 
Por excéntrico que pueda parecer el planteamiento anterior, no debemos despreciar un argumento bastante significativo: en casi toda la tierra se tienen noticias de cuevas subterráneas y sistemas de túneles -como el entramado que se extiende bajo la superficie del Yucatán, montañas de Paucartambo en Perú, sierra del Roncador en Brasil, cuevas de Afganistán, monte Kailós en el Tíbet...- que conectan no sólo áreas diferentes dentro del mismo continente; sino que, en opinión de algunos investigadores, bien pudieran "unir" diferentes partes del globo. En realidad, todas las tradiciones antiguas se basan en ésta supuesta existencia de ciudades intraterrenas conectadas mediante una vasta red de pasadizos, mas que en la -no menos fantástica- creencia de una "tierra hueca" que algunos autores como Raymond Barnard proponen.
 
Exploradores como Juan Moriaz, y sacerdotes como Carlos Crepi, habrían encontrado en estos túneles perdidos del Yucatán (cueva de "los Tayos"), láminas de piedra y oro con signos ideográficos grabados que describen los orígenes de la historia humana, según recoge fielmente Erik Von Däniken en El oro de los dioses. A este enclave sudamericano, que aún hoy día constituye un misterio por descifrar, se vincula una interesante leyenda sobre la mítica Shambalah o Agharta, y las historias que de ella se desprenden. Historias sobre una ciudad santa oculta en los Himalayas, que bien merecen punto y aparte dentro de este artículo.
 
Se ha dicho que el origen de las sociedades subterráneas podría estar en los continentes desaparecidos del Atlántico y del Pacífico: la Atlántida, Lemur o Thule (esta última en la tradición helénica se corresponde con el reino de hiperbórea: una tierra paradisíaca, perdida más allá de la barrera de los hielos, donde existe una raza que irradia un poder espiritual capaz de influir en los sentimientos colectivos del planeta). Tanto en oriente como en occidente se suceden las descripciones sobre los integrantes de estas enigmáticas sociedades, y no faltan los testigos que dan crédito a la existencia de seres dorados de los que emana una intensa luz blanquecina.
 
 
Oquedades polares
 
La posibilidad de que la tierra sea hueca, y de que se pueda entrar en ella a través de los polos norte y sur, ha alimentado la imaginación de la humanidad desde hace mucho tiempo. Por si fuera poco, unas supuestas fotografías de una abertura en el polo norte tomada por los satélites ESSA-3 el 6 de enero de 1967 y ESSA-7 el 23 de noviembre de 1968, parecen facilitar esta teoría. Para los partidarios de la tierra hueca, sus hipótesis no únicamente estriban en estas controvertidas fotos (reproducidas en 1970 por la revista Flying Saucers del editor Ray Palmer) sino que al parecer diferentes exploradores dicen haber visto cenizas volcánicas donde no hay volcanes, calor inexplicable donde deberían reinar temperaturas bajo cero, huellas de animales en lugares nada accesibles, icebergs de agua dulce en el océano Ártico...
 
Leonard Euler, matemático del siglo XVIII, "dedujo" que la tierra era hueca y contenía un Sol central. El doctor Edmond Halley (descubridor del cometa Halley y astrónomo real de Inglaterra) también creía en esta teoría. Claves Symnes (ex-capitán de infantería de Ohio) se mantenía convencido de que nuestro mundo consistía en realidad en un sistema de esferas huecas concéntricas. El escritor Raymond Barnard (antes mencionado), en su libro La tierra hueca lanzó la complicada -y absurda para muchos- teoría de que el centro de gravedad del planeta no estaría en el núcleo sino en la corteza terrestre, y que las auroras polares estarían causadas por los rayos provenientes de un "Sol interior, apareciendo por esos enormes agujeros polares".
 
En 1926, Richard Evelyn Byrd, capitán de la marina americana, navegó en línea recta hacia el polo norte y continuó viajando unos 2.730 km. en esa misma dirección sin alcanzarlo, arribando, por el contrario, a una costa de aguas templadas llenas de vegetación. ¿El Reino de Hiperbórea? Entre 1946-47, Byrd revive una experiencia semejante, esta vez volando en dirección al polo sur, en una expedición denominada "High Jump", patrocinada por los EE.UU. Se cree que las expediciones del capitán fueron objeto de desinformación, ya que existe gente que afirma haber visto imágenes en "noticieros" narrados por el propio Byrd en el que describía y mostraba imágenes "de esas tierras más allá del polo" con sus montañas, árboles, ríos y un gran animal identificado como un mamut.
 
