DIFERENTES POSICIONAMIENTOS DE PADRES DE ADOLESCENTES
Padres-amigos
Ahora se
oye mucho: «Soy amigo de mis hijos». Qué bueno es aspirar a ser amigos de
nuestros hijos, ¡y conseguirlo! ¡Pero es irrenunciable ser padre!
Es bueno
que los niños tengan padres amistosos; sin embargo, tendrán muchos amigos, pero
sólo un padre y una madre, y necesitan que éstos actúen como tales.
El modelo
de padre-amigo deja mucho que desear a la hora de los resultados prácticos,
porque crea problemas de ubicación. Los hijos han de saber que sus padres están
implicados en su educación de manera permanente, distinguen entre un interés
puntual, obligado por las circunstancias o por un problema concreto, y un
diálogo fluido y continuo generado por una confianza ganada con el tiempo.
Los hijos
no necesitan padres-colegas-permisivos; les sobran amiguetes. Lo que de verdad
requieren son padres educadores y padres maestros.
Los niños
pasan a ser jóvenes y un día se emancipan. Sin embargo, hay padres que no
aprenden a distanciarse.
Hay mucha
gente que dice que la adolescencia es una etapa difícil, que no se preocupen,
dura poco y hay que vivirla con intensidad. No es tan complicada como se dice,
sólo algo convulsa e intempestuosa, y exige disciplina y flexibilidad, autoridad
y afecto, seguridad y comprensión.
En el
mejor de los casos, los padres «hacen lo que pueden». En otros, sencillamente se
lavan las manos porque a su hijo «no hay quien le tosa». Muchos padres tiran la
toalla en cuanto aparecen los primeros encontronazos. Prefieren esperar a que a
su hijo se le pase la «edad tonta». No piensan que una adolescencia conflictiva
es fruto de una infancia con deficiencias.
Cuando
los hijos son adolescentes, intentar seducirlos y buscar siempre su complicidad
es lo que menos precisan y en el fondo desean; esta tonta actitud les impele a
huir, a liberarse de tan equívoca relación.
Hay
padres que desean identificarse y aun parecerse al adolescente (en ocasiones
hasta en su forma de vestir, relacionarse y hablar), obviamente de esa manera
dificultan su proceso de autonomía.
Los
adolescentes tienen un profundo sentido del ridículo y a veces los adultos les
dan razones para avergonzarse (¡quién no ha visto a un padre o madre joven
recién separado de su pareja que se comporta en sus relaciones con el otro
género como lo hacen sus hijos, cuando no compiten con los mismos!).
Hay que
erradicar el discurso problemático y de lamentaciones habitual en relación con
los adolescentes. Compadecerlos por sus dificultades es otra forma de
equivocarse, como lo es pertrecharse en añoranzas o comparaciones «históricas».
Padres
agobiantes
Son
padres —generalmente madres— que están en todo momento «encima» de sus hijos:
«¿Qué haces?», «¿dónde vas?», «¿con quién?»... No permiten el crecimiento de los
hijos, los ahogan, son definidas/os por los niños o jóvenes como
«histéricas/os».
Padres
equívocos: los «abogados» de sus hijos
Los
maestros tienen miedo de corregir a un joven que lo merece por si sus padres
adoptan un posicionamiento de defensa a ultranza. Esto también le ocurre al
ciudadano que va en el autobús cuando el joven hace el «Tarzán» y hasta a los
miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad que son increpados por ellos
cuando les comunican que llevan a su hija o hijo a un hospital, por estar bajo
los efectos de una ingesta masiva de alcohol (en ocasiones en delírium trémens).
No se dude, el reproche social es necesario y, sin embargo, muchas veces la
sociedad «baja los brazos». Las formas de autoridad están erróneamente en
entredicho (¡craso error!).
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