Estos documentales, de existir, parece que se han evaporado. Para los defensores de la Tierra hueca, el capitán habría encontrado la apertura polar y se habría introducido en ella. El que fuera operador de radio en las expediciones, Lloyd K. Grenlie, reafirmó la existencia de una cinta grabada con todo lo mencionado por Byrd. Sus detractores insinúan que sus afirmaciones no son más que recuerdos falsos y sus comentarios como "una tierra más allá del polo" o "el gran enigma", eran formas de aludir a regiones aún inexploradas más que a continentes escondidos en su interior.
 
 
La ciencia tiene la palabra
 
Según estudios realizados por geofísicos del Instituto de Tecnología de California (USA) y través de mediciones indirectas en la frontera entre las zonas líquidas y sólidas, se estima la temperatura interior del planeta en 6.300ºC y en principio, en el "centro", alcanzaría los 6.600ºC., mayor que la reinante en la superficie del Sol. Con estas cifras, admitir la idea sobre la oquedad de la tierra parece bastante disparatado.
 
De todas formas, debemos reconocer que a la ciencia le queda mucho aún por investigar sobre la estructura interna del planeta, porque a pesar de las prospecciones (apenas un 0.2/ 0.5% del radio terrestre) y sondeos que los geólogos han realizado, la composición de su núcleo no ha sido determinada con total seguridad. Una hipótesis -aparecida en la revista Science- del doctor Ronald Cohen llevaría a examinar algunos planteamientos de ser cierta: "el corazón terrestre es una inmensa bola de 2.400 km. de diámetro, pero no de hierro sino de cristal, formada por átomos de hierro con su propio campo magnético".
 
Lo que parece fuera de toda duda par la comunidad científica es que de existir seres intraterrestres tendrían una estructura física y atómica diferente, y así podría estar "habitado" el interior del planeta por criaturas basadas en la química del silicio en lugar de la del carbono, tal y como propuso en su día el astrónomo norteamericano Thomas Gold (profesor emérito de Astronomía de la Universidad americana de Cornell). Evidentemente se tratarían de organismos microscópicos capaces de desarrollarse a enormes presiones y temperaturas en el interior de la corteza terrestre, residiendo en los pequeños poros que se encuentran en las rocas y obteniendo la energía necesaria para vivir de diversos minerales y gases disueltos.
 
Esta posibilidad se ha considerado prácticamente inviable por la casi totalidad de los biólogos. Pero según Thomas Gold, en el interior de algunos laboratorios geológicos se han conseguido muestras de gran profundidad y se han observado como diferentes rocas presentaban señales de la acción de estos organismos basados en el silicio que habrían pasado inadvertidos hasta ahora.
 
Lejos de la especulación, las únicas "criaturas" que desde hace 40 años se sabe llegan a tolerar condiciones y marcas de 3.500ºC. son los llamados hipertermófilos. Viven alrededor de chimeneas volcánicas, de fondos oceánicos, o en el agua que fluye de los géiseres. La mayoría de estos organismos son bacterias unicelulares que obtienen la energía al combinar oxígeno con sulfuro de hidrógeno. Constituyen auténticos fósiles vivientes, pues han permanecido casi sin cambios a lo largo de miles de millones de años.
 
 
Agartha y el mito del Rey del Mundo. ¿Realidad espiritual o material?
 
Antiguas tradiciones religiosas asiáticas (budistas tibetanas, enseñanzas hindúes, chamanes de Mongolia) desde tiempos remotos dan por cierta la existencia de un reino inmortal "invisible" donde se escondería un reducido colectivo de personas, excepcionalmente sabias y poderosas, procedentes de los continentes hundidos del Atlántico y del Pacífico. En Oriente este mundo idílico oculto es conocido como Agartha o Sambalah y en América del Sur como la ciudad del Disco Solar. Muchos sitúan este reino en valles perdidos de las cordilleras al norte del Himalaya, y otros en cavernas inaccesibles de los desiertos próximos al Gobi. Este pueblo subterráneo estaría regido por los designios de un misterioso personaje : el Rey del Mundo.
 
Investigadores de culturas religiosas como Andrew Tomas han estudiado a fondo este mito universal aceptando como real su existencia. Otros estudiosos, como René Guénon, han visto en la figura del soberano de este mundo intraterrestre -a caballo entre lo divino y lo humano- un principio, una dignidad y un estado espiritual: "Es la inteligencia cósmica que refleja la luz espiritual pura" (R. Guénon, El rey del mundo). Para otros, este tipo de mito entronca con todas las historias "fabulosas" que circulaban por occidente a propósito del reino del Preste Juan -misterioso soberano de quien según Marco Polo hablaban todos en el gran imperio y recibía tributos de la mayor parte de los gobernantes asiáticos-. Al parecer, en los archivos del Vaticano se encontraría parte de la correspondencia que mantuvo el mítico rey -sacerdote de Oriente con algunos monarcas y prelados de la Iglesia.
 
Es posible que todas estas narraciones que hemos rescatado del pasado funcionaran como un factor sugerente para sacar a las personas de Europa. Las salidas del continente ya habían sido promovidas por el papado en las cruzadas, y el Preste Juan (o el Rey del Mundo) sería la "idea" que movilizaría a los hombres. Representaba la figura de un rey con un enorme imperio, situado tras las líneas musulmanas en el que abundarían enormes riquezas.
 
Para Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, este reino no es ninguna utopía. H. P. Blavatsky declararía en más de una ocasión estar en contacto con los Mahatmas (misteriosos personajes del Asia Central que detentaban poderes sobrenaturales) que le transmitían a menudo mensajes de fraternidad y misteriosas profecías destinadas a aviso y cuidado de un mundo en eminente peligro de autodestrucción. Según ella, Moisés, Platón, San Pablo... habrían sido teósofos iniciados por miembros de este Gobierno oculto.
 
No fue hasta 1933 cuando James Hilton popularizó en Occidente la leyenda de Sambalah en su novela Horizontes perdidos, donde narra como una comunidad de grandes sabios, llamados Rishis o Mahatmas (grandes almas) viven en un paraíso de ciencia mística, oculto en algún lugar al norte del Tíbet, entre los macizos de Altin-Tag y Kum-Lum, Altai en Mongolia, Tsaidan y China. Habitantes de estas regiones atestiguaron la presencia de seres luminosos vestidos con simples túnicas blancas en medio del duro invierno tibetano.
 
El marqués Alejandro Saint-Yves d´Alvèdre mantuvo haber sido visitado en 1885 por dos misteriosos personajes, enviados por el gobierno universal oculto de la presente humanidad, los cuales le revelaron la existencia de Agharta y su organización espiritual y política. Con estas revelaciones, Saint-Yves escribió un libro de 200 páginas que mandó editar; pero apenas había salido la obra de la imprenta, el marqués ordenó su destrucción, ya que al parecer "contenía terribles secretos". Un solo ejemplar se escapó a la destrucción del que se haría una reedición fotomecánica, y que según cuentan, los nazis, durante la ocupación alemana, acabarían por destruir.
 
 
Los aventureros Nicholas Roerich y Ferdinand Ossendowski
 
Viajeros occidentales como el científico polaco Ossendowski y el pintor ruso Roerich, escucharon contar a los lamas y nativos relatos sobre túneles que convergían a un fabuloso país subterráneo donde habitaba una poderosa raza de seres que se daría a conocer cuando la humanidad hubiera llegado a unas condiciones en que pudiera recibir los conocimientos necesarios, y saldrían a la superficie para crear una nueva civilización de paz (Nostradamus anunció en sus Centurias que habría de llegar algún día el Gran Rey)
 
Ossendowski fue el primero en recoger el testigo de Agartha. Durante su huída por Siberia y Mongolia, perseguido por el ejército rojo, alcanzó tierras casi desconocidas en torno al desierto de Gobi, Manchuria y las inmediaciones del Tíbet -supuesto enclave del reino perdido-. Contactó en sus investigaciones con privilegiadas fuentes de información: aristócratas y lamas mongoles y el bibliotecario del propio Buda viviente. Dejó memoria de todo en el último capítulo del libro Bestias, hombres, Dioses. El libro daría cierto cariz de credibilidad a la existencia de Agartha, aunque muchos lo tacharían de sensacionalista y muy poco o nada riguroso.
 
Roerich también sintió la llamada del Himalaya y abandonó la fama para dedicarse a luchar en pro de la paz, desde su refugio en el valle de Kulu, en las montañas de Cachemira (1917). Recién muerto Lenin, en 1924, Roerich llegaría a Rusia como portador de un mensaje que le había sido transmitido por los Mahatmas (nuevamente) que habitaban en algún lugar ignorado dentro del paralelo 42. Juan Parellada de Cardellac cuenta en su libro Reinos perdidos y claves secretas que el explorador ruso habría dejado constancia en sus escritos del avistamiento de un OVNI -lo definiría como un ingenio metálico- que vio elevarse de un valle del Gobi en dirección al Tíbet.
 
 
El Dorado y el Coronel Fawcett
 
Por muchos definida como "la ciudad subterránea post-Amazónica, ubicada en la cordillera central y oriental del Perú que ha despertado innumerables sueños", el mito de El Dorado tomó el nombre de Paititi en Perú, Omagua en Venezuela, Manoa en la Guayana y Shangri-la de los Andes. Ligado a la leyenda de El Dorado aflora la historia del coronel Fawcett, viajero inglés que descubrió en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro una carta (enviada por el bandeirante Francisco Raposo al vicerrey, 1754) en la que se describía el hallazgo un año antes de una extraña ciudad de piedra en el noroeste del estado de Bahía, mientras Raposo buscaba las minas de plata de Muribeca.
 
Extraviado en el Matto Grosso, el aventurero portugués y sus compañeros divisaron en la montaña una escalera monumental tallada en la roca que conducía a un impresionante pórtico que se abría a una fantástica ciudad. Al manuscrito (conocido como el nº 512), le acompañaba un mapa que situaba esta ciudad en los alrededores del río Xingu -afluente del amazonas-. Fawcett, acompañado de su hijo Jack, penetró en la selva amazónica en busca de la ciudad perdida. Nunca volvieron.
 
Se da la circunstancia de que tanto en la región sudamericana, como en las áreas que englobaría la leyenda de Agartha, han sido escenario de frecuentes apariciones OVNI. Esto ha llevado a algunos ufólogos a creer que los OVNIs podrían ser vehículos de una civilización pasada, altamente desarrollada, que permanece oculta, y sus contactos con el exterior se establecen a través del triángulo de las Bermudas, las islas Canarias, los polos o el Tíbet. Contados como Eugenio Siragusa afirman que hoy día, en el subsuelo, existen bases de "hermanos del cielo" construidas con inmensas placas de cristal, supuestamente guiadas por maestros interplanetarios de la 4arta y 5ª dimensión.
 
La aventura nazi también tuvo este mito en consideración, pues como se ha comentado ya hasta la saciedad, Hitler y su círculo íntimo llegaron a estar persuadidos de la realidad de este mundo oculto tras la lectura de The Coming Race (La raza que vendrá) de Bulwer Lytton. ¿Envió el führer expediciones especiales en busca de la entrada a... con la intención de aliarse con civilizaciones internas?
 


AGARTHA

Agartha, se dice, no fue siempre subterránea, y no permanecerá siempre; vendrá un tiempo en el que, según las palabras dadas por M. Ossendowski, los «pueblos de Agartha saldrán de sus cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra». Antes de su desaparición del mundo visible, este centro llevaba otro nombre, pues el de Agartha, que significa «inalcanzable» o «inaccesible» (y también «inviolable», pues es la morada de la Paz, Salem), no habría sido el más conveniente; M. Ossendowski precisa que se hizo subterráneo «hace más de seis mil años», y ocurre que esta fecha corresponde, con una muy suficiente aproximación, al comienzo del Kali-Yuga, o «época negra», la «edad de hierro» de los antiguos occidentales, el último de los cuatro períodos en los cuales se divisa el Manvantara; su reaparición debe coincidir con el fin del mismo período.

Hemos hablado anteriormente de las alusiones hechas por todas las tradiciones a algo que se halla perdido o escondido, y que se representa bajo diversos símbolos; esto, cuando se toma en su sentido general, lo que concierne al conjunto de la humanidad terrena, se refiere precisamente a las condiciones del Kali- Yuga.

El período actual es una fase de oscurantismo y de confusión; sus condiciones son tales que, en tanto que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente quedar oculto, de ahí el carácter de «Misterios» de la Antiguedad llamada «histórica» (que no se remonta más que hasta el comienzo de este período) y de las organizaciones secretas de todos los pueblos; organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde subsiste aún una verdadera doctrina tradicional, pero que no ofrecen más que la sombra cuando el espíritu de la doctrina ha cesado de vivificar a los símbolos que no son más que la representación exterior y eso, porque, por razones diversas, todo lazo consciente con el centro espiritual del mundo ha acabado por romperse, lo que es el sentido más particular de la pérdida de la tradición, la que concierne especialmente a tal o cual centro secundario, dejando de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo.

Se debe pues, como lo decíamos anteriormente, hablar de algo que está oculto más que verdaderamente perdido, ya que no está escondido para todos y que algunos lo poseen aún íntegramente; y, si es así, otros tienen siempre la posibilidad de encontrarlo, ya que ellos lo buscan como conviene, es decir, que su intención sea dirigida de tal manera que, por las vibraciones armónicas que despierta según la «ley de acciones y reacciones concordante», pueda ponerlos en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo.

Esta dirección de la voluntad tiene además, en todas las formas tradicionales, su representación simbólica; queremos hablar de la orientación ritual: ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que cualquiera que sea, es una imagen del verdadero «Centro del Mundo».

Pero a medida que se avanza en el Kali- Yuga, la unión con este centro, cada vez más cerrado y oculto, se hace más difícil, al mismo tiempo que se hacen más raros los centros secundarios que le representan exteriormente; y sin embargo, cuando acabe este período, la tradición deberá manifestarse de nuevo en su integridad, ya que el comienzo de cada Manvantara, coincidiendo con el final del precedente, implica necesariamente, para la humanidad terrena, la vuelta al «estado primordial».

En Europa, todo lazo establecido conscientemente con el centro por medio de organizaciones regulares está roto actualmente, y ello es así desde hace varios siglos; además, esta ruptura no se realizó de un solo golpe, sino en varias fases sucesivas.

La primera de estas fases se remonta al comienzo del siglo XIV; lo que ya hemos dicho en otro lugar de las Órdenes de Caballería puede hacer comprender que uno de sus papeles principales era el de asegurar una comunicación entre Oriente y Occidente, comunicación de la que es posible comprender el verdadero alcance si se observa que el centro del que hablamos aquí siempre ha sido descrito, al menos en lo que concierne a los tiempos históricos, como situado al lado de Oriente.

Sin embargo, después de la destrucción de la Orden del Temple, el Rosacrucianismo, o a lo que se debía dar este nombre por continuidad, siguió asegurando el mismo lazo, aunque de una manera más disimulada. El Renacimiento y la Reforma marcaron una nueva fase crítica, y por último, según lo que parece indicar Saint-Ives, la ruptura completa habría coincidido con los tratados de Westfalia, que en 1648 terminaron con la Guerra de los Treinta Años.

Ahora bien, es notable que varios autores hayan afirmado precisamente que, poco después de la Guerra de los Treinta Años, los verdaderos Rosacruces hayan abandonado Europa para retirarse a Asia; y recordaremos, a propósito de esto, que los Adeptos Rosacruces eran doce, como los miembros del círculo más interno de Agartha, y en conformidad con la constitución común a tantos centros espirituales formados a imagen de este centro supremo.

A partir de esta última época, el depósito del conocimiento iniciático efectivo no está guardado por ninguna organización occidental; también Swedenborg declara que es de ahora en adelante entre los sabios del Tíbet y de Tartaria donde hay que buscar la palabra perdida; y por su parte, Anna Caterina Emerich tiene la visión de un lugar misterioso que llama la «Montaña de los Profetas», y que la sitúa en las mismas regiones.

Añadamos que fue de informaciones fragmentarias de donde pudo Mme. Blavatsky recoger noticias sobre este tema, sin comprender, por otro lado, verdaderamente el significado, de dónde nació en ella la idea de la Gran Logia Blanca, que nosotros podríamos llamar no ya una imagen, sino simplemente una caricatura o una parodia imaginaria de Agartha.

 

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